Sinaloa, de novela

Arturo Santamaría Gómez
27 mayo 2023

Primero Sinaloa y después casi todo México se ha convertido en tema para una gran novela enigma o para varios volúmenes de novela negra. Élmer Mendoza es el gran escritor sinaloense de este género, pero no le ha interesado (espero no equivocarme), salvo en Un Asesino Solitario, incluir personajes del mundo político.

Tampoco es común, o de plano no existe, la novela política sinaloense (si me equivoco, denme un coscorrón y háganme una lista). Leopoldo Sánchez Duarte, nacido en Mazatlán, hijo de Leopoldo Sánchez Célis, escribió una novela, La Antesala del Poder, que sí se inscribe en este género, pero la trama no transcurre en Sinaloa. Jorge Zepeda Patterson, otro mazatleco pero que no reside en el estado, en todas sus novelas alude a personajes políticos, pero tampoco centra sus historias en territorio sinaloense. Sus únicas referencias a Sinaloa son cuando habla de mujeres bellas. A la novela Anatomía de la Memoria, de Eduardo Ruiz Sosa, residente en Barcelona, una obra con un estilo barroco prodigioso (confieso que muy difícil de leer para mí), sí la podemos inscribir en el género de la novela de historia política, pero fuera de ella, me parece, ya no hay más de ese corte.

Estos comentarios vienen a colación cuando vemos que en la vida sinaloense se cruzan, mezclan, emparentan, entretejen, o como usted quiera decir, intereses políticos, empresariales, delictivos, amorosos, familiares y otras especias más que forjan una realidad de fantasía, de novela. Casi irreales.

Hablemos de dos casos recientes (voy a decirlo con nombres ficticios para que parezca novela):

1. En los medios locales se publicó en días recientes que un poderoso grupo empresarial, con inversiones en todo tipo de negocios en un conocido puerto del Pacífico del noroeste mexicano, ha sido investigado desde hace varios años por sospecha de lavado de dinero. Un semanario local, Río Profundo, especializado en investigaciones periodísticas que tienen que ver con el narcotráfico y otro tipo de delitos, dio a conocer en varias oportunidades que la sección de inteligencia financiera del gobierno federal, había encontrado sólidas evidencias de que el corporativo Todo Quiero, había hecho negocios millonarios con empresas fachada. Todo Quiero, indignado porque decía que era calumnioso, totalmente falso lo que decía el semanario, advirtió que iba a demandar a los periodistas. El Gobernador del Estado declaró que intervendría para evitar un conflicto político mayor. Parece que esto fue cierto porque tal demanda ya no cursó, pero al director de Río Profundo, un hombre ya entrado en canas, bajito de estatura, pero de grandes tamaños periodísticos, engallado, dicen que gritó: “¡Qué me demanden, no me importa, tengo los pelos de la burra en la mano”!

No dejaba de sorprender que, a pesar de esta información, los capitanes del grupo empresarial Todo Quiero fueran invitados a cenar tamales y atole al Castillo Nacional con el mismísimo Tlatoani. Nuevamente los reporteros de Río Profundo investigaron esta extraña situación y dijeron, sin publicarlo aún, que un alto funcionario estatal había convencido al Gobernador de que los incluyera en la selecta lista de empresarios del puerto de Aguachile porque ya antes el Third Floor “había cometido un error” cuando el primer mandatario del estado no asistió a una reunión cumbre del grupo Todo Quiero el día que condecoraron al abogado Johan Velanzaurán, litigante invicto de los hombres más poderosos del país.

Meses después de la publicación y de este sainete, la Oficina de Procuración de Justicia Federal dio a conocer una lista de órdenes de aprehensión a familiares de los dueños del omnipresente corporativo por estar coludidos en “el saqueo de recursos públicos” con el ex jefe de Seguridad Mexicana del gobierno de Felipe Blanquiazul.

El día de la noticia, llegó corriendo el reportero porteño, Crescenciano Osasuna, a la Marisquería el Chon, para darle la noticia a Inmanuel Broncorquez, su director. Este simplemente dijo, con una Pacífico en la mano: “¡Teníamos razón, chingada madre!”

2. Un día llegó a Tres Ríos, famosa ciudad mexicana porque es el asiento del cártel de sustancias ilícitas más poderoso del planeta, el reportero español, Imanol Góngora Brizgarizurieta, del diario Viva Euzkadi, para investigar por sí mismo como una universidad, llamada la Casa Rosaleña, centenaria, enorme y por la que habían pasado mujeres y hombres ilustres, había sido convertida en un negocio familiar y a la vez en un partido político. Tal realidad, iba a más allá de la ficción. Era inconcebible. Simplemente era irreal para una persona que había crecido en Europa. Pues sí- le dijeron un grupo de universitarios locales- es un hecho plenamente comprobable. Justo este día, dos publicaciones, el Norestino y El Mirror, dan a conocer información irrebatible de esta información que te cuesta trabajo creer o, más bien, que no puedes creer- le dijeron.

Sus guías llevaron a Imanol a hacer un recorrido por algunas propiedades de los dueños fácticos de la Casa Rosaleña. Cuando llegaron al exclusivo residencial El Verano y le mostraron la casa de uno de los juniors, Góngora exclamó: “¡Ni el Duque de Asturias vive en un lugar como este!”. Para que te vayas convenciendo- le comentó la reportera del Norestino. ¡Y espera que veas la cadena de tortillerías, no hay nada que se les compare en todo el estado!- ¿Y el Gobierno del Estado qué dice, qué hace? -Pues, parece que va a demandar a algunos de ellos.- ¿No llegarán a un acuerdo político y sacrificarán a una figura secundaria? Porque ustedes me dicen que el jefe de la Casa tiene un partido que se ha hecho amigo de un aspirante a la presidencia de la República. Qué enredo, esto más que un reportaje necesita un gran escritor de novela negra!