Volver a Galilea
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¿Cuántas veces sentimos que extraviamos el camino y debemos volver al punto de partida? ¿Cuántas veces vislumbramos que nos equivocamos y tomamos un sendero equivocado? ¿Cuántas veces percibimos que cerramos la puerta al amor, a la felicidad, y que debemos retornar a la encrucijada en que torcimos el rumbo?
No importa cuántas veces lo hayamos experimentado, lo esencial es que nos arrepintamos, reconozcamos el error y busquemos cambiar actitudes y comportamiento.
Esta misma experiencia fue la que tuvieron los primeros discípulos y discípulas de Jesús, como señaló el Papa Francisco en su mensaje de la Vigilia Pascual. Las mujeres caminaban desoladas al sepulcro, porque pensaban que a Jesús lo había derrotado la muerte y que sus sueños y esperanzas se esfumaban. Sin embargo, ante la tumba vacía comprendieron su equivocación, renació su esperanza y atendieron el mensaje de que lo encontrarían en Galilea, el lugar donde todo comenzó.
¿Cuántas veces nos acontece algo semejante? Nos topamos con la derrota, sentimos que todo ha terminado, sin darnos cuenta de que es el momento del verdadero comienzo. Es decir, nos dejamos vencer por nuestras preocupaciones, amarguras, cansancio, desilusiones, tristezas, agobios, dolores y desconfianza; pensamos que ya no hay nada por hacer, que las cosas no pueden cambiar y la alegría se apaga en nuestro corazón.
Efectivamente, nos declaramos incapaces, impotentes, estériles e incompetentes ante el mal, indiferencia, corrupción, desigualdades, odio, guerras, injusticias, enfermedades e incongruencias. En ocasiones, es la muerte quien nos azota y golpea al llevarse a nuestros seres queridos.
Aquellas mujeres, insistió el Papa, no se quedaron paralizadas ante la tumba, sino que corrieron a comunicar la buena noticia y dijeron a los apóstoles que volvieran a Galilea, al lugar donde comenzó la aventura.
¿Reemprendo el camino, o vuelvo -como Gardel- con la frente marchita?