Slim al rescate, ¿corazón de oro o solo oro?
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@jorgezepedap
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Este miércoles se anunció que la Fundación de Carlos Slim desembolsará varios cientos de millones de dólares para que los mexicanos puedan tener vacunas contra el Covid lo más pronto posible. En una operación vertiginosa, y con la aprobación del gobierno mexicano, la Fundación logró convencer al binomio de la Universidad de Oxford, creadores de la fórmula, y al laboratorio AstraZeneca, a cargo de las pruebas y eventualmente de la fabricación de las vacunas, para producirlas en Argentina y México. Para poder distribuirlas en el mercado a principios del año próximo, AstraZeneca tenía que producirlas desde ahora pese a que la vacuna aun se encuentra en la fase tres y podría no ser aprobada por las autoridades sanitarias. Para acortar tiempos, la Fundación Slim ha puesto el cheque que, en el peor de los casos, podría ser a fondo perdido. Incluso si se aprueba, solo se recuperaría el capital aportado a razón de 4 dólares por dosis. Se anuncia un total de 150 millones de vacunas, lo cual supondría un desembolso de 600 millones de dólares.
El anuncio ha dado lugar a toda suerte de reacciones en la opinión pública. Desde los que consideran salvador de México al millonario de origen libanés y afirman que debería ser el Presidente de México (bajo la premisa de que lo haría mejor que mandatarios empresarios como Berlusconi en Italia o Trump en Estados Unidos), hasta críticos que opinan que es lo menos que puede hacer considerando los 50 mil millones de dólares que vale su patrimonio, extraído gota a gota “de todos los mexicanos”. Y, desde luego, no faltan los que aseguran que una vez pasada la primera entrega de 150 millones de vacunas que recuperarían la inversión, lo que seguirá es un negocio redondo para los años por venir. O sea “busines as usual”.
A mí me parece que en realidad Slim no es un mal tipo para tener tanto dinero. Nunca ha sido ostentoso, nadie puede hablar de su yate descomunal o su avión faraónico, sus hijos no son juniors insufribles ni mucho menos, y desde hace años dedica la mayor parte de su tiempo a la filantropía. Lo que sí es cierto es que resultó alguien con enorme capacidad para aprovechar las peculiares circunstancias de nuestro capitalismo amañado.
Nunca entendí el orgullo que despertaba entre muchos mexicanos que Carlos Slim fuera considerado el hombre más rico del planeta, hace ya algunos años. Como si eso significase un triunfo del Tri en el Mundial o una medalla de oro olímpica en clavados. Que el dueño de Sanborns superara a cualquier millonario de Estados Unidos, Europa o China, zonas mucho más prósperas, solo significaba que la desigualdad en nuestro país era tal que podía producir una acumulación de riqueza absurda e incomprensible. Algo de lo que lo deberíamos estar avergonzados, no orgullosos.
En última instancia Slim no es culpable de ningún delito hasta donde se sabe, ni ha estado envuelto en escándalos de corrupción, lo cual ya en sí mismo es de llamar la atención en nuestro medio. Tampoco es que eso lo convierta en dama de la caridad. Ningún millonario llega a serlo pidiendo permiso y ofreciendo disculpas. Los mexicanos que forman parte de la lista de Forbes no son mejores ni peores personas que los dueños del dinero de otras latitudes. Son individuos que han nacido o se han colocado en las posiciones en las que pueden aprovechar oportunidades y gozan de un extraordinario talento para hacer dinero, de la misma manera que otros tienen habilidades superlativas para contar chistes, dibujar un rostro o pegarle a una pelota. Que en México hayan surgido ballenas de este tamaño en un mar de tan poco calado tiene que ver con la eliminación de muchas otras especies que podrían hacerles mella y que sí operan en Francia, Canadá y países similares: empresarios competitivos, estado de derecho, rivales extranjeros, reguladores antimonopólicos, autoridades honestas, etcétera. Nuestro top ten del billete es el resultado de una economía distorsionada, en la que unos cuantos gozan de privilegios y actúan en mercados cautivos propicios para el sobreprecio y a la manipulación. No son las personas sino las circunstancias; no es que sean más listos o más desalmados que los millonarios argentinos, brasileños, turcos. Simplemente encuentran mejores condiciones para la acumulación desmesurada.
En beneficio de Slim debo decir que, a diferencia de la mayor parte de los ultra millonarios del país, que como la selección mexicana se convierten en alfeñiques al enfrentarse a ligas superiores, el dueño de Telmex ha tenido éxito en otros mercados: Clarovideo es líder en telefonía y cable en varios países de América Latina, grupo Carso tiene fuerte presencia en España, y en Estados Unidos no ha carecido de éxitos aunque también ha padecido sonoros fracasos.
Tengo la impresión de que de un tiempo acá, Carlos Slim parece estar más interesado en su imagen, en su legado, en su responsabilidad frente a la situación del país sabiéndose señalado, que en acrecentar su fortuna a cualquier costo. Vamos, para ponerlo en términos bíblicos, parecería estar buscando las puertas del cielo, porque en materia terrenal ya es dueño de todo el edificio. Bien por él y mejor por nosotros. Hay razones para agradecer que así sea, pero tampoco para endiosarlo. No es el equivalente del Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado, pero no está mal que haga un esfuerzo inusual considerando que buena parte de su fortuna surgió de rentabilidades y márgenes de operación que debieron quedar en manos de muchos otros mexicanos. No se trata de satanizarlo ni beatificarlo, solo de festejar que esta vez haya pensado primero en México.