Una pena en observación
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Es difícil soportar la ausencia de un ser querido, pero es también cuando más se lamenta no haberlo gozado, ni cuidado, ni expresado suficientemente el amor, cariño y respeto que se le tenía.
Claro, no todas las experiencias son semejantes. Habrá personas que se sientan satisfechas por haber permanecido ligadas hasta el último instante con aquel íntimo capullo que la muerte deshojó. Lo cierto es que nadie se encuentra preparado para continuar solo su sendero. Todos celebramos la llegada del amor, pero lamentamos dolorosamente su inesperada fragmentación.
Sea como sea, cuesta superar todas las etapas del círculo del duelo y reanudar con entereza el camino que resta por recorrer. Sobre todo, urge transformar esa amarga experiencia en la colmena del corazón, para derramar su jarabe reconfortante en las personas que se tienen alrededor.
Carl S. Lewis, conocido por su obra “Las crónicas de Narnia”, durante la adolescencia se alejó de la fe y la reencontró hacia sus 30 años. En 1956 contrajo matrimonio con la también escritora Joy Gresham -17 años menor que él- quien falleció apenas cuatro años después a causa de cáncer, a los 45 años.
Derrumbado por el dolor, Lewis escribió “Una pena en observación” (obra que fue llevada a la pantalla con el título “Tierras de penumbra”), texto en el que narró su desconsuelo, fragilidad y desamparo: “El sufrimiento es el cincel que Dios emplea para perfeccionar al hombre”.
Reconfortado, agregó: “Si supiera que el estar separado siempre de H. y olvidado por ella eternamente pudiera añadir mayor alegría y esplendor a su ser, por supuesto que diría: «¡Adelante!». Igual que, aquí en la tierra, si hubiera podido curar su cáncer a costa de no volverla a ver, me las habría arreglado para no volver a verla”.
¿Supero mi pena?