Un poema heroico

Rodolfo Díaz Fonseca
01 julio 2020

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@rodolfodiazf

 

Podemos decir que todo ser humano, al nacer, recibe una pluma para que escriba con su vida un gran poema. No todo lo narrado será -necesariamente- epopeya, triunfo o hazaña; sin embargo, lo importante es que la barca arribe a buen puerto sorteando las tormentas de la travesía.

Ninguno vive sin experimentar dificultades o sufrimientos; empero, lo fundamental es que nos pertrechemos con acorazada filosofía que hinche nuestras velas al ardiente impulso de la fe, amor y esperanza.

Víctor Hugo, con nubarrones de melancolía, precisó: “Hasta la vida del más próspero tiene, en verdad, más días de tristeza que de alegría; por eso, tenemos afinidad con los cielos nublados”.

Empero, puede permanecer el cielo nublado, pero no totalmente cerrado. De nosotros depende eliminar nubarrones para que el sol resplandezca, porque si las condiciones son siempre favorables empobrecen el dominio de la voluntad, como afirmó Lou Marinoff: “Significa superar, no eludir, las dificultades. Las personas pueden alcanzar los mejores resultados en las peores circunstancias, pero pueden volverse consentidas y negligentes en condiciones favorables. Entonces se hacen insensibles al sufrimiento de los demás, cosa que a su vez limita su potencial para el crecimiento espiritual”.

Nichiren Daishonin, monje budista del Siglo 13, resaltó la importancia de las adversidades para templar vigorosamente el espíritu: “El hierro se convierte en una magnífica espada cuando es sometido al fuego y a los golpes”.

Todos estamos llamados a escribir un poema heroico con nuestra vida, como indicó Thomas Carlyle: “Puede decirse que no hay vida humana relatada con veracidad que no constituya en cierto modo un poema heroico. En la sucesión de acontecimiento de la vida más humilde y vulgar hay siempre una novela, apasionante en sus páginas alegres y en sus capítulos dolorosos”.

¿Escribo con mi vida un poema heroico?