Un simple paréntesis
En la guerra, un armisticio es la suspensión de hostilidades pactada entre pueblos o ejércitos beligerantes. Según la Convención de La Haya de 1899, suspende las operaciones de guerra por un mutuo acuerdo de la beligerancia. La paz -y no el armisticio- es considerada el fin de la guerra; por tanto, solo se dará por terminada esta cuando se consideran arregladas las causas que habían sido casus belli. Todo armisticio debe ser notificado oficialmente y en tiempo útil a las autoridades competentes y a las tropas, quedando suspendidas las hostilidades inmediatamente después de la notificación o en el plazo que fijen los contendientes. Si la duración no está determinada, las partes pueden reanudar en cualquier tiempo las hostilidades, previa advertencia al enemigo en tiempo convenido.
Mientras dure el armisticio, cualquier violación grave realizada por una de las partes da a la otra el derecho de denunciarlo y en caso de extrema gravedad, de reanudar las hostilidades inmediatamente. El derecho de los conflictos armados no internacionales -conjunto de normas del Derecho Internacional que regulan un conflicto armado que tenga lugar en el territorio de un Estado entre las fuerzas armadas del Gobierno y fuerzas rebeldes, o entre dos grupos rebeldes- deja de aplicarse cuando se firma un armisticio, pudiendo suponer este la rendición incondicional.
El armisticio puede ser general o local. El general suspende en todas partes las operaciones de guerra de los bandos o estados beligerantes. Por el contrario, el local las suspende entre ciertas facciones de los ejércitos en combate y en un radio determinado.
El 11 de noviembre de 1918 en un vagón de tren parado en el bosque francés de Compiègne, al norte de París, se llevó a cabo en el máximo secreto la firma del armisticio que terminaría con la Primera Guerra Mundial. Hoy, varios países siguen conmemorando el Día del Armisticio, que puso fin a uno de los conflictos más sangrientos del Siglo 20. Miembros del gobierno francés y británico, en representación del bando de los Aliados, impusieron sus condiciones de rendición a Alemania, la gran perdedora de la guerra.
A principios de 1918, Alemania se sentía fuerte. El año anterior, Rusia, que luchaba en el bando de los Aliados contra los alemanes, se había retirado de la guerra tras la Revolución Bolchevique. Y aunque los Estados Unidos habían entrado en el conflicto a favor de los Aliados, enviaban muy pocos soldados a Europa.
Así pues, en marzo del 2018, el ejército alemán lanzó la Ofensiva de la Primavera, y consiguió avanzar en territorio enemigo. Querían llegar hasta París y derribar al gobierno francés. Sin embargo, británicos y franceses resistieron su avance y, en pocos meses, los alemanes perdieron la ventaja numérica.
El Imperio Alemán se encontraba al borde del colapso: los suministros no llegaban al frente, la población civil pasaba hambre y sus soldados se negaban a cumplir órdenes o desertaban. El General alemán al mando, Erich Ludendorff, comunicó a sus superiores que la guerra estaba perdida.
El 8 de noviembre, representantes de Francia, el Reino Unido y el Imperio Alemán llegaron al bosque de Compiègne para negociar el armisticio. El acuerdo incluía unas duras condiciones para los perdedores, incluyendo la desmilitarización de Alemania y la compensación por los daños causados durante la guerra. Tenían tres días para aceptar.
El káiser alemán Guillermo II, máxima autoridad del Imperio, era contrario al armisticio. Así que el 9 de noviembre, el emperador abdicó del trono y partió hacia Holanda, donde se exilió. Las nuevas autoridades alemanas estaban listas para pedir la paz y así lo hicieron el 10 de noviembre.
Una vez ultimadas las negociaciones, el documento se firmó a las 5:12 de la mañana del 11 de noviembre y entró en vigor a las once de la mañana. Se suele decir que entró en vigor “el once del once a las once”.