Y después de la caída de Estrada ¿qué? Desafuero, huida, relevo y celebración
A pesar de la rudeza innecesaria del regocijo de la noche del viernes, día en que ocurrieron más cosas juntas de las que Culiacán puede aguantar, la jornada política, legislativa y ministerial cerró el caso Jesús Estrada Ferreiro y abrió una burbuja de tiempo en la cual flotan temores, significados y moralejas que los servidores públicos estatales y municipales están obligados a interpretar y respetar. Así pertenezcan al Movimiento Regeneración Nacional, y por lo tanto se crean los intocables de la Cuarta Transformación, a cada quien le llegará la hora de responder por sus altanerías.
A cada santo le llega su día. Allá aquel que se aferre a la tozudez del poder y desestime la circunstancia del abogado de Culiacancito que ganó una elección constitucional y se dedicó a asestarle enormes agravios al municipio central; enseguida fue reelecto y del refrendo tomó fuerzas para definitivamente echar a la basura lo que los votantes le dieron democráticamente. Estrada no es víctima ni mártir; es un gobernante engullido a sí mismo en la mejor escena de autofagia política por intransigencia.
Pero una vez cerrado el affaire mitad circense y mitad reparador de la gobernabilidad, lo que veremos a partir de hoy es la conjunción de muchas rapideces por ganarle la carrera a consecuencias como las que alcanzaron a Estrada Ferreiro. La presteza operada desde los edificios sedes del Gobierno del Estado y Ayuntamiento de Culiacán tendrá que ver con darle vuelta a la página del juicio político y detener el cuento en la hoja del “todos felices” como final de la crudeza institucional que superó cualquier capacidad de imaginación o asombro.
Prisa, también, para demostrarle a la gente que tenían razón el Gobernador Rubén Rocha, la 64 Legislatura local, La Fiscalía General del Estado y el movimiento popular que operaron la destitución el ahora ex Alcalde. Marchas forzadas para sellar el desafuero con procedimientos penales que quedan a cargo del Ministerio Público y el Poder Judicial, aunque ya hay una sentencia anticipada para que Estrada Ferreiro no regrese al cargo que desempeñaba. Otros irán a contrarreloj a subsanar soberbias, delitos y codicias para evitar que los alcance igual desenlace que el depuesto en Culiacán.
Y los diez mandamientos quedan claros: no rebelarse a la égida del Gobernador Rocha Moya o del Presidente Andrés Manuel López Obrador, ni sustituir el diálogo por el insulto, creer que la amistad con AMLO es escudo de impunidad, querer verle la cara de tontos a los ciudadanos, menospreciar el poder restitutivo del Congreso, retornar al esquema de la ley de Herodes, revictimizar a grupos vulnerables, decir sandeces y luego negarlas, olvidar el axioma de que el lengua suelta por su boca muere, ni tampoco olvidar tener el pasaporte a la mano para huir cuando sientan la lumbre en los aparejos.
Por supuesto que el 10 de junio los acontecimientos se atropellaron unos a otros y las audiencias apenas masticaban un suceso noticioso cuando llegaba otro a retar el gusto por lo sorprendente. La gota que colmó la copa del pasmo fue cuando llegó la noticia, dada a conocer como primicia por el diario digital A Discusión, de que Estrada Ferreiro abandonó Sinaloa y el País, brincando vertiginosamente de la categoría de Alcalde con licencia a la de ex Alcalde que en unas horas podría ser declarado prófugo de la justicia. Después de la huida lo demás poco importó. Ambrosía para las redes sociales, la fuga le puso la inesperada cereza al pastel del juicio político que el Congreso y el movimiento destituyente saborearon más de la cuenta.
Y, para coronar la jornada, llegó la desmesura. A bordo de un camión urbano que los trasladaba a las inmediaciones de Palacio Municipal, el Alcalde sustituto, Juan de Dios Gámez Mendívil, y algunos diputados que lo habilitaron para llegar al cargo, echaban a perder la importancia del acto parlamentario en sí al convertirlo en alarde de triunfalismo, quien sabe de qué, con música estridente, abrazos, risas, selfis y el imprudente ritual monárquico de “el rey ha muerto, viva el rey”. Las cosas iban bien hasta que se perdió la prudencia.
¿Pero qué significa el episodio Estrada Ferreiro para la política sinaloense? Más allá de la sincronización de todos los poderes y la concreción de unanimidades para ir sin clemencia contra el que pudo ser, pero no quiso intentarlo, el mejor Presidente Municipal de Culiacán, tendría la utilidad pública del escarmiento a gobernantes incapaces de entender la circunstancia propia y desdeñan la esencialidad del voto desesperado queriendo corregir los enormes agravios del pasado.
La ruptura del paradigma donde tanta cercanía con López Obrador equivale a impunidad proporcional, debe visibilizarse en las plazas, museificarse en la conciencia social y adoptarse como amuleto de la 4T. Que nadie atropelle a los sinaloenses o violente la ley en nombre de un régimen de izquierda que no puede ni debe fallar porque es el último reducto de la esperanza. ¿Es esto lo que viene? ¿Lo entendieron así gobernantes y gobernados?
En Culiacán no ocurrió nada,
Más allá de lo que aquí es normal,
Sólo escapó Jesús Estrada,
Genio y figura hasta el final.
Algún asesor, señal providencial, asomo de racionalidad o posibilidad de juicio político le debe decir a Luis Guillermo Benítez que sí importa el hecho de que en este destino de playa hayan desaparecido 524 personas desde que él despacha como Alcalde. Y que los desplazados de la sierra, que llegaron al puerto huyendo de la violencia, tienen derecho a mejor seguridad pública. ¿O qué caso tiene todo lo que se hizo para meter en cintura a Estrada Ferreiro en Culiacán si otros presidentes municipales que le copian el boquiflojismo y valemadrismo reciben impunidad?