Una colaboradora que se fue
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Cuauhtémoc Celaya Corella
celayacorella@hotmail.com
Hace un par de años, Inge, leí una columna en Noroeste, en la página de opinión, y al leerla descubrí por el texto, que era una pluma valiente, como se dice en el argot, y que sabía hilvanar ideas para expresar criterios. Seguí cada día martes la lectura y encontré que expresaba ideas sobre lo que acontecía en su entorno, y otros temas que le agradaba abordar.
Un día le envíe un mensaje felicitándole y buscando comunicarme con quien en ese tiempo cursaba una Licenciatura en Comunicación en una escuela especializada en formar nuevos agentes críticos que, con valentía, dicen lo que piensan y generan con sus conclusiones reflexiones en quien les lee.
Me enteré que era familiar de un conocido colaborador de este diario, que toca sobre temas de política, de sucesos del entorno sinaloense, escritos sentido ameno y de profundidad periodística.
En ocasiones, recortaba sus escritos y los pegaba en pizarras universitarias para que jóvenes estudiantes, que confiesan la idea equivocada de no leer periódicos, pudieran abrevar en el pensamiento de una joven como ellos, esas buenas reflexiones que en mucho ayudarán a tener una visión del mundo y de sus sucesos. Algunas veces vi a uno o dos, frente al escrito y con eso, me daba por satisfecho y pagaba el hecho de pegarlo en dicho medio interno de comunicación.
Así, leyéndole me enteré de sus avances académicos, de sus viajes por países sudamericanos, de la vida al interior de la Escuela Septién García de la CDMX, y algunas remembranzas de su vida juvenil en su natal Mazatlán. Hay tan pocos escritores jóvenes en Sinaloa que, siendo semillero de deportistas y ganadores de medallas olímpicas, no haya un semillero de escritores a pesar de las escuelas de comunicación en las universidades. ¿No se les enseñará y motivará para que escriban, Inge?
A lo mejor sí, pero ellos podrían preguntarse, ¿y dónde publico mis ideas? y ¿quién me leerá?
Muchos años estuve en la UAS y otros pocos menos en la hoy UAdeO, y ninguna tiene un periódico juvenil realizado por estudiantes, a pesar de tener facultades de comunicación. Ambas tienen frecuencia radial y la segunda desea un canal de TV. Y ¿Participan los jóvenes en formación profesional? Casi no.
Sin embargo la UAS tiene dos semanarios, uno para ensalzar al Rector y otro, con ciertas notas académicas de sus escuelas y facultades. No hay espacios para escritos de estudiantes, y en la UAdeO, definitivamente no hay, y la excusa es muy de estos tiempos: no hay presupuesto. Pero tampoco buscan por dónde.
La joven colaboradora, cada martes, titulaba su columna “La vida de acuerdo a mí” y firmaba con su nombre Alessandra Santamaría López. En la edición del martes 3 de diciembre último publicó su trabajo final. En su despedida expuso razones de su partida.
Había terminado sus estudios, se había incorporado al sector productivo en una empresa, de momento no abrazaba la idea de continuar estudiando una maestría, y lo que me llamó la atención fue: Ya no quiero ser periodista. Desde luego que se respeta la decisión personalísima que toma, pero la vena de la comunicación no creo que muera, a menos que descubra intereses vocacionales diferentes.
Es posible que eso hubiera sucedido, no lo dice, pero lo supongo, y no es raro, muchos profesionistas no ejercen lo estudiado, dado que la vocación indica diferentes caminos, sin embargo, la formación universitaria se convierte en un excelente salvavidas en la vida profesional, me consta.
Desde estas líneas se le desea un exitoso futuro en lo que emprenda y en lo que asuma como responsabilidad laboral, y agradecerle los buenos artículos que publicó con un elevado sentido de lo que es el periodismo de opinión. Siempre queda la puerta abierta para regresar.
Termino este trabajo, deseando y buscando que las nuevas generaciones de las escuelas de comunicación y periodismo se atrevan a escribir, a decir sus verdades sobre tantos temas que ahora agobian a la juventud misma, ante tanta desorientación y degradación social que la ignorancia, la pobreza cultural y la falta de ambición por ser un ser humano íntegro, se presenta en la mayoría de los integrantes de esa juventud adicta a la tecnología celular, a la comodidad y al confort y ausente del esfuerzo y el trabajo, como caminos para forjar el éxito profesional.
Y como ellos serán los directivos y hombres y mujeres de empresas de los próximos años, y además los futuros padres de familia de las generaciones que tendrán la responsabilidad de ser la clase productiva que impulse económicamente el estado y la zona del noroeste, qué interesante fuera que tomaran conciencia y desde ya, expusieran sus opiniones y expresaran sus perspectivas del mundo que los adultos hemos construido y que habrán de moldear a sus necesidades, logrando mayor progreso y mejores niveles de vida social.
Por eso lamento que se cierre la ventana de Alessandra y no se encuentre quien la sustituya.