Un salto a la libertad
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Conocí a Hellboy cuando era un bebé, él y sus cinco hermanos habían saltado de una camioneta que los llevaba al Mercado Campesino en Monterrey, Nuevo León, era un chivito bebé apenas igual que sus hermanos, cuando por alguna razón decidieron los seis saltar de ese vehículo que los llevaba directo a una muerte cruel llena de dolor.
El Mercado Campesino es en Monterrey el equivalente al cruel mercado Sonora en la Ciudad de México, estos mercados se caracterizan por tener animales vivos en sus instalaciones y asesinarlos ahí mismo para comerciar con su carne, alguna vez fui al Mercado Campesino a documentar esta crueldad y lo hice encubierta como si fuera una cliente más para poder conseguir imágenes de las condiciones insalubres de este lugar y también claro de su extrema crueldad, sin hacer ningún gesto de dolor tuve que pasar por la dolorosa experiencia de ver de muy cerca la manera en que chivos, conejos, cerdos y hasta palomas eran asesinados y despellejados frente a mí, el piso del mercado es de tierra no hay drenaje ni ninguna medida de seguridad y salubridad, entonces imagina el escenario, sangre podrida de animales que murieron hace días, pedazos de viseras descomponiéndose y trozos de piel y pelo entre la tierra, moscas, cucarachas, ratas y todo tipo de animales que disfrutan el festín que genera tanta podredumbre.
Una de las imágenes que más me recuerdo porque taladró mi mente y mi corazón es cuando llegué a uno de los puestos donde vendían “cabrito” (platillo típico de estos lugares) ahí podías ver cómo cabritos bebés asustados esperaban su turno de ser masacrados, se notaba el miedo en sus ojos y no estoy exagerando, en verdad pude ver el miedo en sus ojos, los chivitos bebés estaban a un lado de la mesa donde degollaban a sus hermanos, rodeados de otros bebés que ya muertos colgaban sin piel de las paredes de este puesto; para aturdir a los cabritos y no batallar tanto a la hora de degollarlos el matarife les daba patadas en la cabeza, sí, tal como lo lee usted, un adulto humano pateaba bebés en la cabeza para atontarlos y después degollarlos frente a sus hermanos, esto es tan horrible como se lee.
Hellboy, así le pusimos por sus grandes cuernos aludiendo a ese personaje de los cómics que venía del mismísimo infierno. Después de rescatarlo a él y a sus hermanos crecieron con nosotros, ellos nos dieron la pauta para fundar un Santuario, así que los vimos ser bebés y convertirse en adultos, unos chivos grandes, fuertes y libres, no quiero ni imaginar por lo que él hubiera pasado si aquel día, hace ya ocho años, él y sus hermanos no hubieran tomado la decisión de saltar del camión que los llevaba a aquel infierno, no hubiera podido correr por las mañanas, darse de topes con sus hermanos para tomar su lugar en la manada, esos cuernos imponentes nunca hubieran crecido para apuntar al cielo como diciendo “aquí estoy”, los rayos del sol de la tarde nunca hubieran recorrido su cara cuando se sentaba a descansar, nunca hubiera roto mil cercas para llegar a las bugambilias que tanto le gustaban y sobre todo nunca hubiera conocido la libertad.
Hace unos días Hellboy se fue, después de haber disfrutado ocho años de libertad y buena vida y estoy tan contenta porque pudo evitar su muerte en aquel lugar que no debería existir y de que pudimos darle tantos y tantos días de amor y cuidados, él fue un suertudo y un valiente, se fue pero me dejó su fuerza para seguir luchando por los miles de pequeños Hellboys que esperan su turno en las filas de la muerte.
Hellboy, enséñale a saltar de los camiones a todos tus pequeños hermanos para que puedan vivir como tu lo hiciste. ¡Nos vemos pronto, mi querido amigo!
@blankapola
Sinembargo.MX