Buscan a sus desaparecidos en Sinaloa entre videntes, tarots y veladoras
"Familiares de personas desaparecidas en Sinaloa acuden, en algún momento, al esoterismo como una medida desesperada por obtener la información que la autoridad no ofrece"
Cuando un familiar desaparece los minutos parecen horas, las horas parecen días. Al principio, los suyos siguen religiosamente las indicaciones de la autoridad en cuanto a esperar a las primeras investigaciones que arrojen información sobre su paradero.
Los días comienzan a contabilizarse por semanas vacías de información. Incrementa la desesperación y con esto aparecen, en muchos casos, las medidas extremas para encontrar al menos un cuerpo qué llorar.
Líderes de grupos de buscadoras de restos humanos en Sinaloa coinciden en que la mayoría de las integrantes acuden o han acudido a lecturas del tarot, brujos o vendedores de productos esotéricos para obtener una pista que los lleve a sus desaparecidos.
Las propias líderes reconocen haber recurrido a ese tipo de medidas para agotar cualquier medio posible por información qué rastrear. Al final obtuvieron solo esperanzas, incertidumbre, y más tarde frustración, o incluso, la pérdida de grandes cantidades de dinero.
La última esperanza de Sandra Luz
La mañana del 12 de mayo de 2014, Sandra Luz Hernández y Eva Luz salieron cabizbajas de una reunión convocada por las autoridades en la antes llamada Procuraduría General de Justicia del Estado.
Las convocaron para presentarles nuevas evidencias en torno a los casos de sus hijos, desaparecidos en 2012 y 2013, respectivamente, sin embargo, no escucharon avances. Se fueron frustradas.
Según el expediente, Eva declaró que horas antes de ser asesinada, Sandra le dijo que conoció a una mujer en un supermercado, quien le recomendó visitar a una vidente que podría ayudarla a encontrar a Édgar. Le dictó un número celular.
Durante la charla de consuelo por la falta de noticias de las autoridades, Sandra tomó la libreta en la que anotó el número telefónico y pactó la cita con la vidente. La visitaría más tarde en la colonia Mazatlán.
Eva aceptó acompañarla con la esperanza de obtener también información sobre el paradero de su hijo. Un camión urbano las acercaría al domicilio. No lo encontraron. Hallaron en cambio el ataque de un hombre joven, moreno, que descendió de una camioneta Jeep Compass. Disparó en 15 ocasiones hasta acabar con la vida de Sandra Luz, cuyo cuerpo yacía en el pavimento, debajo de un gafete con la imagen de Édgar, su hijo desaparecido.
No era la primera vez que Sandra Luz visitaba a una vidente. Según el expediente, antes visitó a otra persona que sembró en ella la esperanza de encontrar a Édgar.
“Le dijo que su hijo estaba vivo, pero muy lejos de aquí”, dijo Eva en su declaración.
La cifra de desaparecidos
Un total de 3 mil 103 personas desaparecieron en Sinaloa de 2002 a 2017. La autoridad abrió 14 averiguaciones previas por desaparición forzada y mil 053 por privación de la libertad en ese periodo. De ellas, solo dos carpetas de investigación fueron concluidas por desaparición forzada entre 2009 y 2017, y 183 por privación de la libertad del 2002 al 2017.
Esperanzas por 100 mil pesos
Luego de la desaparición de su hermano en 2009, Alma Rosa Rojo, líder del grupo Voces Unidas por la Vida, calcula que, entre velaciones, sesiones con brujos y veladoras gastó al menos 100 mil pesos. Los videntes a los que consultaba le aseguraban que Miguel Ángel permanecía con vida.
A cambio de 10 mil pesos, uno de los brujos le ofrecía la fecha en la que aparecería Miguel. Llegado el día, como si se tratase de una rockola que ofrece música a cambio de monedas, pedía 10 mil pesos para una nueva velación.
La escena se repetiría tres veces más. Meses después, y luego de miles de pesos invertidos producto de la reciente venta de su casa, se convenció de que solo la estafaban.
Alma Rosa revive ese drama con frecuencia. Integrantes del colectivo le han pedido que las acompañe con videntes, o a parajes señalados por éstos. Ella intenta convencerlas de que es mentira, pero al ver el rostro de la esperanza y la desesperación, cede. El tiempo le da siempre la razón.
