Sinaloa y la Monkeypox (viruela del mono)
La viruela del mono es una enfermedad zoonótica rara causada por el virus de la viruela del mono, un ortopoxvirus relacionado estrechamente con el virus de la viruela humana (variola virus). Aunque la viruela del mono ha sido conocida por varias décadas, su relevancia global ha aumentado en los últimos años debido a brotes fuera de sus áreas endémicas tradicionales en África.
Estos brotes han suscitado preocupaciones sobre la posibilidad de que la viruela del mono se convierta en un problema de salud pública global como el SARS-CoV-2 (el que causa Covid).
El virus de la viruela del mono se transmite principalmente a los humanos a través del contacto directo con fluidos corporales, lesiones cutáneas o materiales contaminados. Los brotes recientes han destacado la importancia de la transmisión por contacto directo, especialmente en poblaciones con comportamientos sexuales de alto riesgo.
La transmisión a través de gotas respiratorias grandes es más probable durante el contacto prolongado y cercano, lo que subraya la necesidad de medidas de control en entornos de salud y en comunidades donde se detecten casos.
El período de incubación de la viruela del mono generalmente varía de 6 a 13 días, aunque puede oscilar entre 5 y 21 días. La enfermedad a menudo comienza con síntomas inespecíficos, como fiebre, dolor de cabeza, mialgia, fatiga y linfadenopatía, que preceden a la aparición de una erupción cutánea característica. La erupción comienza generalmente en la cara y se extiende al resto del cuerpo, incluyendo las palmas de las manos y las plantas de los pies. Las lesiones cutáneas evolucionan desde máculas a pápulas, vesículas, pústulas y finalmente costras que se caen después de 2 a 4 semanas.
La viruela del mono suele ser autolimitada, con síntomas que duran de 2 a 4 semanas. Sin embargo, las cepas más virulentas, como la de la cuenca del Congo, pueden causar complicaciones graves, incluyendo infecciones secundarias, bronconeumonía, sepsis, encefalitis y afectación corneal, que puede llevar a la pérdida de la visión. La tasa de mortalidad varía entre el 1 por ciento y el 10 por ciento dependiendo de la cepa y el acceso a la atención médica.
El diagnóstico de la viruela del mono se basa en la sospecha clínica y se confirma mediante pruebas de laboratorio. Las pruebas de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) son el estándar para la confirmación del diagnóstico, utilizando muestras de lesiones cutáneas. Dado que la presentación clínica puede confundirse con otras enfermedades exantemáticas, como la varicela o la sífilis, es crucial un diagnóstico diferencial adecuado.
No existe un tratamiento específico aprobado para la viruela del mono. Sin embargo, los antivirales como el tecovirimat han mostrado eficacia en estudios preclínicos y en casos de uso compasivo. El manejo de la enfermedad es principalmente sintomático y de soporte, centrado en la prevención de complicaciones y la reducción de la transmisión.
La vacunación con la vacuna contra la viruela ha demostrado ser eficaz para prevenir la viruela del mono. Aunque la vacunación universal contra la viruela se detuvo tras la erradicación de la enfermedad en 1980, las vacunas de nueva generación basadas en el virus vaccinia (como la vacuna MVA-BN) se han desarrollado y se han utilizado en respuesta a brotes recientes de viruela del mono.
El control de los brotes de viruela del mono requiere un enfoque integral que combine la vigilancia epidemiológica, la rápida identificación de casos, el rastreo de contactos, la implementación de medidas de aislamiento y la vacunación en anillos para controlar la propagación. Además, es fundamental la educación pública sobre los riesgos asociados y las medidas preventivas, especialmente en áreas no endémicas (como Sinaloa) donde la población puede no estar familiarizada con la enfermedad.
La viruela del mono, como otras emergencias sanitarias, nos recuerda que los desafíos que enfrentamos como humanidad requieren un enfoque basado en la evidencia, la colaboración y un compromiso con la verdad.
La ciencia, con su enfoque riguroso y su capacidad para autocorregirse, es una herramienta poderosa para enfrentar estos desafíos. A través de la investigación científica, hemos logrado avances significativos en la comprensión de enfermedades, el desarrollo de tratamientos y la prevención de epidemias. Es gracias a la ciencia que podemos identificar el virus de la viruela del mono, rastrear su propagación, desarrollar vacunas y diseñar estrategias de control eficaces. En efecto, en la Facultad de Medicina de la UAS hemos realizado investigaciones en colaboración con la Secretaría de Salud de Sinaloa sobre este tema y desarrollado un modelo predictivo fundamentado en signos y síntomas clínicos (DOI: 10.3390/microorganisms11092287)
Pero la ciencia no opera en un vacío. Necesita el apoyo de sociedades que valoren el conocimiento, que promuevan la educación y que estén dispuestas a escuchar la verdad, incluso cuando es incómoda. La lucha contra la demagogia es, en parte, una lucha por mantener la ciencia y la razón en el centro de nuestras decisiones. No debemos permitir que el miedo o la desesperación nos lleven a rechazar la complejidad en favor de respuestas simplistas.
La confianza en la ciencia no significa que tengamos todas las respuestas de inmediato o que no cometamos errores en el proceso. Significa, más bien, que estamos comprometidos con un proceso continuo de aprendizaje y mejora, uno que está diseñado para corregir sus propios errores y avanzar en la búsqueda de soluciones efectivas. En este proceso, la transparencia, el espíritu crítico y la colaboración son esenciales.
Por lo tanto, en lugar de caer presa de la demagogia, debemos reafirmar nuestro compromiso con la ciencia y con los principios de la razón y la evidencia. Debemos reconocer que los desafíos globales, como la viruela del mono y otras crisis de salud pública, requieren respuestas informadas, basadas en datos y diseñadas con un profundo respeto por la verdad y la humanidad. Al hacerlo, no solo enfrentamos con éxito los problemas actuales, sino que también construimos un futuro más resistente, informado y justo para todos.
-
alberto.kousuke@uas.edu.mx