Sinaloa en redes: terror en tiempo real

Alejandro Sicairos
16 febrero 2020

""

Más miedo, la táctica de manipulación

En su sección “La granja”, el genial Ito Contreras publicó en la edición de Noroeste de ayer un cartón editorial que nos hace reír, pero llorar al mismo tiempo: mientras la delincuencia capitaliza la ausencia de gobierno tirando cadáveres de “ejecutados” en las calles, el Alcalde de Culiacán, Jesús Estrada Ferreiro, habla de sancionar a todos los ciudadanos que tiren chicles en la vía pública. La agudeza de la caricatura, contra la hiriente autenticidad que nos paraliza.
Se refiere a los asesinatos videograbados que con máxima impunidad el crimen difunde para escarmiento general. Esa forma de propagandizar el miedo, pero divulgar antes que otra cosa la licencia para matar que otorga la autoridad a través de normalizar la violencia y convertirse en un testigo presencial más, cuando lo que debería ser es la mano firme contra el delito.
Todo indica que los capos del narcotráfico y sus sicarios encontraron la forma más efectiva para socializar el terror como forma de manipulación. Insatisfechos del amarillismo de la nota roja, de portadas que destilan sangre y de bocinas que en la madrugada aúllan anunciando muerte, las redes sociales sirven ahora para llenar todos los intersticios vacíos de la imaginación. Vean en tiempo real, con lujos de detalles y en carne vida el poder de las armas transgresoras.
Un auto se detiene en un punto específico de Culiacán. De la puerta trasera arrojan a una persona inmovilizada y ya que la víctima está en el suelo sin posibilidad de defenderse le descargan la ráfaga de pistola de grueso calibre. Los asesinos se suben al vehículo en que llegaron, pero algo reflexionan antes y regresan a darle el tiro de gracia a quien, eso sí es seguro, ninguna posibilidad le conceden de seguir con vida.
Al volverse repetitivas estas escenas también se tatúa en la idea social la marca de la indefensión. Con ánimo de retar, ganar, burlarse y proyectarse al mayor número de audiencia posible, la malandrinada sinaloense ya les tomó el pelo a las audiencias que vía WhatsApp engullen los contenidos cada vez con menos asombro y más morbo, en un torneo sangriento para ver quién es capaz de erizar la piel. O la viralidad de otras plataformas digitales donde desde lo anónimo compite el sarcasmo con la barbarie.
Todo se pervierte, entonces. La Secretaría de Seguridad Pública del Gobierno del Estado declara la ceguera irreversible de las cámaras de videoviligancia, las policías estatales están a la caza del soborno en las curvas de las vialidades donde nadie los ve, los alcaldes persiguen a las parejitas que toman los parques para sus arrumacos o tiran chicles en las calles y La Guardia Nacional mantiene hueca la base militar en la que podrían vivir 3 mil 500 familias, cuartel tan vano como el discurso oficial en materia de seguridad pública.
Es un largo cuento de víctimas indefensas y delincuencia empoderada. Bodas en las cuales las ciudades se transforman en enormes escaparates de la impunidad, balas percutidas en todos lados solo para recordar quién es el que manda aquí, agentes policiacos estatales apanicados que regresan a los tiempos de aquel jefe de la Policía de Culiacán, Ceferino Ojeda, que les ordenada a sus agentes “disparen, luego averiguan”. Todo a la inversa en el fallido Estado de derecho que avanza a tropel.
Ese realismo del plomo en dos vías, el del hampa que lo utiliza para amedrentar a las masas y el gobierno que se evidencia como actor pasivo del caos, configura el ahora de zozobra sin derecho a ser optimista y proyecta el mañana de exterminio generalizado y legitimado como única alternativa para los pacíficos. La invidencia de los equipos de vigilancia remota, la insurrección policiaca contra la ley que los mandata, y la rendición social al ir al patíbulo con la cabeza agachada, nos hablan del futuro cercano donde solamente los gatillos dominarán.
Qué tontos hemos sido al creer que por no rebasar en Sinaloa el tope de mil homicidios dolosos al año estamos en un abierto proceso de paz. En el momento en que creímos recuperar el espacio público para la gente pacífica, las imágenes trending topic nos arrebatan el derecho a soñar que vivimos tranquilos porque ellos, los infractores, reclaman el suelo para tirar ahí los cadáveres de sus ajustes de cuentas.
Así arribamos a la cuarta transformación criminal. La de los ochenta, que tenía el “código de honor” de no asesinar a mujeres y niños; la de los noventa que decretó la muerte sin distingos para lavar afrentas entre mafias; la del cierre del segundo milenio que optó por desaparecer los cadáveres de los sacrificados, y la táctica milenial que instala el big brother sinaloense para exhibir en él su modus operandi y dar cuenta ahí de la saña sin límites.

Reverso
Como si el narco con sus detalles,
Ordenara a sus tlacuaches,
Rellenar con muertos los baches,
Y no se vean tan feas las calles.

Nuestras guerreras
No deberíamos de existir porque tampoco debería haber desapariciones forzadas, dijo el viernes Mirna Nereida Medina Quiñónez, la mujer que inició en El Fuerte el movimiento de madres “Las Rastreadoras” y que hoy cobra relevancia internacional para denunciar la crueldad de la delincuencia, la insensibilidad de las autoridades y el abandono social en torno a estas colosales guerreras que a golpe de tenacidad por volver a ver a sus hijos son ejemplo de lucha que ha de replicar en todos los ámbitos de Sinaloa y México, para que a nadie y nunca más, la barbarie nos convierta en sus rehenes.
alexsicairos@hotmail.com