Vergüenza en el colegio por ser pobre
Suena triste y lamentable, pero este comportamiento en México es más común de lo que usted pudiera pensar. Sucede principalmente en la etapa de jóvenes estudiantes; desde secundaria hasta la Universidad.
Probablemente le venga a su mente algún matrimonio humilde o de clase media, que con muchos sacrificios trata de darle a sus hijos una vida mejor que la que ellos tuvieron. Y la mejor forma de darle a los hijos una movilidad social ascendente es a través de la educación.
La educación superior en México se ha masificado, y como en otros contextos, las instituciones de elite se han abierto. Hoy entran a las universidades más exclusivas, estudiantes de familias de clase media. Otros, lo hacen endeudados o con becas de la misma institución.
Este “Apartheid educativo” en palabras de diversos autores, es una forma muy legítima de dar oportunidades educativas a los sectores de la población más vulnerables económicamente.
En el contexto estadounidense hay estudios sobre el ingreso de afrodescendientes a las universidades de elite. El estadounidense Anthony Jack, llama “Privilegiados pobres” a los estudiantes de bajos recursos que recibieron becas para asistir a colegios de elite o que de algún modo han estado en contacto con clases sociales más altas fuera de sus barrios.
En el imaginario colectivo se tiene la idea de que en esas universidades se harán de Capital Social, es decir, que se relacionarán con otros estudiantes de mayor nivel socioeconómico y conocerán gente pudiente y poderosa. Que les servirá para tener acceso a un círculo de amigos de mayor status social, y a su vez, éstos les darán las facilidades para un buen trabajo. Años atrás era común que a las hijas se les mandaba a las mejores universidades para hacerse de un “buen partido” y casarse.
Pero, ¿Qué pasa cuando se encuentran frente a frente conviviendo grupos sociales tan desiguales económicamente? En muchos casos sucede que los jóvenes de recursos más limitados se avergüencen de su origen; de su condición social, de su domicilio, de su automóvil, y hasta de sus padres.
Pongamos como ejemplo, una familia de trabajadores que con gran esfuerzo paga las colegiaturas de su hijo en una de las universidades más costosas de Sinaloa. Tal vez, la capacidad intelectual le otorga dignidad y respeto entre los alumnos ricos de su grupo. Pero el estudiante humilde pronto comparará su ropa con la de sus compañeros. Mientras aquellos usan ropa de marca, él o ella estrena ropa cada mes de diciembre.
También se dará cuenta que sus compañeros van de vacaciones a Europa o Estados Unidos, una o dos veces al año, cuando él o ella rara vez sale de la entidad. Mientras que llega a la Universidad en transporte público o en un auto modesto, sus compañeros llegan en carros del año.
Si el estudiante de familia humilde es de valores frágiles, pronto saldrán las emociones y heridas de clase. Sucede que empiezan a pedir a los padres que no los acompañen a la escuela, o que les dejen un poco más lejos de la puerta de entrada. Evitarán ir a lugares públicos con los padres, o si aparece un compañero de clase, se sentirán muy incómodos y evitarán el encuentro a toda costa.
Lo interesante aquí, es que no importa cuantas veces los padres sientan el desprecio y vergüenza por parte de los hijos. Aquellos siempre los protegerán y querrán incondicionalmente.
A veces uno tiene que ser padre, para darse cuenta de que nuestros progenitores siempre nos dieron el mayor de todos los tesoros: su amor.
Es cuanto....
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