“No les digo que no las acompañaré porque al final de cuentas son creencias, y creemos porque tenemos la ilusión, pero la verdad nunca ha resultado. Nunca hemos encontrado restos de esa manera. Lo que nos ha ayudado es el apoyo de la ciudadanía”, dice.
Rituales para Miriam
Miriam desapareció el 27 de marzo, luego de abordar un auto de alquiler. Su familia hizo todo a su alcance para encontrarla. Exigió a la Fiscalía celeridad en las investigaciones, circuló imágenes de la adolescente de 18 años en redes sociales, e intentó además rituales con esperanzas de que regresara salva. Colocaron su ropa en la entrada de la casa y veladoras con cartas y fotos.
“Estamos tratando con lo que funcione", comentaría su hermana a Noroeste.
Pero su cuerpo inerte fue encontrado el 9 de abril debajo del puente del río Humaya, a un costado del estadio Banorte.
Veladoras para encontrarlos
Vendedores de productos esotéricos en el mercado Salvador Alvarado, mejor conocido como mercado de las flores, en Culiacán, coincidieron en la creciente demanda de artículos relacionados con la búsqueda de personas. Algunos señalan que el aumento sucedió el año reciente, otros más vieron el repunte desde el 2008.
Los locales más visitados son los que ofrecen lectura del tarot. Los clientes llevan una fotografía de su desaparecido y los videntes basan la lectura de cartas en la imagen.
Los comerciantes, quienes solicitaron omitir sus nombres, señalaron que los remedios varían dependiendo del caso. Una de las pitonisas indicó que “habla al cliente siempre con la verdad”.
“Les digo que garantizada no tenemos ni la vida. Les leo las cartas y les digo lo que veo. A veces sale el lugar en el que están enterrados algunos cuerpos y les describo el sitio. Otras veces les doy veladoras de San Aparicio, que encuentra todo lo perdido”, dijo.
En muchas ocasiones los clientes insisten a la mujer que los acompañe a los parajes para que les indique el sitio exacto que dibujaron las cartas. Ella se niega.
“Yo les digo que del mostrador para acá es mi trabajo, del mostrador para allá es mi vida personal. No voy a ningún lado”, comentó.
María Isabel ya no creo en Dios ni en el Diablo
María Isabel Cruz busca a su hijo Yosimar García desde hace –enfatiza- un año, tres meses y un día. El joven policía municipal de Culiacán desapareció en enero de 2017, un grupo armado se lo llevó.
Por esos días desapareció otro agente y el jefe de ambos. A los otros dos elementos los encontraron sin vida en un paraje de San Pedro, Navolato, que ahora María Isabel conoce como la palma de su mano. Acompañada del grupo que lidera, Sabuesos Guerras, ha emprendido jornadas en las que desearía que el sol trabajara a su mismo ritmo.
Antes, recuerda, creía en Dios y en todos los santos. Visitó a un brujo que la llenó de esperanzas. Le dijo que Yosimar regresaría en una semana. No fue así.
“Quedé devastada, decepcionada. Ahora no creo en nada, ni en Dios. Creo que Dios no existe, es algo que nos ponen nuestros padres, una cultura, no sé; para mí Dios no existe. Quise creer en el mismo Diablo, le supliqué, le rogué, lo mismo que hice con Dios, y tampoco existe. El infierno nos lo hacemos nosotros y la gloria también”, enfatizó.
Diariamente María Isabel recibe entre seis y ocho llamadas de mujeres que solicitan su ayuda y orientación para encontrar a algún familiar. Le llaman de todo el estado e incluso de otros estados. Al momento de la entrevista una mujer en Guadalajara le suplicaba ayuda para buscar a su hijo, desaparecido hace días en la central de autobuses de Culiacán.
El grupo cuenta con 70 integrantes, la gran mayoría, señala María Isabel, recurre a brujos en busca de pistas.
“Algunas familias nos dicen que recibieron una llamada anónima y les dieron un punto (para rastrear). Las acompañamos, pero vemos que no tienen referencias, que solo les dijeron que es en una parcela, que había vacas; son parcelas de muchas hectáreas imposibles de rastrear. Una vez decepcionadas, que no encuentran lo que esperaban, confiesan que fue un brujo quien dijo del lugar. Les decimos: si nos hubieran dicho eso antes, no acudimos, porque implica gastar recursos y energías para nada. Ahora tenemos mucho cuidado de ver la fuente”, comenta María Isabel.
