Ya se puede jubilar

María Amparo Casar
02 diciembre 2020

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amparocasar@gmail.com


Habida cuenta de que el Presidente ha dado cumplimiento a 97 de 100 compromisos adquiridos hace dos años, podemos concluir que puede jubilarse con la tranquilidad de conciencia y la satisfacción que da el deber cumplido. Misión cumplida. Para consolidar los cambios ya no hace falta más que un administrador.

El 1 de septiembre pasado el Presidente dijo que de los 100 compromisos adquiridos había cumplido 95. Ahora se han agregado dos más para ganar el campeonato de que un Presidente logre -no en México sino en el mundo- en apenas un tercio de su mandato no sólo todo su programa de gobierno sino una transformación equiparable a la Independencia, la Reforma y la Revolución. Suponiendo, sin conceder, que estos 97 compromisos se hubiesen cumplido, de todos modos no alcanzan para equipararse a una cuarta transformación.

A partir del día de hoy se desencadenará el proceso de verificación puntual de datos que el día de ayer, en un discurso más que triunfalista, ofreció el Presidente en ocasión del segundo aniversario de su llegada al poder. A cualquier mandatario le corresponde resaltar sus aciertos aunque eso no le da derecho a torcer la realidad. A cualquier analista le corresponde resaltar los yerros, las ilegalidades, las políticas públicas que no están teniendo o no tienen el potencial de arrojar los resultados vislumbrados y sobre todo la información falsa. El objetivo no es descarrilar al Gobierno, es prender los focos rojos para que se atiendan y se corrijan.

De ayer a hoy es muy pronto una verificación seria y a fondo de lo que dijo el Presidente el día de ayer aunque en numerosos artículos -no de opinión sino de verificación- ya se ha documentado y denunciado desde hace tiempo que en las mañaneras el Presidente ofrece información falsa. Los análisis que se han hecho no parten “de otros datos”. Se han hecho, y esto es fundamental aclararlo, a partir de las propias cifras oficiales.

¿De verdad 100 compromisos cumplidos? Aún cuando en estas últimas semanas se han tomado medidas administrativas para poder ponerle palomita a más compromisos y se ha legislado al vapor para decir que se cumplió con promesas hechas en la toma de posesión, sabemos que esas medidas no constituyen un cumplimiento bajo criterios medianamente serios de evaluación. ¿Desapareció el fuero para el Presidente? De ninguna manera y, dicho sea de paso, por fortuna. A diferencia de usted o de mí, al Presidente no le pueden girar una orden de aprehensión por la presunta comisión de un delito, detenerlo y aplicarle la prisión preventiva. A él, hay que acusarlo ante la Cámara de Diputados y ésta ante el Senado, como antaño.

Informar a la nación que se pueden dar por cumplidos el derecho a la salud (compromiso 13), las 100 nuevas universidades públicas (7), el apoyo a la investigación científica y tecnológica (9), la desaparición de la impunidad, fueros y privilegios (55), el impulso de fuentes de energía alternativas renovables (73), que los contratos de obra del Gobierno se llevan a cabo con la participación de ciudadanos (52) o que se respeta la libertad de expresión (90) es falsear la realidad.

Y qué decir del compromiso de que “el Poder Ejecutivo dejó de ser el poder de los poderes”. Hoy, más que hace muchos años, vuelve a serlo.

Del Plan Nacional de Desarrollo que es el único que legalmente cuenta en términos de rendición de cuentas del Poder Ejecutivo porque es el aprobado por el Congreso, nada se dijo. Afortunadamente porque habría sido, de nuevo, un listado de falsedades o verdades a medias: no hay cifras que permitan sostener que estamos en ruta para esperar que 20 millones de mexicanos salgan de la pobreza; que la prevalencia de sobrepeso y obesidad esté disminuyendo; que la incidencia delictiva esté en descenso; que se haya avanzado en el desarrollo incluyente del sistema financiero; que se esté garantizando el acceso universal a medicamentos; que tengamos una política migratoria apegada a los derechos humanos; que haya algún viso de desaparición de adjudicaciones directas. En todos estos compromisos, lejos de haber avances hay retrocesos.

Y no. No quiero volver a un pasado de desigualdad, corrupción y privilegios del que, por cierto, no hemos ni comenzado a salir. Pero tampoco quiero un país como el que, según las cifras oficiales que el propio Presidente escoge ignorar, muestra más retrocesos que avances.