Taxis vs Uber y todos los demás
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alessandra_santamaria@hotmail.com
@Aless_SaLo
Aunque los tiempos están cambiando, y cada vez las sociedades tienen más de qué quejarse, hay una actividad distintiva de la Ciudad de México, así como de la mayoría de las grandes ciudades del mundo, que la ha caracterizado durante décadas: las marchas.
En la capital mexicana, las protestas, los bloqueos y las manifestaciones de todo tipo y con cualquier fin, son cosa de cada semana. En lo personal, creo que el derecho a manifestarse es uno de los más importantes para las comunidades organizadas, y sobre todo aquellas que sufren de tantos ataques, inseguridades y carencias, como muchas que habitan en la CDMX. Los que vivimos aquí estamos acostumbradas a ellas. “Así son las cosas”, o “Aquí nos tocó vivir”, pensamos. Y a pesar de que en la mayoría de las ocasiones, estoy de acuerdo en el motivo con el que justifican las protestas, ayer lunes se desencadenó una con la que, según lo que escuché en mi trabajo y leí en las redes sociales, casi nadie apoya: la manifestación de los taxistas.
Desde las 5 am y más allá de las 2 de la tarde, taxistas se concentraron en distintos puntos clave de la CDMX, del Estado de México y aparentemente de otras 26 entidades del País para protestar en contra de los servicios que funcionan mediante aplicaciones móviles, es decir, Uber, Cabify, Didi y Beat. Los taxistas prohibieron el acceso a zonas como el Ángel de la Independencia y el Zócalo capitalino, y crearon un caos móvil de lo peor.
Por una parte, quiero entenderlos. Quiero ponerme en su lugar y empatizar con lo que debe sentirse que te están desplazando, quitando clientes y lo que considerabas “tu lugar” en el mercado. Pero no puedo, y no es porque sea una ferviente fanática del progreso tecnológico o de las empresas extranjeras. Es porque ante todo, busco mi seguridad, y he leído historia tras historia, año con año, de personas que son secuestradas o asaltadas dentro de los taxis rosas de la CDMX, o de mujeres acosadas, violadas, traficadas y asesinadas en la misma situación. Y no es que no pase con los servicios de estas apps. Lamentablemente, parece que usemos el transporte que usemos, algún tipo de amenaza nos acecha, pero hay opciones que son más peligrosas.
Los taxis convencionales no usan cámaras, no tienen con botones de pánico, no se puede compartir el servicio o seguir al vehículo por medio del celular, no usan GPS; y demás.
Lo lamento por el taxista que lo ha sido siempre y cuyo padre, tío, y tal vez hasta abuelo, fueron taxistas también. Pero en un mundo que ya supone un peligro inminente para nosotros, tenemos el derecho a buscar aquello que nos haga sentir más seguros.
Lo diré de nuevo: los tiempos están cambiando, y entiendo que sí hay cosas que, justificadamente, no deberían hacerlo. Profesiones como la de guía espiritual o chamán. Prácticas ancestrales, que van más allá de las costumbres y necesidades de la época. Pero todo lo demás debería estar abierto a la transformación; las maestras o los doctores de ahora no son los mismos de hace 50 años, porque no vivimos y necesitamos las mismas cosas que hace cinco décadas. Por eso las editoriales y librerías ahora venden libros digitales y auditivos; por eso la música se puede escuchar en disco, radio o por medio de una plataforma digital; por eso los movimientos artísticos evolucionan constantemente.
Lo siento, pero ser taxista no es una profesión sagrada, y si quieren su lugar correspondiente en la industria, tendrán que ganárselo y competir justamente. Tienen que ofrecer mejor servicio, tienen que garantizar un viaje seguro y agradable. ¿Por qué habríamos de preferirlos, si no?
En realidad, creo que esta marcha tuvo un efecto que no juega a su favor. La gente está molesta por el tráfico que provocaron y las incomodidades que esto significó.
No tengo familiares en esta industria, por lo que no puedo saber lo que la llegada de las apps de transporte privado le hizo a sus empleos, pero me consta que la opinión popular no está a su favor.