Suicidio, la puerta falsa a cerrar en Sinaloa
Demos a jóvenes motivos para permanecer

Alejandro Sicairos
20 abril 2022

Hay un dato estremecedor en el informe de sucesos letales ocurridos en Sinaloa durante el período de Semana Santa, que a nadie debiera permitirnos dormir en paz. Se trata de cuatro casos de posibles suicidios en tan pocos días, esa forma de morir donde el desconocimiento preciso de las causas le genera a la colectividad, y tendría que ser más fuerte en los gobernantes, el sentimiento de culpa porque alguna responsabilidad moral nos corresponde cuando una persona toma la decisión de quitarse la vida y meter a la familia en el angustioso pasadizo de la pérdida inexplicable e injustificable.

Sin móvil posible ni autoría intelectual o material punible, las inmolaciones por decisión propia acaban matando a los hogares con la cruel incertidumbre que les tatúa el crimen a los padres, hermanos y demás consanguíneos. Fenece a la vez la quimera del modelo de sociedad satisfecha por las oportunidades y felicidades disponibles, no se diga el sistema de gobierno y la obligación de éste de amparar la existencia humana desde el nacimiento hasta la muerte natural por vejez.

Ese elemento estadístico extrañamente incluido por la Secretaría de Seguridad Pública en el balance rojo de Semana Mayor remarca la creciente incidencia de autosacrificios decididos en la desesperación, ansiedad o frustración de las mujeres u hombres (niños, jóvenes o adultos) que optan por escapar de la vida a través de la llamada puerta falsa. Y qué desafío tan colosal significa para el Gobierno de Sinaloa y los Ayuntamientos implementar la gran estructura de salud mental para inhibir tales conductas.

Esta crisis de orfandad ciudadana en aquellos momentos que detonan actos de violencia donde la misma persona es víctima y victimario, saltó a la conversación pública en los primeros días del gobierno de Rubén Rocha Moya al reconocer en la conferencia semanera del 26 de marzo que en Sinaloa existe esa preocupante y lamentable incidencia ya que en un lapso de dos días hubo seis hechos en la región centro: en Culiacán en Alturas del Sur se dio la autoinmolación de un joven de 19 años; en Barrancos otro de 18 años; en Pradera Dorada un adolescente de l6 años, en el fraccionamiento San Fermín el caso de un muchacho cuya edad no se informó, en el penal de Aguaruto un reo de 35 años, y en Navolato un estudiante de 18 años.

En respuesta a esta realidad que muestra sólo los hechos que son del conocimiento público, pues la cifra negra de suicidios aún no ha sido definida con precisión, el gobierno deberá crear los sistemas eficientes de prevención, detección y atención a conductas que no son atribuibles a actos espontáneos e irreflexivos sino a la conjunción de factores de tensión y presión que toman tiempo antes de desencadenar las muertes.

El reporte de septiembre de 2021 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía informó que en 2020 se registraron en México 7 mil 818 muertes por lesiones autoinfligidas, lo que representa el 0.7 por ciento del total de fallecimientos y una tasa de 6.2 por cada 100 mil habitantes, superior a la de 2019 que fue del 5.65 por ciento. Los principales afectados son hombres de entre 18 a 29 años y en adultos mayores el índice crece conforme se acercan a los 80 de edad. Las situaciones que más influyen son depresión, alcoholismo, drogadicción, violencia intrafamiliar y maltrato infantil, pero en los dos recientes años la ansiedad causada por la enfermedad Covid-19 se agregó como causa circunstancial.

Se ha tardado el aparato público en implementar la gran estrategia de salud mental que apremian la pandemia de coronavirus y la alta cantidad de suicidios. Ya es hora de aprender a escuchar ese grito silencioso de auxilio que solicita la ayuda rápida del Sistema de Salud, mientras se establecen los mecanismos de involucramiento ciudadano que ataquen el problema desde el origen, cuidando y acompañando al prójimo. La Organización Mundial de la Salud alerta que una de cada cien muertes que ocurren en el planeta es por personas que se privan de la vida ellas mismas. Y por cada acto consumado existen veinte que no llegan al término letal.

En Sinaloa, cada vez que alguien se quita la vida estamos obligados a preguntarnos por qué lo hizo y empezar a superar el estigma que impide que las familias de las víctimas y la población en general abordemos este tema. Crear las condiciones de base para dedicarnos a atender el suicidio que sí es prevenible siempre y cuando se dé la intervención oportuna y se destinen los recursos públicos necesarios para actuar contra esta otra pandemia de nuestros tiempos que insistimos en ocultar bajo tapetes de negligencia.

Todo está en incentivar en los jóvenes la voluntad y motivos para permanecer. Hacerles menos complicado el acceso a oportunidades de crecimiento personal, familiar, laboral, intelectual y de cualquier herramienta para la vida digna. Que sean capaces de enfrentar y vencer los retos a sabiendas de que el gobierno y los ciudadanos hacemos causa común con ellos. Estimarlos y aceptarlos como son e incluirlos con la enorme valía de sus capacidades.

Seamos la mano extendida,

a la cual ellos se aferren,

Y encuentren motivos de vida

Que las salidas falsas cierren.

Parece que no hacen mella los tres “chapulines” del Partido Sinaloense que en el Congreso del Estado brincaron de la bancada del PAS a la de Morena, pero la alteración en la correlación de fuerzas políticas de la 64 Legislatura local se reflejó ayer en el ajuste de las comisiones parlamentarias y por esos tránsfugas de la curul hasta el PRI resultó beneficiado al convertirse en la segunda fracción con mayor representación en la Cámara. ¿Ya acabó el operativo morenista para “robarle” diputados al PAS? Todo indica que no.