Una de varias salidas: la renta básica de ciudadanía

Pablo Ayala Enríquez
15 agosto 2020

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pabloayala2070@gmail.com


El domingo pasado dije que si echábamos mano de una estrategia radical podríamos detener la curva de contagios y fallecimientos: durante 14 días, prácticamente todo el país, quedarnos en casa. La estrategia se apoya en varios mecanismos, entre ellos, la renta básica de ciudadanía, y de la que expondré el qué, los pros y contras. Valga pues el intento.

El pasado 29 de julio, Gerardo Esquivel, subgobernador del Banco de México, con base en algunos datos contenidos en el estudio Los impactos esperados de la pandemia en México, señaló que la pandemia del Covid dejará “una multitud de nuevos pobres”, tantos como nueve millones que se sumarán a la masa de los 70 millones de personas que viven en condiciones de pobreza alimentaria, por ingresos o patrimonial.

La gravedad del escenario covideano, es que una persona con bajos ingresos, si no pasó este cierre de mes a formar parte de este grupo, está en riesgo de ser parte de él, si consideramos que el 83 por ciento de los empleos que se perdieron en el pasado descalabro económico percibían entre uno y dos salarios mínimos. Esquivel prevé que en 2022 volveremos a tener los mismos niveles de producción registrados antes de la pandemia.

Visto el panorama desde esta perspectiva, pensar en la posibilidad de pagar por una sola vez (dos o tres como más) una renta básica de ciudadanía, no parecería ser una idea más descabellada que algunas de las que hemos visto a lo largo del sexenio.

Como señala Philippe Van Parijs, la renta básica de ciudadanía, “es un ingreso pagado por el Estado a cada miembro de pleno derecho de la sociedad, incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin considerar si es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta y sin importar con quién conviva. Más escuetamente: es un pago por el mero hecho de poseer la condición de ciudadanía”.

Dada su finalidad, las fuentes de financiamiento, la situación económica actual y otros factores, nos recordará Van Parijs, la renta básica de ciudadanía representa una alternativa utópica, debido a que no parece razonable que a cualquier persona se le otorgue un recurso económico sin que ésta haga algo para “merecerlo”.

Esta suspicacia se remonta al tiempo en que san Pablo se dirigió a los tesalónicos en su segunda carta: “El hombre que no trabaje, que no coma”. Aunque para algunos la sentencia paulina tiene pleno sentido, dados los tiempos que corren, tomarla al pie de la letra, más que un acto de justicia, podría convertirse en una acción inhumana. Va un ejemplo controvertido para ponerle más candela al asunto.

Imaginemos que usted tiene una hija adolescente. Ahora imagine que por equis o ye razón la suspendieron un ciclo escolar debido a que cometió una acción muy grave, a decir del reglamento escolar. A menos que usted disponga de otra cosa, en sentido estricto, durante el tiempo que dure la suspensión, su hija no trabajará. ¿Le privará del alimento por su condición de desocupada? Más aún, ¿qué pasará si su hija aprovecha la oportunidad para enredarse en las sábanas hasta las 12 del día, sin acomedirse a nada en casa? ¿Le privará del alimento porque no trabaja ni merece recibir algo cuando no se esforzó por ello?

Seguramente usted dirá que es su hija y que por ello no puede dejarla tirada a su suerte, pero qué hay de aquellas personas que, sin hacer nada para merecerlo o, más aún, poniendo todo su empeño y esfuerzo se quedaron sin empleo y hoy no tienen nada que comer, ¿es justo dejarlas a su suerte en estos momentos?

Y aunque para los posibles destinatarios de la renta básica de ciudadanía esta podría ser una puerta de salida para muchos de sus problemas vitales (evitar salir de casa por tener que ir a trabajar o buscar en qué emplearse), desafortunadamente, en el contexto político-ideológico actual esta alternativa muchos la verían como una fantasía, como otro desvarío de la 4T, como una imperdonable fuga de recursos escasos que no nos podemos dar el lujo de despilfarrar, sin embargo, dichas razones no logran desmontar su viabilidad.

Al día de hoy, los programas de apoyo que entrega el gobierno van dirigidos a la población vulnerable, de ahí que mientras dure el encierro de 14 días, solo habría que hacer un desembolso para atender a aquellas personas que salieron afectadas por el coletazo de la caída de la economía. Tampoco se consideraría a las personas que forman parte de la pequeñísima franja que compone la clase media y, por supuesto, tampoco a quienes forman parte del dos por ciento de la población en México, es decir, los que ganan 40 mil pesos o más. En total, se requeriría asignar una renta básica de ciudadanía a unos 20 millones de personas, sacando los fondos del presupuesto aún no entregado de alguna de las megaobras que se están haciendo y que no tienen para cuándo concluirse.

Al igual que el resto de iniciativas gubernamentales, podría hacerse el anuncio un lunes en la mañanera, depositar el recurso a más tardar el jueves y el domingo, con despensa en casa, nos encerremos a cal y canto para evitar el contacto social y, con ello, detener la expansión del virus.

Como una medida adicional, el gobierno haría las gestiones necesarias para evitar que los servicios de agua potable y electricidad (donde los haya) no sean suspendidos por falta de pago, con el fin de evitar que la gente encuentre un pretexto para salir.

Así, con lo mínimo indispensable, pero suficiente como para sobrevivir sin penurias durante 14 días, como sucede en situaciones de excepción (guerra, terremoto, tsunami, huracán, deslave, erupción volcánica, inundación, etc.) nos quedaríamos encerrados en casa para darle el garrote a la expansión de los contagios, dando oportunidad de salir únicamente a las personas que laboran en hospitales, asilos, casas hogar, crematorios y demás espacios donde no exista otra alternativa que contar con la presencia de una persona sirviendo a otras.

Dicho en palabras de Van Parijs, la renta básica de ciudadanía no solo genera libertad real para todos al proporcionar los recursos materiales que la gente necesita para perseguir sus aspiraciones, sino que, en estos momentos, podría ser una alternativa excepcional, de emergencia, única, que nos dé una tregua ante el dolor, rabia y frustración que muchos sentimos.