Silvino Silva Lozano

29 mayo 2020

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Manuel Clouthier

@ClouthierManuel

 

El licenciado Silva, hombre de total confianza de mi padre, convenció a Maquío de apoyar la fundación de un medio de comunicación independiente del Gobierno que contribuyera a ampliar las libertades y la responsabilidad ciudadana en el Estado de Sinaloa.

Era el sexenio izquierdista de Luis Echeverría Álvarez (1970- 1976), la Universidad Autónoma de Sinaloa se agitaba por movimientos radicales de cara a la sucesión de la Gubernatura. También el narcotráfico y la violencia crecían desbordadamente en la capital del estado.

En ese ambiente, el joven abogado Silva junto con el C.P. Rafael Morgan Ríos, fundaron el diario Noroeste apoyados por los empresarios Manuel J. Clouthier del Rincón, Enrique Murillo Padilla, Jorge del Rincón Bernal, y otros aportantes minoritarios. Don Enrique y mi padre no quisieron dar la cara como accionistas, por lo que las acciones de Clouthier estaban a nombre de Silvino, y las de Murillo, del señor Morgan. Jorge del Rincón sí apareció en el acta constitutiva.

Se reunían los accionistas y directivos del periódico en la casa de mi padre, donde el licenciado Silva entraba y salía por un portón trasero para no ser visto.
Don Silvino era un católico comprometido y muy piadoso, por eso seleccionó el sábado 8 de septiembre de 1973, día de la festividad del nacimiento de la Virgen María, para que naciera el primer ejemplar del periódico Noroeste en Culiacán.

Al licenciado le tocó la época fundacional de la empresa editorial y padeció la represión de los gobernadores: Alfonso G. Calderón lo amenazó de muerte; el Gobernador Toledo Corro promovió un boicot publicitario contra Noroeste y un embargo fiscal de las cuentas bancarias del periódico en Mazatlán, caso que defendieron el C. P. Pérez Inda y el Lic. Pérez de Acha. Con el Gobernador Labastida Ochoa, menos silvestre y bárbaro, las relaciones fueron más cordiales.

Meses después de la muerte de mi padre Maquío, el Kiki Murillo acompañado de Silvino Silva pidió ver a mi madre Leticia, quien solicitó que yo estuviera presente. Le informaron que mi padre tenía la mayoría accionaria del periódico, y que esta empresa la habían fundado sin fines de lucro, por lo que se necesitaba una nueva inyección de capital. Yo les manifesté que no metería dinero a una empresa que no me rindiera cuentas ni resultados, y que siendo Noroeste una de las mejores obras de mi padre, este debía ser autosuficiente económicamente y así permanecer cumpliendo con su función periodística. No era posible que después de 18 años dependiera de las dádivas de los accionistas.

A don Enrique le gustó ese “son” y nos pidieron a los jóvenes de la siguiente generación crear un consejo que vigilara el desempeño de la empresa. Con el licenciado Silva, Director General, se acordó un sueldo y un bono por resultados. Al paso del tiempo no se lograron los objetivos de resultados y el licenciado no ganó su bono, por lo que presentó su renuncia para ser efectiva en junio de 1992. Con Silvino Silva, un hombre honesto a carta cabal, no tuvimos ningún problema para que las acciones pasaran a nombre de mi madre.

Después, en 1993, el licenciado decidió fundar un nuevo diario llamado “La Hora de Sinaloa”. Cometió dos errores: uno, creer que su prestigio bastaba para el éxito del nuevo diario. El segundo, no entender la respuesta que me dio don Julio Scherer G. cuando le pregunté: “¿Por qué hacer un semanario y no un diario a su salida de Excélsior, don Julio? Porque para hacer un diario se necesita mucho dinero y yo no lo tenía”. La Hora de Sinaloa no tuvo el tiempo necesario para madurar en el mercado, le vino la crisis del 94 y quebró. Aun así, el licenciado continúo haciendo periodismo desde otras trincheras.

Hoy le damos las gracias por su contribución al periodismo ético, profesional e independiente en Sinaloa, y por su lucha en la ampliación de la libertad de expresión. Descanse en paz.