Sinaloa en el campo simbólico y el deporte
Carlos Fuentes tenía razón cuando decía que la mejor carta de presentación que tenía México en el mundo era su cultura. En efecto, lo más apreciado de nuestro país son sus creaciones artísticas, artesanales y gastronómicas. Pintores y pintoras, novelistas, ensayistas, músicos, cineastas cantantes, actores y actrices, poetas, bailarinas y bailarines, escultores, arquitectos, diseñadoras, cocineras y artesanos de todo género son constantemente laureados. Ellas y ellos, no de ahora sino desde hace varias décadas, han obtenido grandes reconocimientos y admiración.
En otros campos los reconocimientos a México son esporádicos o muy menores. En la ciencia, por ejemplo, hay notables mujeres y hombres en la astronomía, medicina, biología, robótica o en diferentes especialidades de la ingeniería, al igual que en la arqueología y la antropología; pero si los premios Nobel, por ejemplo, son un criterio para medir la influencia de la ciencia mexicana, recordemos que México sólo ha ganado, con Mario Molina, el nobel de Química, sin dejar de reconocer que lo fue por su trabajo en una universidad estadounidense y colegas de esa nación. Es cierto que hay científicos mexicanos en varias de las mejores universidades de Estados Unidos y Europa, o de nuestro territorio, con una obra importante, pero, desafortunadamente, nuestro País no es visto, porque no lo es, una potencia científica.
En el área de los negocios, no hay ningún empresario mexicano que esté en la lista de Forbes que pueda llamarse un “self made man”. En México no hay uno solo de los más grandes que no haya recibido grandes favores gubernamentales.
En el deporte, solo en el box y en el beisbol, aunque éste en menor medida, puede decir que México ha mantenido una presencia global a lo largo de varias décadas. Así es, nuestro país ha tenido racimos de campeones mundiales de box en varias divisiones por lo menos desde la década de los sesenta del siglo anterior. Y dos de ellos, Julio César Chávez y “el Canelo” Álvarez han sido calificados los mejores boxeadores de su época de todas las divisiones. Y los beisbolistas mexicanos en Estados Unidos, el mejor del mundo, han logrado sobresalir, como hoy Urías y Urquidi, a lo largo de muchos años. En otros deportes, si tomamos en cuenta los Juegos Olímpicos y campeonatos mundiales de máximo nivel en diferentes disciplinas, las medallas son muy pocas.
En fin, lo que aquí se pretende demostrar es que México, a pesar de ser la décima quinta economía más grande del mundo sus logros en muchos campos se quedan cortos, salvo en el terreno de las bellas artes y la cultura popular.
Y si nos metemos a la red digital mundial, buscando referencias y menciones a nuestro País, los temas que sobresalen son narcotráfico, violencia, crimen, corrupción, etc. Esas menciones nos abruman. Quizá lo más positivo de México en la red mundial, sin hablar de su arte y cultura popular, son los sitios turísticos mexicanos de sol y playa.
Así pues, en el campo de las imágenes y lo simbólico, México no sale bien parado.
Y si hablamos específicamente de Sinaloa, como una parte de México, ¿cómo se ve en el conjunto del país y en el ámbito internacional?
Adivinaron: los narcotraficantes aplastan cualquier otra referencia a Sinaloa tanto en México como el mundo entero. Sus aportes en cualquier otro campo son pocas veces reconocidos.
Ahora bien, ¿es importante cómo son percibidos simbólicamente un municipio, una ciudad, un estado, una región, un País, para su desarrollo y bienestar? Sin duda, rotundamente sí.
Ni México, ni Sinaloa en particular, van a deshacerse del crimen organizado, pero, a pesar del enorme poder de éste, nosotros debemos hacer un esfuerzo, creativo, sostenido y colectivo, para echar mano de lo más valioso que tenemos y construir imaginarios más positivos y favorables. Uno de esos campos, que tienen un enorme impacto en los campos mediático y simbólico, es el deporte.
Sinaloa se ha convertido, quizá tan solo después de Jalisco, en el principal productor de deportistas de alto rendimiento a nivel nacional, y en algunos casos, a nivel internacional, como lo podemos ver en el beisbol. Y en el futbol, a pesar de su relativa juventud en el estado, si tomamos en cuenta el número de seleccionados a nivel nacional en este momento, Sinaloa es, con mucho, quien más aporta: seis jugadores, por encima de Jalisco, con tres ( o cuatro se incluimos al portero Memo Ochoa, nacido en Jalisco pero formado futbolísticamente en el CdMx), tres de Sonora ( lo cual también es sorpresivo y relevante) dos de Nuevo León, y otros estados con un jugador, incluyendo la capital del País con tan sólo una figura (el Chuky Lozano, aunque formado en Pachuca).
Y podemos poner varios ejemplos más en otros deportes, como el taekwondo, el ciclismo femenil, el voleibol de playa, basquetbol y el deporte paraolímpico.
A pesar de eso, en Sinaloa no hay estudios de medicina deportiva. Las escuelas de ciencias sociales y psicología tampoco lo estudian. El turismo poco lo aprovecha. La educación pública y privada como las de salud poca importancia le dan, cuando Sinaloa podría convertirse en el principal centro de estudios científicos del deporte en México aprovechando sus logros y con ello contrarrestar, al menos en parte, la imagen de estado violento y productor de las organizaciones criminales más poderosas del mundo.
Si Jamaica, con sus velocistas, y Kenia, con sus maratonistas, se convirtieron en la meca de estudios científicos y de entrenamiento deportivo de muchas personas de todo el mundo, ¿por qué Sinaloa no lo podría hacer a nivel nacional?
Bueno, este es un recadito para el nuevo gobierno de Sinaloa.
Aprovecho para invitarlos a discutir esta idea cuando presentemos Eduardo Sainz Días y yo el libro “El Futbolista sinaloense: talento, fuerza y garra”, en varias ciudades de Sinaloa. La primera será en Mazatlán el próximo 23 de noviembre, la segunda en La Cruz, el 2 de diciembre y la tercera en Culiacán el 7 u 8 de diciembre.