Y todo...
""
osunahi@hotmail.com
Nadie puede negarle al Presidente de la República que recibió un país prácticamente en banca rota en diversos temas que tienen que ver con el bienestar ciudadano, entre ellos, la seguridad pública, la cual, se encuentra totalmente desarticulada, tal y como lo han demostrado los graves sucesos de los últimos días.
Tampoco podemos cerrar los ojos al hecho de que apenas vamos sobre el primer año de gobierno efectivo, tiempo que no da para apaciguar la violencia que se muestra imparable en diversas entidades de la República pero tampoco podemos negar que el accionar del gobierno federal, a través de la Secretaría de Seguridad Pública no está dando resultados que alienten la posibilidad, de que por lo menos, veamos que se están apaciguando los embravecidos embates de la gente que optó por el camino de la vida criminal de alto impacto. Y aunque no es tema del rango federal, también los delincuentes comunes andan desatados ante la omisión de los alcaldes.
Se ve, se siente que los titulares de dicha secretaría, encabezados por Alfonso Durazo, no tienen la capacidad profesional, y tal vez ni las ganas, para armar acciones que nos devuelvan la tranquilidad social.
En un plano de honestidad y en concordancia con las metas de la llamada 4T, desde hace un buen rato, el señor Durazo debió haber presentado su renuncia a la asignación que le otorgó el Presidente de la República, pues a la fecha no ha sabido sembrar y lograr brotos que nos digan que la transformación del país logrará brindarnos un clima de paz y tranquilidad duradera.
En los últimos días, a Durazo, y al propio Presidente de la República les ha tocado la lumbre de dos eventos lamentables: el llamado “culiacanazo” y la masacre que terminó con la vida de tres mujeres y seis niños, y en ambos hemos visto a un funcionario titubeante, impreciso y con datos nada creíbles, tratando de explicar las causas y motivos de los desgraciados sucesos que nos pusieron en boca de todo el mundo.
En el caso de la masacre de mujeres y niños solo alcanzó a decirnos que fue una confusión de los sicarios, cuando las circunstancias del hecho, tiene todas las evidencias de haber sido un ataque directo de los ejecutores, sin importar el estado de indefensión de las víctimas, cuya condición no fue argumento para que los desalmados frenaran su bestialidad.
Reconocer errores y reencauzar el rumbo para obtener el objetivo deseado, es virtud de los buenos líderes y el momento amargo que se vive, es tiempo propicio para que el Presidente de la República reconozca que el contrario no quiere dialogar, y mucho menos, escuchar las invocaciones al orden para que se integren a la sociedad como gente de bien y abandonen el redituable negocio que les fue heredado por la impunidad y la corrupción que les concedió el sistema.
Grave error es bajar la guardia en un pleito de callejón y justo es lo que está haciendo el gobierno federal, bajo la convicción utópica del pacifismo, cuando las condiciones no están dadas para que el contrincante lo entienda y lo acepte; al contrario, demuestra que pretende imponer su fuerza y lo está haciendo, con contundentes exhibiciones de poder y de remate, ahí está el significativo agregado que le han adicionado a la cuenta fatídica que dejó Peña Nieto y que inició el ahora pretendido redentor social Felipe Calderón.
Bajo las condiciones de violencia que actualmente imperan, al grado de que algunas regiones del país están totalmente dominadas por distintos cárteles delictivos y que son ejemplo del Estado fallido, será muy difícil que prospere el plan denominado 4T, ya que la evolución y transformación de cualquier entidad o individuo, lo primero que tiene que lograr es la paz interior y esa condición no se está dando y se ve difícil de cuajar, ya que tampoco hay una concatenación de esfuerzos entre los tres poderes de la nación y los gobiernos estatales y municipales.
Y todo lo anterior se recrudece, cuando el líder del proyecto, es decir, el Presidente de la República, está cegado por el humo egocentrista del poder y no acepta que en el tema de seguridad las cosas no van por buen camino. ¡Buenos días!