‘Casi la hacemos de psicólogos’
Un joven vendedor de artículos esotéricos y que lee el tarot en el mercado de las flores, ofrece siempre palabras de aliento a sus clientes. Les pregunta a qué santo le rezan, les recomienda oraciones y veladoras de 70 pesos.
“Les hablamos positivamente. Les decimos que sí los encontrarán. Casi casi la hacemos de psicólogos. A veces regresan y nos agradecen porque los encontraron vivos, y vuelven hasta cuando los encuentran muertos porque sienten que descansan”, dijo.
La mayoría de quienes acuden a su comercio son mujeres en busca de hijos, esposos o hermanos. La mayoría de los desaparecidos son varones jóvenes. Ocurren casos en los que la persona regresa a casa sano, y es llevado a su establecimiento, ahora para protegerlo de nuevos peligros. En contraste, madres, esposas, y hermanas se convierten en clientas asiduas, que no se dan por vencidas y compran quincenal o mensualmente un remedio en el que fincan esperanzas.
Búsqueda de respuestas ante el vacío de autoridad
Para el investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa, y coordinador del Laboratorio de Estudios Psicosociales de la Violencia de la Facultad de Psicología de la UAS, Tomás Guevara Martínez, la búsqueda de ese tipo de paliativos por parte de las familias obedece a la ausencia de respuestas eficaces por parte de las instituciones procuradoras de justicia. Han perdido credibilidad, advierte.
Señaló que las desapariciones forzadas no hay avances legislativos que permita que las corporaciones procuradoras de justicia cuenten con protocolos formales para enfrentar el problema. Este tema, indicó, permanece en una condición de indefinición, de falta de precisión en su conceptualización, y sus causas, que nutre la falta de apoyo, de compromiso y de políticas públicas que afronten las desapariciones forzadas.
Ante tal situación señaló que hay familias en la entidad que recurren a la vía privada y contratan detectives, sin resultados en muchos de los casos. Es decir, la familia se involucra, invierte y hace todo lo posible por encontrar a la persona perdida.
“Si pasan dos o tres meses ya es difícil que los encuentren con vida. De ahí se pasa a la otra etapa en la que lo relevante es encontrar por lo menos el cuerpo, o saber dónde lo dejaron. Esta parte es la más dolorosa, prácticamente un duelo colectivo de la familia el que enfrentan una vez que, en términos generales, se ha agotado el tiempo de posibilidad para encontrarlos con vida”.
“Esta etapa es muy difícil, muy dura, donde ante la necesidad de encontrar al familiar o la persona extraviada, se recurre a lo que sea. La gente recurre igual a la Iglesia a pedirle a Dios, que al curandero, o hierbero a ver qué noticias le puede dar, llevándole prendas del desaparecido o la desaparecida”.
Las familias, añadió, terminan por recurrir a este tipo de medidas extremas, fundamentalmente cuando han perdido la creencia y la confianza total en que la autoridad resolverá el problema.
“Ocurre cuando no hay esperanza, cuando la misma actitud y comportamiento de la autoridad nos muestra que no encontrarán nada. Han pasado años y hay familias a las que no les dan ni una pista de dónde estén. Esta ausencia de protocolos por parte de la autoridad daña mucho la salud síquica de los familiares de los desaparecidos”.
¿Qué pasa en la mente de las familias de desaparecidos?
Guevara Martínez señaló que existen dos explicaciones sobre lo que pasa en la mente de las familias una vez que desaparece un ser querido.
Por un lado, se encuentra la individualista, que surge a partir del efecto de la pérdida. Ante el gran daño en la psique de la persona es posible que ésta entre en una situación de daño psicológico serio, con estados depresivos y de ansiedad, que lo lleve a tomar herramientas por su cuenta y excavar en cualquier sitio.
La segunda explicación es la colectiva, social y cultural; depende de las condiciones de la familia, y de las relaciones de apego. Funciona en equipo y genera la discusión de un plan. Es una respuesta organizada en la familia o entre grupos de familias.
“Hemos sido testigos de familias que logran juntar a más gente y reclamar a las instituciones de procuración de justicia la aparición de sus familiares. Ahí creo que hay mucho más trabajo colectivo, una respuesta social más importante que sí terminaría por impactar la ausencia de medidas legales y protocolos para atender este tipo de fenómenos. Esta segunda parte tendría más frutos, habría más posibilidades de logros más relevantes”, comentó.