Sociedad y notariado

Fernando García Sais
05 diciembre 2015

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In memóriam, José Joaquín García Blengio

 

Los notarios en el estado formamos parte del Consejo Estatal de Notarios. Por ley, es una institución de interés público y autónoma. Es una garantía para la sociedad ya que tiene como finalidad que el servicio notarial sea competente, eficaz, digno y responsable. Al consejo pertenecemos todos los notarios, por el hecho de serlo. Es la única agrupación obligatoria y vinculante para los notarios en Sinaloa.

De manera paralela al Consejo Estatal, es posible que surjan asociaciones privadas entre notarios, como acontece en Culiacán, Los Mochis y Mazatlán. Estas asociaciones civiles nacen a partir de un contrato que tendrá los atributos y peculiaridades que hayan decidido otorgarle. Pertenecer a estas asociaciones no es necesario ni obligatorio. Su pertenencia o falta de pertenencia no puede, válidamente, condicionar las actividades de los notarios que no quieran asociarse. De hecho, hay muchos notarios que por distintos motivos no han tenido interés de participar como asociados de algún colegio de notarios, o lo han dejado de ser.

Por la importancia que el derecho de asociación tiene, por interpretación de la Constitución, la Corte ha dicho que los profesionales pueden formar parte, incluso, al mismo tiempo de diversos colegios del mismo gremio. Formar parte de ellos implica asumir responsabilidades y cargas respecto del cumplimiento de sus metas; dirigir al ente, implica administrarlo, en un sentido organizacional y financiero. El presidente es un administrador que está dispuesto a trabajar por sus colegas, con los sacrificios que ello implique. Lo mismo, en general, respecto del Consejo Directivo.

El derecho humano de asociarse libremente conlleva a la consecución de fines lícitos, que no sean contrarios a las buenas costumbres o a las normas de orden público; esto es, la consecución de objetivos plenamente identificados, cuya realización sea constante y permanente.

De ello dan cuenta los estatutos sociales del Colegio de Notarios de Mazatlán. Son elocuentes respecto de su finalidad: vigilar, defender y procurar el óptimo desarrollo de la actividad notarial; fomentar la unidad y la organización de los notarios; preparación de tareas académicas; la publicación de literatura jurídica; así como el respeto a un conjunto de principios que buscan el ejercicio ético de la profesión: moralidad, decoro, ética y legalidad.

Como toda organización de la sociedad civil, su existencia es plausible: las sociedades democráticas modernas necesitan de instrumentos organizados para materializar sus ideas e ideales, para adquirir y conservar el poder (en este caso “privado”). La consecución de metas sin el esfuerzo colectivo, se puede tornar en un despropósito, de la misma manera que la búsqueda de unidad de sus integrantes sin una meta clara y definida.

La pluralidad democrática propia de las sociedades -las más avanzadas, entre ellas- conduce a que exista también una pluralidad de agrupaciones sociales. Por ello la Corte ha sido contundente en que la autoridad no debe prohibir a los ciudadanos asociarse, ni restringir su derecho a permanecer en la asociación o a renunciar a ella, ni tampoco obligarlos a asociarse. Los monopolios producen estancamientos organizaciones y mentales: la competencia incentiva la innovación y produce bienestar.

Contrario a la idea, peregrina e infantil, de que la pluralidad de asociaciones o colegios de profesionales de un mismo sector y en una misma ciudad promueve la división, las sociedades se benefician de la pluralidad democrática misma. Por un lado, se promueve el respeto a los derechos humanos y, por el otro, la competencia entre las asociaciones provoca que haya nuevos actores, a ese nivel, luchando por conseguir resultados colectivos. Un proceso beneficioso, en suma, para la sociedad.

Una colectividad en la que todos sus miembros interpreten la realidad de la misma manera, es impensable y, ciertamente, lamentable. Afrontar los retos que (los mexicanos, los sinaloenses, los mazatlecos) tenemos por delante, implica la compleja tarea de identificar esos retos como comunes y, posteriormente, diseñar una estrategia para alcanzarlos, enfrentarlos, superarlos. La mera identificación de esos retos implica esfuerzos colectivos.

El notariado enfrenta cambios radicales en su manera de ser. Una cuestión ontológica vinculada con el deber ser de la profesión (deontología) que se halla impregnada (y con mucha intensidad) de una nueva manera de entender el fenómeno jurídico. Si normativamente el notario es un abogado al que el Estado le ha delegado la fe pública, y es un colaborador del fisco y de otras autoridades, junto a esa concepción estática, el notario debe adaptarse a la llegada de las nuevas tecnologías, a la evolución normativa y jurisprudencial, a nuevas dinámicas en el mercado.

Los ciudadanos somos conscientes de la necesidad de generar condiciones de mayor competencia, de eliminar las barreras de entrada, de contender con la participación de operadores económicos de diversos países. La mayor adquisición de consciencia -y creo que esto es lo más relevante— de los ciudadanos y consumidores respecto de su papel en el mercado, son sólo algunos elementos que nos permiten deducir esa evolución.

En atención a la capacidad que tengamos de adaptarnos a las nuevas circunstancias, la sociedad recobrará el aprecio por el notariado. La sociedad está interesada en disfrutar de mejores servicios notariales. Debemos propiciar que la puerta de acceso a la función se abra lo más ampliamente posible para permitir el acceso a la función a mejores abogados, mejor formados, con experiencia y con valores éticos. La sociedad por su parte debe vincularse más respecto del nivel de crítica de quienes entran y de quienes lo ejercemos. En el momento en que la comunidad cuestione el talento, la formación, el prestigio y la ética de los abogados que aspiran o que ya lo ejercen el notariado recobrará su lugar.

Para ello, el notariado debe trabajar con las puertas abiertas y permitir el escrutinio público: nuestra función tiene elementos públicos importantes y relevantes por sus rasgos originarios (ejercicio de una función que es propia del Estado: la fe pública) que conllevan a la prestación de un servicio profesional, no particular, sino público.

En el mes de diciembre se renovará la única agrupación, que hasta el momento existe, que integra de manera voluntaria a los notarios púbicos en Mazatlán. En los próximos días conoceremos y debatiremos las propuestas de trabajo -esperemos sean ambiciosas- para la integración de la nueva directiva del Colegio de Notarios de Mazatlán, de cara a la entrega de los resultados que haga la directiva saliente.

Seguramente, no se dejará pasar la gran oportunidad de continuar hacia el enriquecimiento de nuestra función privilegiando la discusión y el debate de las grandes áreas de oportunidad que el notariado en Sinaloa (y en otras partes) enfrenta y teniendo como bandera la solidaridad gremial.

 

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@FGarciaSais

Notario 210 en el Estado de Sinaloa