Sobre la consulta popular para enjuiciar a los ex presidentes

Daniel Ramírez León
30 agosto 2020

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ramirezleond@hotmail.com

La política es el oficio de los sentidos. Esa capacidad de escuchar con atención, de observar detenidamente e intuir con la ayuda del olfato la realidad que se tiene enfrente. Entender la política requiere contacto popular y sensibilidad. Caminar. Involucrarse. Meterse de lleno a los problemas que aquejan a la gente para construir de abajo a arriba las soluciones que se esperan.

La democracia representativa es insuficiente. El político no lo sabe todo. Frecuentemente sabe casi nada. Lo mueve la inmediatez del cargo y lo inesperado de su coyuntural arribo. Aprender el oficio le lleva tiempo y la sociedad tiene prisa.

Avanzar en fortalecer y ampliar los mecanismos de democracia participativa es fundamental. Permitiría a las y los ciudadanos incidir en los temas de interés público. Regresarle el sentido público a la política y visibilizar los temas que la clase política del viejo régimen, blindaron para que no se discutieran y estuvieran lo más alejados de los reflectores. Silenciosamente seguros.

Se trataba de preservar el status quo y la enorme riqueza que la clase dirigente amasó a partir de la “Reforma del Estado” promovida por el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari, que prometía la construcción de un Estado moderno, por lo que había que “adelgazarlo”. De un plumazo, la riqueza nacional pasó a manos privadas. Desde Salinas hasta Enrique Peña Nieto, ese ha sido el modelo político y económico predominante: hacer grandes negocios privados con los bienes públicos, mientras la mitad de la población vivía en situación de pobreza.

Pues bien, esa clase política fue derrotada electoralmente en 2018, pero gran parte de sus ilegales negocios con el aparato público, continúan estando ahí. Desmontarlos llevará años. Reemplazarlos probablemente décadas. Democratizar por completo la vida pública no se hace de la noche a la mañana.

Consolidar la Cuarta Transformación requiere mucho más que la voluntad de un sólo hombre. Se necesitan votos. Los suficientes para lograr los triunfos electorales en 2021 y 2022, para mantener la mayoría parlamentaria en la Cámara de Diputados y el cargo de Presidente de la República.

Andrés Manuel López Obrador, sabe que su proyecto político descansa en la democracia participativa. Vencer el abstencionismo es el camino estratégico trazado. Es esa la clave que en gran medida explica la intención del Presidente de realizar la consulta popular para enjuiciar a los ex presidentes, el 6 de junio de 2021, mismo día en que la ciudadanía elegirá a sus gobernadores, diputados federales y locales y presidentes municipales. Sin embargo, la autoridad electoral recientemente afirmó que la consulta debe realizarse dos meses después de las elecciones.

Como sea, le salió caro a los legisladores del PRI y el PAN su negativa de que AMLO apareciera en la boleta del 2021. Sabedores de que las elecciones intermedias son históricamente adversas al poder presidencial, demostraron su convicción antidemocrática y apostaron al abstencionismo y a la movilización del voto duro. Erraron.

Nada es más apetitoso para un electorado “con hambre y sed de justicia”, que la posibilidad de enjuiciar a un todopoderoso. En la narrativa presidencial, a un jefe de la mafia.

Con la precisión de una maquinaria tourbillon de cuerda manual, el Presidente López Obrador se prepara para someterse a las urnas y llevar a los ex presidentes a que asuman su responsabilidad política ante el gran juez: el pueblo y la historia.