Sin la agenda educativa no se avanza en la planeación del desarrollo económico de Sinaloa
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Investigador Titular del Centro de Investigación e Innovación Educativa del Sistema Educativo Valladolid (CIINSEV)
En días pasados se anunció que la bancada del PRI en el Congreso del Estado presentó cinco iniciativas de ley con el propósito de combatir el “cuello de botella” de la economía sinaloense. No se indica en la información que se dio a conocer a la prensa, en qué consiste ese cuello de botella, pero se infiere que el problema tiene que ver con el bajo nivel de crecimiento económico, así como al bajo nivel de captación de inversión privada -nacional y extranjera-; así como en capacidad limitada para la creación y generación de empleo.
Las cinco iniciativas a las que se aluden son las siguientes: 1) Ley de Planeación para el Desarrollo Económico; 2) Ley de Promoción de Proyectos Productivos Estratégicos para la Competitividad y el Crecimiento Económico; 3) Ley para el Impulso a la Economía del Conocimiento y a la Innovación Tecnológica; 4) Ley para la atención a regiones especiales; y 5) Una reforma a la Ley Estatal para el Desarrollo de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas. Ahora bien, si el objetivo es “destrabar” el cuello de botella de la economía sinaloense, ¿puede llevarse a cabo un propósito de ese tipo con una transformación de la normativa solamente?
La interrogante es pertinente luego de que la economía como proceso económico opera bajo una estructura, y esta no se transforma per se si se modifica el marco regulatorio. Para ello se requiere de una planeación integral y eso lleva tiempo. En todo caso, la modificación del marco normativo es uno de los elementos que se requieren, pero no es el único factor determinante. Por lo tanto, es incorrecto señalar -como lo hacen los diputados proponentes- que con ese marco normativo se eliminará el “cuello de botella” de la economía sinaloense.
Me auxilio de un ejemplo en materia educativa para poner en perspectiva lo anterior: en Sinaloa se instalaron universidades politécnicas pensando que en el futuro ese capital humano vendría a solventar la mano de obra calificada que se requeriría una vez que se desarrollara el sector industrial en el estado. En ese sentido, el propósito de las universidades politécnicas es adecuado, pero el sector industrial no termina por desarrollarse. Resultado: los jóvenes que egresan de esas universidades tienen que emigrar a otros estados para poder encontrar un empleo. Lo cual significa que Sinaloa les está proveyendo de capital humano a esas entidades y éstas no están gastando ni un peso. En ese sentido, esta situación no está favoreciendo los intereses económicos del estado. Y eso se explica, porque el proyecto de las universidades politécnicas no fue una medida operada de forma integral y con base a un proyecto de desarrollo estratégico de largo plazo. Por lo tanto, representa una vía de suma importante para los alumnos que tienen vocación para las matemáticas y las ingenierías -luego de que no tienen que trasladarse a otras partes del país para estudiar-, pero ese capital humano no le está aportando al estado, por la sencilla razón que la estructura económica de Sinaloa no es pertinente con la oferta educativa de las universidades politécnicas.
El ejemplo anterior es vinculante con el proyecto de las iniciativas a las que hemos aludido, puesto que, si una medida no se proyecta de forma integral, terminan diluyéndose los objetivos para la que fue propuesta.
Perfilo ahora el análisis hacia el punto central del presente artículo. Ante la pregunta: ¿por qué no crece la economía sinaloense? La respuesta ha sido fundamentalmente en dos sentidos: a) Porque tenemos una economía focalizada en dos sectores económicos: el sector servicios y el sector agropecuario. El primero no cuenta con el desarrollo requerido, y el segundo genera una producción alimentaria a la que se le integra muy poco valor agregado; y b) Porque nuestra economía no es competitiva -no atrae ni retiene inversiones-. Y, por lo tanto, no genera los empleos que se requieren anualmente.
Ahora bien, las iniciativas que se presentan ¿podrían solventar los problemas aquí señalados? Y la respuesta es NO. La clave radica en la planeación estratégica. Y para un propósito de ese tipo tenemos dos problemas de fondo: En primer lugar, en el estado -como en el país en su conjunto- se tiene un régimen político -el presidencialismo- que tiene como condición obstaculizante, la cortedad de tiempo. El presidencialismo como tal, es un obstáculo para planear el futuro a largo plazo. Aunado a que cada gobernante pretende encontrar el hilo negro y desarrolla la planeación en base a sus propias consideraciones; esto es, al margen de la administración estratégica.
En segundo lugar, la estructura económica -como se señala líneas arriba- está anclada en dos sectores nada más -agropecuario y de servicios-. Y ambos sectores son insuficientes para sostener una economía de más de 2 millones de habitantes. Aunado a que presentan un comportamiento irregular -al menos en los últimos 10 años-. Lo cual complejiza el crecimiento económico de la entidad.
Así pues, para enfrentar el “cuello de botella” de la economía sinaloense se requiere en efecto, un marco normativo adecuado; pero no es lo único. Plantearlo de esa forma es demagógico. Un propósito de ese tipo conlleva un proceso de planeación estratégica a mediano y largo plazo, puesto que se requiere: a) Enfrentar el problema de la cortedad de tiempo en el ejercicio de la administración pública; b) Construir la infraestructura estratégica que necesita el estado para generar mejores condiciones de competitividad económica; b) Definir las áreas estratégicas de la economía sinaloense para perfilar hacia ese propósito la planeación educativa, económica y tecnológica. En este punto, ya se tiene un estudio desde el 2011 a través de Conacyt (La Agenda de Innovación en Sinaloa). En ese documento se perfiló la especialización de Sinaloa en seis grandes áreas: i) El Sector de Alimentos Primarios; ii) El Sector Agroindustrial; iii) La Biotecnología; iv) El turismo; v) el Sector de la Tecnología y las Comunicaciones; y vi) el Sector Logístico. Esas son las áreas -se afirmó desde el 2011- en las cuales nuestro estado tiene potencialidades. Luego pues, si ese es el camino, ¿por qué estar intentando descubrir el hilo negro?
Para finalizar, nos detenemos en lo más importante: ninguna planeación estratégica del mediano y largo plazo está completa si no se considera la agenda educativa. Una especialización como la que indica la Agenda de Innovación implica una revisión a fondo de la oferta educativa en Sinaloa. En el mediano plazo, esa revisión tendría que observarse en la educación universitaria, tanto en lo concerniente a las nuevas licenciaturas (o ingenierías) que se requieren crear, así como en lo referente a la reforma del perfil de egreso de las licenciaturas que ya existen. En el largo plazo, las baterías tendrían que enfocarse hacia la consolidación de la educación básica. Ahí está la clave para los próximos 30 años.
No obstante, se reconoce que se pretenda empujar un conjunto de iniciativas que busquen empoderar la economía sinaloense. Pero la tarea es compleja. Y va mucho más allá de la invención o reforma de algunas leyes.
La realidad económica no se transforma con cambios normativos, sino con la transformación de la estructura económica. Y ello requiere de planeación estratégica, sobre todo en lo referente a la agenda educativa.