Viviendo un momento de la historia

Juan José Rodríguez
13 diciembre 2020

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Fue buena la fiesta en los 90.

La pasamos bien en un mundo sin aflicciones, el Muro de Berlín había caído cuando teníamos 18 años y todavía nos faltaba cumplir 31 para ver caer de bruces las Torres Gemelas.

Es el gran momento de Europa, cuando el euro era la utopía de una gran nación como tercera vía entre unos Estados Unidos soberbios y una Rusia atrapada en guerras internas, oleoductos y flotas enteras de submarinos congelándose en el Báltico.

Podías entrar al mercado común europeo por la vía de España, todos los latinoamericanos, especialmente los países que fuimos de España, logramos entrar a Europa por esa ecuménica puerta.

¿Fuimos de España o fuimos España?, aún no lo definimos. El encuentro de dos mundos fue el nombre oficial de los primeros 400 años de que Rodrigo de Triana gritarse “Tierra a la vista”.

Se puso de moda en todos los veinteañeros ir a Europa de mochileros, era un tiempo que bajaron las tarifas de avión y si en los 60 eras un hippie rebelde, pues ahora te ibas a Europa con tu mochila backpack y a presumir que habías comido una manzana al día y dos latas de atún, eso sí, sentado junto a tu novia en la Plaza de la Concordia, ante una indiferente Torre Eiffel llena de luces, cuyo reloj marcaba cuánto tiempo faltaba para el año 2000.

Y también, cuánto tiempo faltaba para que tuvieras 30 años.

El 11 de septiembre marcó el fin del Siglo 20. El efecto colateral que más se sintió en nuestro País fue la crisis de las líneas aéreas. Se vino abajo el negocio y la calidad.

México vivió unas extrañas fiestas del Bicentenario de la Independencia y Revolución con un Presidente cuya ideología de derecha no simpatizaba con ninguno de esos dos movimientos.

Con todo lo patrioteros que somos, no fue tanta la bulla.

En 1985 hicieron más ruido con los 75 años de la Revolución, aunque más parecía un aniversario del PRI.

En la secundaria nos tocó ese año hacer honores a la Bandera lunes y viernes, además de cantar, gracias, solo en una ocasión, nuestro larguísimo Himno Nacional completo, con todo y las estrofas que ponen muy en alto al guerrero inmortal de Zempoala, un tal Antonio López de Santa Anna.

Esas misas laicas al menos nos han servido para saber algo de nuestra historia. Un poeta español decía que en España nadie pela a Carlos V, los Reyes godos o a Felipe, El Hermoso, pero aquí en México: Cortés, Cuauhtémoc, Hidalgo, Zapata y Pancho Villa están más vivos.

Así llegamos al Primer Centenario de la gripe española y nos sorprendió la actual crisis sanitaria.

La historia es un catálogo que nadie consulta porque consideran pasados de moda aquellos actos que los seres humanos son capaces e incapaces de emprender.

La historia es un dibujo de un solo color, trazado sobre el espejo roto que usó alguna vez la condición humana.

El espejo de obsidiana era usado por los aztecas para conocer el futuro o el inframundo.

Vivimos en el presente con una venda en los ojos, decía Milán Kundera.

Toda la vida caminamos dormidos y toda prueba es parte del viaje a casa.

La incertidumbre es el precio de ser uno mismo, así que no se sienta usted mal si le cuesta entender y aceptar el momento histórico que nos tocó vivir.