Un adiós a lo que representó el PRD
No me tocó ser parte de la experiencia del recientemente desaparecido partido PRD, pero sí de la movilización social olvidada que fue su origen. El olvidado Frente Democrático Nacional.
Recordemos a ese movimiento que llegó a unificar a la siempre dividida izquierda, inició como un desprendimiento crítico del PRI, la llamada Corriente Democratizadora, cuyo principal exponente fue el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, con el sagaz Porfirio Muñoz Ledo a la saga.
Dentro del PRI local, el movimiento no tuvo mucho eco, porque la disciplina de este partido aún era férrea. Monolítica, como el rostro de Fidel Velázquez.
El único que se manifestó públicamente los medios a favor fue el licenciado Jesús Ernesto Torrero Rodríguez, pariente mío. Algunos dijeron que todo era un capricho de Cuauhtémoc, deseoso de ser un príncipe heredero a la presidencia.
De las primeras alianzas y manifestaciones posteriores, vimos poco en la prensa. No había tantas agencias informativas y pocos canales públicos como las redes sociales.
Pero a pesar de la conspiración de silencio, la figura de Cuauhtémoc Cárdenas logró consolidarse y recuerdo que vino a Mazatlán en 1987 a una gira, mucho tiempo antes de que se concretara su candidatura.
Detalle de la época, su primera actividad fue en una reunión grande en el acceso de la UAS, y allá asistieron muchos connotados panistas, entre los que recuerdo al pintor Carlos Bueno.
Y de la iniciativa privada, también recordamos en la primera fila y vestido de traje el empresario Julio Berdegué Aznar, quien al final se acercó a Cuauhtémoc para manifestarle su apoyo y su agradecimiento a la figura de su padre. Hoy, uno de sus hijos está por encabezar la Secretaría de Agricultura.
Extrañamente y para sorpresa de todos, Cuauhtémoc se lanzó como candidato por el gerontocrático Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, agónico organismo que siempre se plegaba al lado oficial.
Me tocó ver de cerca muchas cosas porque a mis 17 años viajé mucho a la Ciudad de México, y no olvido cuando vi los muy viejos camiones de ese partido con la pancarta del anuncio de la candidatura avanzado por Reforma.
Sin embargo, ese movimiento fue creciendo más allá de la expectativa y la sorprendida izquierda, que entonces se dividía en el partido PMS - restos del antiguo PSUM y antes PCM-, que llegó a unirse con la fracción trotskista del Partido Mexicano de los Trabajadores al frente del respetado Ing. Heberto Castillo.
Surgió así el Frente Democrático Nacional. Solo el PRT con Rosario Ibarra de Piedra se mantuvo aparte de esa marea unificadora de un descontento nacional, espoleado por una necia crisis y el caos del terremoto del 85. Acción Nacional hizo su parte con el fiero Manuel J. Clouthier.
Los inicios de ese movimiento en Mazatlán fueron encabezados por universitarios. Recuerdo a Luis Antonio Martínez, Ernesto Pérez Virgen y Heriberto Arias, a quien yo conocía de la tertulia de Olas Altas. Su sentido del humor se me hacía incompatible con lo que por aquel tiempo entendíamos por política, una ocupación solemne de líderes hieráticos y sacerdotales.
Otra presencia frecuente era el diputado por el PMS, Enrique Rojas Bernal, esposo de la amiga poeta sinaloense Lourdes Sánchez Duarte y exitoso abogado y notario en la capital. Visitaba mucho al pintor Roberto Pérez Rubio. Ya nacido el PRD sería candidato a la gobernatura de Sinaloa.
¿Por qué no me integré a ese partido naciente, a pesar de mi simpatías y cercanías, incluso a dirigentes locales nacionales? El problema era el mismo que ha tenido la izquierda en muchas partes: el lograr acercarse y dar espacio a los jóvenes.
Aquí por un lado estaban Enrique Vega y Heriberto Arias representando a una clase pensante y pensativa, con la que yo tenía cercanía, y por el otro estaban los que se quedaron con el PRD local, los Super barrios, grupos del líder de colonias Miguel Ángel Gutiérrez, quien por años fue conocido como “el candidato de los 800 votos”.
Mas adelante vendrían otras generaciones, como la del periodista Juan Lizárraga y un segundo aire con la reintegración de los universitarios, el surgimiento de las brigadas del sol que atrajeron a los jóvenes a nivel nacional y las candidaturas ciudadanas.
A medidos de los 90 se hablaba de lanzar a Juan Millán, “sí y solo sí”, el PRI le negaba el derecho a ser candidato. Cosa que no sucedió. También se habló de invitar al empresario Juan Manuel Ley.
Contra Millán, Rubén Rocha Moya sería un entusiasta candidato a Gobernador y, posteriormente el PRD se decantaría hacia otro ex Rector del viejo PCM, el fallecido Audómar Ahumada Quintero, quien se haría fuerte en el Icatsin. Después el PRD se fue difuminando bajo el efecto morenista.
Vale la pena recordar el desempeño de otros viejos perredistas como Juan Nicasio Guerra, negociador en el conflicto zapatista y Camilo Valenzuela. (Una disculpa a quien omita, pero se me acaba el espacio y esta historia es digna de un reportaje).
El surgimiento del PRD quizás salvó a la izquierda sinaloense, fragmentada luego de la crisis nacional de Gascón Mercado y el conflicto por los espacios universitarios, una de sus pocas bases sociales.
Le dio una unidad más allá de la rebeldía de los grupos recién salidos de la clandestinidad y un discurso ya no tan dependiente de lo fue la Unión Soviética, eterno lastre desde el asesinato de Leon Trotsky que generó la desconfianza de una clase media asfixiada por la propaganda -y la realidad- de la Guerra Fría.
El PRD aspiraba a ser un partido social demócrata, a la manera de la izquierda liberal europea, pero este modelo de país no estaba preparado para eso. Aún somos una sociedad que ama a los caudillos, odia a los ricos y se siente realizada al merecer apoyos oficiales del insondable Papá Gobierno.
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