Tribunales
SinEmbargo.MX
Vaya problema, querido lector, en que está metida la Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Yasmín Esquivel Mossa. Las acusaciones de plagio de su tesis de licenciatura parecen muy difíciles de negar de manera creíble. Su respuesta rocambolesca e inverosímil, lejos de ayudarla, parece hundirla más en un pozo sin fondo. Lo cual me parece, como a muchos, muy grave, en tanto la abogada pretende convertirse en presidenta de la Corte.
No sabemos bien ante qué estamos, realmente. Es tan escandaloso que es hasta difícil de creer que habiendo cometido una falta tan grave y habiendo sido descubierta y exhibida mediáticamente, pretenda salir avante con ella. A mí, por lo menos, me sorprende ¿En serio pretende salirse con la suya, frente a todos, esgrimiendo argumentos fantasiosos o en serio no es culpable de lo que se le acusa pese a pruebas que parecen incontrovertibles?
Pregunto esto porque, le confieso, ya estoy harta del tono maniqueo de las redes sociales, donde la verdad es a menudo sustituida por sentencias de la masa sin rostro, acostumbrada a aventar una avalancha de piedras sobre cualquiera o sobre cualquier cosa. En estos tiempos, la duda y la mesura son los enemigos, más que la mentira y la injusticia. Juicios que se convierten rápidamente en verdades por ser populares, capaces de alimentarse como bolas de nieve, ya sea el último escándalo político o la película del momento. La magnificación del ruido vuelve más difícil el acceso a una reflexión propia, a la formación de una opinión.
Independientemente de las faltas cometidas, los tribunales mediáticos cada vez me parecen más intolerables. Ya sea por razones políticas o ideológicas, me empiezan a salir ronchas nada más de verlas en acción ¡Qué fatiga presenciar una y otra vez el mismo tuit, el mismo meme, las mismas palabras, el tono en el que la conversación pública transcurre! Todo un fenómeno que termina por banalizarlo todo, mientras desdibuja la verdad de los hechos.
No le resto importancia al multiescándalo que ahora nos ocupa. Es de la mayor gravedad, sobre todo por sus derivaciones. Es muy preocupante constatar la existencia de prácticas corruptas que durante décadas ha habido en las universidades para que personas se titulen y que muy seguramente tienen que ver con muchísimas más personas, incluidos profesores y alumnos, durante muchos años ¿cuántas personas no se han titulado con tesis plagiadas o maquiladas exprofeso? Y peor aún ¿cuántos de esos profesionistas han hecho carreras destacadas? Al parecer, no es difícil que esto suceda. Si un Presidente, una Ministra de la Suprema Corte, un Fiscal y un director de un centro de estudios han cometido plagios impunemente, eso debiera indicarnos que más bien debe ser una práctica común y tolerada. Una falta, una trampa que muchos que ahora se presentan como indignados amantes de la probidad probablemente han cometido ante la exigencia de cumplir con lo que consideran un trámite engorroso como es escribir una tesis y donde no pocos naufragan, antes de titularse.
Por supuesto, y hay que ser muy claros al respecto: el plagio es una trampa, un robo intelectual del trabajo de otra persona y es incorrecto. Debería ser desterrado de la academia y debe ser sancionado con firmeza. Sin embargo, esto no evita que sea verdad, también, que ha habido ocasiones en que las denuncias de plagio han sido un arma muy socorrida para librar guerras que poco tienen que ver con paladines fervorosos de la honestidad y más con animadversiones políticas o personales. Porque los policías del plagio no suelen revisar a sus amigos o cercanos ni, por supuesto, suelen cuestionar la moralidad propia ni de los suyos y cuando son señalados por corrupción, rápidamente justifican sus faltas como discutibles. Y es que ya sabemos que en el agua turbia que navegamos es la lucha por el poder lo que se mueve debajo, revolviendo la tierra.
Por supuesto, no es lo mismo una denuncia de plagio de trozos de Wikipedia, una obra colectiva y anónima de internet, en un escritor de ficción, que una denuncia del plagio íntegro de una tesis de licenciatura de una Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que además exhibe una red de corrupción de larga data cometida entre profesores y alumnos. En este sentido, la denuncia tiene una utilidad más que sobrada al evitar que quien ha cometido faltas graves ocupe un lugar que no le corresponde y al que no tiene derecho, así la motivación haya sido atacar un proyecto político.
Ante la crisis, las autoridades de la UNAM tienen la enorme responsabilidad de investigar y actuar en consecuencia y rápidamente. Sería completamente inadmisible que la aspiración de la Ministra Esquivel de presidir la Suprema Corte prosperara si hay evidencias de que cometió una falta que claramente la inhabilitaría, ya no solo como Ministra, sino como profesional. Por otro lado, la Universidad también tiene la responsabilidad de investigar una práctica que, evidentemente, ha tolerado desde hace décadas. Su prestigio está en juego y deberá investigar a todos aquellos que estén involucrados en una madeja que ha dejado ver muchos de sus hilos, en una avalancha de trampas.
No me parece, sin embargo, que este último escándalo vaya a servir de mucho, querido lector, para cambiar una cultura que tolera la trampa desde hace décadas. Esto, porque ha sido desmontada toda la narrativa “neoliberal” por este gobierno que priorizaba las instituciones y los mecanismos de rendición de cuentas, y se ha reintroducido la discrecionalidad y el patrimonialismo como moral pública. Es una triste paradoja, la verdad. Lo peor que podría pasarnos a todos es que cayera la vergüenza pública sobre la Ministra Esquivel, con sus feroces tribunales mediáticos, y todo siguiera exactamente igual.
Veremos qué sucede el año que entra, que este ya se nos fue. Le deseo un muy feliz 2023, que todos sus buenos deseos se hagan realidad para usted y los suyos.