Total...

Guillermo Osuna Hi
19 septiembre 2020

""

osunahi@hotmail.com

 

Acorde a las circunstancias, la celebración del 210 aniversario del inicio del movimiento de independencia encabezado por el cura don Miguel Hidalgo y Costilla, en la mayoría de los casos, se realizó sin masiva presencia ciudadana. Claro, no faltaron gobernadores y alcaldes que tuvieron grupos selectos formados por funcionarios e invitados especiales.

Irónicamente, con la élite de cada entidad, a la que poco o nada le entusiasma el orgullo nacional y a la que, en un momento dado de la criticable concentración, a la hora del queda bien con el anfitrión, le valió un comino las recomendaciones sanitarias que procuran bajar el número de contagios del C19.

En cuanto a formalidades de la ceremonia encabezada por el Presidente de la República, hay que decir que el equipo presidencial organizó un excelente evento y fue todo un acierto que se montara una simbólica antorcha para representar que la esperanza de un mejor país continúa vigente, a pesar de que algunos postulados independentistas continúen como tareas pendientes, tal y como es el caso de lograr conjuntar una sociedad más justa, meta que según mi parecer, el gobierno de la llamada 4T no conseguirá.

Otro detalle Ejecutivo que me gustó de este recordatorio del movimiento que nos dio patria, mal que bien la tenemos, fue la designación del presente año como el de doña Josefa Ortiz de Domínguez, la valerosa mujer que puso en juego libertad, vida y fortuna al decidir formar parte del grupo insurrecto que encabezó el movimiento de 1810.

Pero volviendo al punto, comentaba que la celebración del 210 aniversario del inicio del movimiento de independencia, resultó inédito, como están resultando nuestro comportamiento social o algunas acciones específicas de nuestra vida y lo mismo puedo decir, del proceder público del Presidente Andrés Manuel López Obrador, quien un día sí y otro también, se engancha con las críticas de los que considera como sus adversarios.

Por supuesto que el Presidente tiene derecho a responder a los que censuran sus acciones de gobierno, pero lo que no se vale, es que lleve el debate al grado de la trifulca callejera, tal y como lo está haciendo. Se le olvida al Presidente que en las discusiones hay niveles y que, en todo caso, sus respuestas deben corresponder a su elevada representación popular; que la inteligencia debe ser la base de su respuesta a las diatribas que le lanzan sus adversarios políticos, los cuales, también son sus gobernados.

Resulta lamentable ver que una muy buena parte del tiempo que le dedica a sus inéditas comparecencias diarias, lo desperdicie para responderle al “pueblo malo”, a descalificarlos y a marcarlos como enemigos públicos, con lo que los expone a la ira del círculo de extremistas que lo siguen.

Si en la vida ordinaria dedicarle dos horas diarias a la nadería, a tratar de justificarnos ante la sociedad, resultan todo un desperdicio, me imagino que en la agenda presidencial 120 minutos perdidos, resulta un acto imperdonable ¿se imaginan todo lo que se puede resolver en ese lapso?

También observo que no es mucho tiempo de gestión el que le queda al Presidente Andrés Manuel López Obrador, bajo circunstancias nada favorables para conseguir hacer realidad los propósitos de su plan de gobierno, de tal suerte que en mucho ayudaría al país, que se concentrara en su trascendente función y misión, permitiendo que sus críticos continúen en el ejercicio de su libertad de expresión, a sabiendas que muchos de ellos, a pesar de ser catalogados como grandes líderes de opinión, son plumas al servicio del mejor postor.

Total, el Presidente debe recordar que hechos son amores y matan cualquier maledicencia, tomando también en consideración, que si en el tramo de una existencia veinte años no son nada, cuatro se vuelven un suspiro dentro de un ejercicio presidencial, de tal suerte, que para bien del país, más vale que el Presidente se serene y que no se distraiga con el ruido de la plaza pública. ¡Buenos días!