Superar la soledad

Rodolfo Díaz Fonseca
01 octubre 2024

Todos los seres humanos estamos interconectados por naturaleza; no fuimos hechos para vivir solos. El libro del Génesis señaló: “no es bueno que el hombre esté solo” (Gen 2,18). Por su parte, Aristóteles afirmó: “El hombre solitario es una bestia o un dios”.

Sin embargo, de ninguna forma se dice que no haya ser humano que pueda vivir solo; simplemente se constata que el hombre necesita de la comunión con los demás para desarrollarse sana e integralmente.

De hecho, algunas personas han decidido vivir en soledad para encontrarse a sí mismas. La historia es pródiga en ejemplos de hombres que se retiran al bosque o desierto, ya sean monjes, ermitaños, anacoretas o ascetas que buscan fusionarse con la naturaleza, porque encuentran que el hombre desvía su camino en sociedad cuando se deja llevar por el orgullo, soberbia o ambición, tal vez recordando la frase de Plauto y de Hobbes: “El hombre es lobo para el hombre”.

La soledad no es nociva, salvo cuando es impuesta. Como acentuó Campoamor: “Sin el amor que encanta, la soledad de un ermitaño espanta. Pero es más espantosa todavía la soledad de dos en compañía”.

Estos días, el encierro y la soledad nos han sido impuestos. De acuerdo a Haruki Murakami, en su obra Tokio Blues, la soledad es un fantasma que cercena nuestra capacidad de convivir y realizarnos:

“La soledad no es sólo la ausencia de personas. Es la ausencia de un propósito, la ausencia de significado. Cuando te encuentras en un mundo donde todo parece ajeno y distante, donde cada conexión es superficial y cada intento de comprensión se encuentra con indiferencia, te das cuenta de que la verdadera soledad no es estar solo, sino sentirse solo en un mundo que ya no tiene sentido”.

¿Supero mi soledad?

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