Una cumbre frente al precipicio
La civilización occidental, que terminó por dominar al mundo e imponer su ideología, se encuentra en el umbral del precipicio. Incapaz, hasta el momento, de cambiar el rumbo, sigue caminando en la dirección equivocada llegando a un punto de no retorno. Y las Naciones Unidas, que habían sido todavía un resquicio donde se podía expresar la razón, la capacidad de la especie para pensar sobre su situación y su destino, está siendo capturada por quienes sacan provecho de este camino y nos llevan en esta dirección catastrófica.
Este 23 de septiembre de 2021 se realizó la Cumbre de Sistemas Alimentarios de Naciones Unidas, que fue convocada por la evidente necesidad de reformar el sistema alimentario dominante por ser una de las causas centrales en la destrucción de la biodiversidad (estamos provocando la sexta extinción masiva de especies), de la contaminación por el uso masivo de agrotóxicos (compuestos tóxicos utilizados en la agricultura se encuentran ya en todos los mamíferos del planeta), del desplazamiento de los pequeños y medianos productores por el control de los mercados y precios por unas cuantas corporaciones, de la alteración de las dietas tradicionales por la invasión de los ultraprocesados y su consecuente epidemia global de obesidad y diabetes y, de manera especial, por su contribución al cambio climático.
El cambio climático, el calentamiento global del planeta, como dice Noami Klein: todo lo cambia. Todas las condiciones son alteradas con el calentamiento global del planeta, con sus consecuencias, todo lo complica: el acceso a alimentos, al agua, a la educación, a la salud, a la seguridad. Como ya lo experimentamos, el cambio climático está provocando migraciones masivas, lo que se ha dado en llamar refugiados ambientales, el cambio climático desata la propia ingobernabilidad.
Y en este proceso, el sistema alimentario dominante es responsable de alrededor de una tercera parte de las emisiones de gases de efecto invernadero. El uso intensivo de agroquímicos (fertilizantes, plaguicidas, herbicidas) y el desarrollo masivo de monocultivos han vuelto estériles gran parte de las áreas de cultivo sometidas a este sistema. Estas tierras se vuelven sustratos sin masa orgánica, sin microorganismos (hongos y bacterias), sin insectos y lombrices. La masa orgánica, los microorganismos y los minerales forman el ecosistema básico de la tierra fértil. Y una parte fundamental de la masa orgánica es el carbono orgánico. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) describe a la masa orgánica como el resultado de un proceso en que “las plantas y animales que crecen y mueren dentro y sobre el suelo son descompuestos por los microorganismos, transformados en materia orgánica y mezclados con el suelo”.
La Cumbre, capturada por las grandes corporaciones de los agroquímicos y la alimentación, no toca el tema de la fertilidad de la tierra, se niega a poner en el centro de la reforma de los sistemas alimentarios la necesidad de transitar de los sistemas intensivos en agroquímicos y monocultivos a los sistemas diversos basados en el conocimiento y fortalecimiento de la fertilidad de los suelos. La Cumbre se niega a establecer el paso de la agroindustria intensiva basado en los agroquímicos a la agroecología. Y esto ocurre porque son justamente las corporaciones las que cooptaron la Cumbre.
Al acabar con la masa orgánica de los suelos, la agroindustria química provoca la emisión de enormes cantidades de gases de efecto invernadero, mientras los sistemas agroecológicos hacen lo contrario, capturan carbono presente en la atmósfera. Es decir, un sistema contribuye al calentamiento global y el otro lo combate.
Si además consideramos todo el ciclo de vida de los productos provenientes de un sistema y otro, veremos diferencias enormes sobre sus costos. Debemos considerar que el producto final del sistema alimentario dominante, el agroindustrial químico, son los alimentos ultraprocesados. El ciclo de vida que lleva al final a los ultraprocesados inicia con las emisiones e impactos de los insumos químicos utilizados en la siembra (fertilizantes, plaguicidas y herbicidas), las propias emisiones de los suelos al acabar con su materia orgánica, las emisiones del transporte, de su procesamiento, de la elaboración de los empaques y nuevamente de su transporte y distribución a los consumidores. A los impactos del ciclo de vida de estos productos deben sumarse los desechos, en su mayoría plásticos, así como los daños en salud provocados por el alto consumo de ultraprocesados, relacionados directamente con obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares, diversos tipos de cáncer y aumento de mortalidad.
La Cumbre de Sistemas Alimentarios fue llamada por Naciones Unidas con el fin de reformar el sistema imperante, para que sea sustentable, justo y saludable. Naciones Unidas tenía ya, operando durante decenios, el Consejo de Seguridad Alimentaria (CSA) abordando estos temas. El CSA había logrado establecer la estructura más democrática de cualquier organismo de Naciones Unidas incorporando el llamado Mecanismo de la Sociedad Civil y los Pueblos Indígenas con una representación de más de 300 millones de personas, principalmente pequeños productores. Este Consejo fue hecho a un lado y Naciones Unidas diseñó la Cumbre con el Foro Económico Global que representa a las corporaciones que, justamente, se han beneficiado de este sistema y que buscan mantenerlo, maquillarlo para que nada cambie.
Ante las protestas internacionales, la Cumbre ha incorporado en un plano marginal al CSA y toda la representación del Mecanismo de la Sociedad Civil y los Pueblos Indígenas tomó la decisión de no participar en la Cumbre desde el momento que esta ha sido capturada por los intereses económicos. El Relator Especial de Naciones Unidas por el Derecho a la Alimentación y los ex relatores han denunciado esta situación, así como muy diversas instituciones y organizaciones independientes. Al mismo tiempo que se realiza la Cumbre, se han organizado múltiples eventos convocados como Contra-Cumbres, denunciando esta captura de Naciones Unidas que nos mantiene en el rumbo a un punto sin retorno.
El Gobierno mexicano puede jugar un papel importante en la Cumbre mostrando los pasos que se han dado con el decreto para la salida de uno de los agroquímicos más utilizado, con daños a la salud, los polinizadores y el medio ambiente, el glifosato, y la prohibición de la siembra de maíz transgénico, además del avance con el etiquetado frontal de advertencia, demostrar la importancia de la creación del Grupo Intersecretarial de Salud, Medio Ambiente y Competitividad como un ejemplo para la búsqueda de un sistema alimentario sostenible, justo y saludable.
Desgraciadamente, dentro de este Gobierno también existe un grupo poderoso aliado a las corporaciones. Veremos cuál será la postura de la Secretaría de Relaciones Exteriores, si el Secretario Marcelo Ebrard habla de la necesidad de enfrentar el conflicto de interés y si señala el impacto de los ultraprocesados en la salud y el medio ambiente. Al parecer no lo hará, como lo manifiesta un comunicado de la SRE que recibimos las organizaciones que enviamos una carta al Presidente López Obrador pidiendo que la representación mexicana realizara una declaración en este sentido.
El Gobierno mexicano realizó un diálogo nacional para elaborar su postura ante la Cumbre de Sistemas Alimentarios y estos dos puntos fueron una demanda constante, veremos si el Secretario Ebrard respeta los resultados del diálogo.