Tómalo o déjalo
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fernando@garciasais.mx
@NandoGarciaSais
Las personas celebran contratos cotidianamente para satisfacer sus necesidades y gustos. La gran mayoría de los contratos que diario se realizan no se documentan en un contrato sino que simplemente se celebran en tiendas de conveniencia, al subirse a un transporte público y otra considerable porción de actos sí obran en documentos pero con la peculiaridad de que el consumidor carece de cualquier posibilidad de “negociar” el contenido. O lo toma o lo deja.
Imagínese cuando acude ante una institución financiera o ante un proveedor de servicios de telecomunicaciones. El contrato, materialmente, existe. Pero Usted lo único que puede decir es contratar o no contratar. Los juristas le llamamos “libertad de contratar”. Lo que le falta es la “libertad de contratación” entendida como la posibilidad de influir en el contenido (económico y jurídico) del contrato. Es el mundo de los contratos de adhesión en los que el consumidor navega relativamente solo.
Dicha soledad no pasa por alto que existe regulación federal para que ciertos productos y servicios sean ofrecidos cuando la autoridad haya revisado los “modelos” de contratos de adhesión para, presumiblemente, eliminar de ellos cualquier contenido abusivo. La realidad desborda a la ley y la práctica importa que circulen contratos de adhesión sin control administrativo alguno. La autoridad no alcanza para revisar todo ni para sancionar todo.
También la autoridad encuentra áreas de oportunidad. El conocimiento es absorbido por las prácticas burocráticas inherentes a la administración pública y por la falta de técnica inseparable de los países subdesarrollados, como es nuestro caso. La ausencia de un servicio profesional (en serio) de carrera sacrifica en perjuicio del País las metas que nunca se alcanzan, salvo en los discursos.
Para la economía de las familias y para la productividad nacional, cada peso que es extraído de manera abusiva de las carteras de los consumidores es un escalón más que se interpone para consolidar la economía de mercado con bienestar. John F. Kennedy lo dijo de la forma más magistral posible: “el interés nacional sufre”.
Afortunadamente, son más los contratos que se toman que los que se dejan. La economía requiere movimiento; el consumidor, suministro de satisfactores. Si los beneficios superan a los costos, estamos de gane. El infortunio reside en que la tranquilidad del consumidor se pierde cuando los contratos contienen disposiciones abusivas que, debiéndose tener por no puestas, surten todos sus perjuicios. Mientras tanto, la paradoja es la misma: tómalo o dejalo. Estás por tu cuenta.