Una nueva era
Ahora ocurrió en Colombia y en Francia. Mientras los colombianos votaron en segunda vuelta por Gustavo Petro, dejando atrás 20 años de uribismo, los franceses le negaron a Emmanuel Macron la posibilidad de formar un gobierno de su propia orientación política, posicionando como nunca antes a los extremos en la historia de las elecciones al Parlamento, tanto a la izquierda como a la derecha. ¿Se trata de una mera coincidencia o de un fenómeno político social de mayor trascendencia?
Con Petro suman ya 11 los gobiernos latinoamericanos autodenominados de izquierda. No hace mucho tiempo un joven universitario de escasos 36 años arrebató la presidencia de la República en Chile, Gabriel Boric. Lo mismo Xiomara Castro, en Honduras o Pedro Castillo, en Perú; así fue el caso de López Obrador en México y podría ser nuevamente la historia de Lula en Brasil, en unos meses. Cierto, hay matices dentro de la nueva izquierda latinoamericana al grado de dejar de lado las ideologías y buscar definirlos a partir de una nueva categoría.
En Europa, no sólo es Jean-Luc Mélenchon y su bloque de “la izquierda insumisa”, también es Marie Le Pen, del Frente Nacional, favorable a una política racial en la nación gala; o bien, Boris Johnson en Gran Bretaña y el Bréxit frente a la Unión Europea; y el pasado mes de mayo, hasta el Sinn Féin en Irlanda del Norte, considerado el brazo político del Ejército Republicano Irlandés, ganó las elecciones.
Evidentemente, lo acontecido en América Latina y en Europa también tuvo su expresión en Estados Unidos. Nadie veía llegar a Donald Trump y ahora, todos lo esperan de regreso en 2024. Dos continentes distanciados físicamente por la inmensidad del mar Atlántico, que ahora comparten el malestar de una era: el rechazo a su clase gobernante.
Sin importar la ideología, contrario a lo que suele suponerse, los nuevos vencedores se identifican por ser “opciones antisistema”. Lo suyo es la protesta o la denuncia mediante lo cual rompen viejos moldes, crean nuevos mecanismos y siguen patrones de comportamiento poco usuales. Son los llamados “outsiders” de la política. No son necesariamente “novatos”, pero sí contrarios a todo los representativo del pasado vigente. Se caracterizan por su procedencia, desde fuera de la esfera política; por encarnar una irrupción inesperada, al tomar por sorpresa al sistema político y la opinión pública; y ser un fenómeno electoral, capaz de competir frente a los políticos tradicionales. En nuestro país, dos políticos “outsiders” por excelencia son Vicente Fox y AMLO, en sus respectivas elecciones.
Entender el desarrollo de esta nueva era es urgente para quienes apostamos por la renovación de la vida pública desde el ímpetu de las instituciones y no desde la personalización del poder. Hablo de la “personalización” porque muchos de estos nuevos gobernantes están mandando o ya mandaron “al Diablo las instituciones”. Está en juego recuperar nuestro presente, dejando de lado el incesante deseo por regresar a un pasado que “ya ocurrió” y un futuro en el que hay muchas cosas por hacer. Pero, tal parece que no entendemos que “no entendemos”.
Para argumentar sobre esta ausencia de percepción del “tiempo”, de una era, les comparto una pequeña pero aleccionadora experiencia. Recientemente tuve la oportunidad de participar en una mesa de análisis con el Dr. Héctor Muñoz, Leonel Solís, Fernando Camacho y José Luis López Duarte. A todos ellos mi agradecimiento por la invitación.
En algún punto de la conversación argumenté sobre la falta de propuesta de parte de la oposición en México, lo que debilita la fortaleza de cualquier debate. José Luis López Duarte, quien es un periodista de gran renombre, prestigio y seriedad, argumentó en contra. Él considera que la oposición tiene una propuesta, es ampliamente conocida y esta generalizada en la opinión pública gracias a las redes sociales. No le falta razón. Pero hasta que lo escuché me di cuenta del “tiempo” tan distinto del que hablamos.
La elección del 2018 representa el futuro, una vez que ganó AMLO. Si se le desea encarar, se necesitan propuestas innovadoras, alternativas. El pasado no es alternativa. No es regresando al pasado que encumbró a tu adversario que triunfarás sobre alguien que ya te venció. Es urgente redefinir los términos de la competencia y desde ahí replantear otras coordenadas. Me explico.
Frente al intento de implantar una suerte de “nuevo nacionalismo revolucionario”, lo peor que podrías hacer es hablar de una “economía de mercado” a secas. Este modelo, que triunfó en la década de los 80’s generó a través de los años un malestar que trajo como consecuencia la llegada de “una nueva era”. Si volteas hacía atrás, bajo ese mismo formato, estarás entregando el futuro. En pocas palabras, hay que escaparse hacia adelante.
Poner a debate ideas con las cuales no se ha debatido. Yo no discutiría sobre la necesidad de una agenda social, es a todas luces necesarias, ese debate ya se dio y los electores votaron; debe llegar para quedarse. La oposición no tiene claro hoy a quién le habla ni qué le propone, sobre todo una agenda que los reposiciones en “el tiempo”.
Mientras la oposición regrese, una y otra vez, a las respuestas del pasado no se estará dando por enterado de los motivos que llevaron a los mexicanos a votar por Andrés Manuel. Por ejemplo, es de asombrar la cantidad de errores cometidos por este gobierno, pero la popularidad del Presidente no baja. En otras palabras, es tal el dolor y la indignación de buena parte de los mexicanos frente a aquellos que gobernaron, que prefieren seguir con el cúmulo de errores de la presente administración.
Fallé en convencer a un periodista de la calidad de López Duarte sobre este argumento, pero creo haber entendido por dónde empezar ... espero sea el caso de la oposición partidista.
Que así sea.