Un fantasma recorre el mundo
López Obrador ya nos tomó la medida. Menciona un tema para mover el avispero, generaliza, no hace matices e insiste machaconamente cada vez que puede. Como respuesta, crujen los huesos hasta de los que estaban más acomodados a su sillón. Resulta que si el Presidente dice que la UNAM está generando un ambiente individualista y neoliberal, los que promueven el pensamiento individualista y neoliberal en la máxima casa de estudios se ofenden y hasta los que la ninguneaban salen a poner el pecho para defenderla. ¿Cuál fue la ofensa? ¿De qué van a defender a la UNAM? Lo que sorprende es que, incluso algunas mentes lúcidas no alcancen a ver más allá de la anécdota mañanera, que sin duda tiene objetivos políticos, pero más allá de eso lo interesante es que al abrir este tema nos inserta en un debate de alcance global. La realidad es que cualquier tema de la agenda público-política, el que sea, el que me digan, debe verse y pensarse como parte de la disputa ideológica que rebasa nuestro ámbito nacional. Por eso, cuestionar el neoliberalismo no es ofensa, o no debería serlo, porque en realidad, es tomar una postura desde el otro lado de la narrativa del tipo de sociedad planetaria que hemos construido. Pero para no confundirlos hagamos un poco de historia para ubicar el debate en que este tema está inserto. Poco después de la caída del muro de Berlín (9 de noviembre de 1989), Francis Fukuyama, prestigiado profesor estadounidense, publicó la tesis que sostenía que estábamos frente a “El fin de la historia”, ya que la pugna ideológica que había dado lugar a la división del mundo entre bloque soviético y el capitalismo estadounidense concluía con ese episodio que implicaba el triunfo del modelo neoliberal que ya estaba implantándose desde los años 70 en distintas partes del planeta. Lo que el Dr. Fukuyama sostenía es que el modelo económico basado en el libre mercado y en el achicamiento del estado le había ganado la partida al modelo que busca fortalecer al estado para que funja como árbitro responsable de las desigualdades propias de toda sociedad. Tomen en cuenta que con el triunfo del modelo del libre mercado se impusieron como los valores deseables la predominancia del individuo por encima del colectivo, del egoísmo como elemento de elección racional y el consumo como forma de vida. A partir de ese momento, gran parte de las economías del mundo, incluido México, se volcaron hacia el modelo ganador, que tiene como fundamento en lo político a la democracia electoral, basada en el voto individual de cada ciudadano convocado a votar y esperar la siguiente elección para volver a hacerlo.
Resulta, sin embargo, que el modelo neoliberal entró en crisis planetaria porque los valores sobre los que se ha estructurado han provocado la mayor desigualdad de la historia de la humanidad al generar extremos donde los más ricos del mundo podrían prácticamente comprar la mitad del planeta (Elon Musk, Jeff Bezos, Bill Gates, Mark Zuckerberg), mientras que la otra mitad, podría morirse de hambre en medio de una pandemia de obesidad por exceso de comida (globesidad). El Covid solo vino a evidenciar aún más este escenario y por eso no es gratuito que haya reacciones en muchos niveles, desde el Papa Francisco con su encíclica social, “Fratelli Tutti”, donde hace un llamado a revertir la desigualdad y las injusticias sociales, o el debate recurrente sobre imponer impuestos a las fortunas de los más ricos “tax the rich”, justamente en los países más ricos donde la desigualdad es también parte del panorama. A este debate también se suman los intentos desesperados para que se reconozca y reaccioné al impacto del cambio climático como resultado que el mismo modelo exacerbó, pero que solo puede enfrentarse cambiando el modelo de vida, que en algún momento se bautizó como MacDonalización (Ritzer, 1996). La experiencia colectiva más reciente y al mismo tiempo desconcertante frente al modelo neoliberal es la reacción de lo que se ha llamado en Estados Unidos “The great resignation” (la gran renuncia), donde los últimos meses millones de estadounidenses están dejando sus trabajos para repensar el sentido de sus vidas y nuevas formas laborales basadas en relaciones menos abusivas y de menor explotación.
Solo menciono estos ejemplos porque no puedo extenderme, pero el punto es insistir en que, cuando se señale al neoliberalismo como crítica, esto no se debería tomar como insulto personal, mucho menos para quienes han defendido ese modelo con ahínco durante décadas, porque la verdad es que el tema es de mayor profundidad que convocar a gritar goyas. Además, creer que señalar al neoliberalismo es una forma de ataque a una institución nos impide ver el panorama de manera más amplia porque, querámoslo o no, todos y cada uno tenemos como referentes los valores que este modelo económico y social ha reproducido durante décadas en absolutamente todos los ámbitos de nuestras vidas.