Militarizar sí, pero la verdad ayuda más
A la intuición ciudadana que se resiste a dar por resuelta la versión dos del “Culiacanazo” para nada le ayuda la estrategia del Gobierno federal consistente en dar por cerrado el tema pese a las muchas heridas, la del terror colectivo, por ejemplo, que continúan abiertas inclusive las cicatrices de 2019 que vuelven a supurar las negligencias de entonces. La respuesta de Palacio Nacional de bastante presencia militarizada resuelve lo inmediato, lo urgente, más no responde por lo que suceda una vez que el apoyo del Ejército y Guardia Nacional deba regresar a los cuarteles.
La detención de Ovidio Guzmán López y las secuelas de violencia extrema que derivaron del operativo son atribuibles a la Federación, aunque las exigencias y labor de atenuación de las afectaciones se le estén endosando al Gobierno de Sinaloa. También la percepción de que el caos retornará de un momento a otro está presionando a la administración estatal que encabeza Rubén Rocha Moya como primer respondiente ante la población que por lo impactante del golpe asestado a la paz no busca quién la hizo sino quién la pague.
En la coyuntura de distorsión que siempre viene detrás de episodios de barbarie hasta cierto punto inimaginable, a las autoridades locales les toca la intervención temprana que atempere los daños y los estados de ánimo. Nadie está en posibilidad de prever a qué nivel llegarán éstos ni los métodos para hacerles frente. La reacción inicial, aún con los riesgos de la acción precoz, es atender a los segmentos más frágiles que resultan afectados. A aquellos que los ex presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón erróneamente etiquetaron como víctimas colaterales.
Pero en el restablecimiento de la sensación de seguridad pública lo esencial es que el Presidente Andrés Manuel López Obrador le ponga fin al silencio que asume sobre lo toral que es para la llamada Cuarta Transformación el reiterado “jueves negro”, pues del reconocimiento y atención de dicha realidad depende la implementación de acciones de recuperación del Estado de derecho y la noción de tranquilidad. Recordemos el inaudito “no tengo información precisa” que AMLO sostuvo durante “la mañanera” del pasado jueves.
Otra muestra de que el Mandatario mexicano intenta eludir las inquietudes populares aún sin respuestas tiene que ver con la táctica de vetar una posible opinión del Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de quien se esperaba la versión sobre la operación que se especula fue bilateral para aprehender en el poblado de Jesús María, municipio de Culiacán, al hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera.
Cuando la reportera de Radio Fórmula, Sara Pablo, interrogó a Biden sobre el impacto que tiene para Estados Unidos la detención de Ovidio Guzmán, el Presidente de México se extendió en su turno de la conferencia de prensa final de la Cumbre de Líderes de América del Norte y al concluir su intervención decretó el final del encuentro con periodistas. “Ya me pasé del tiempo y hay mucho frío”, dijo López Obrador tras “comerse” el tiempo destinado a que su par estadunidense respondiera a la pregunta sobre lo sucedido en Sinaloa el 5 de enero.
Extrañamente Biden posicionó la exigencia de acciones conjuntas contra la producción y trasiego de fentanilo y las crisis de salud y seguridad pública provocadas por el tráfico de drogas sintéticas, sin hacer alusión al ya sometido integrante de “La Chapiza”. Sin embargo, al notar que quedó pendiente la pregunta de “¿qué impacto podría tener esta detención de Ovidio Guzmán, dado que el Cártel del Pacífico es uno de los principales productores de fentanilo?”, el inquilino de la Casa Blanca aclaró: “quiero que quede registro: no sé qué preguntas hicieron que no respondí. Estoy preparado para hacerlo después”.
Entonces este ejercicio de información dosificada que López Obrador asumió desde el momento que gran parte del territorio sinaloense se encontraba bajo el fuego cruzado entre pistoleros del narcotráfico y fuerzas del orden público, es lo que abona a la creencia extendida de vulnerabilidad de los pacíficos frente a la belicosidad de una de las facciones del Cártel de Sinaloa. En tanto Rocha Moya hace labor para llamar a la calma y dar por restablecido lo ordinario, del centro del País no lo están ayudando en el mismo sentido.
El apoyo táctico para someter a los transgresores de la ley sí ha llegado en tiempo y forma traduciéndose en mayor seguridad, salvo eventos de violencia dispersos como la continuación del despojo de vehículos propiedad de particulares, los hallazgos de más muertes asociadas al “Culiacanazo II”, los operativos aéreos y terrestres en sectores de la capital sinaloense y la reacción instintiva de desamparo cada vez que se oyen detonaciones o el ruido del sobrevuelo de helicópteros.
La verdad es el único bálsamo que aliviará las lesiones emocionales que la consternación dejó en los sinaloenses. Es de alta prioridad que nos digan en qué está soportada la oferta de protección ciudadana, en estos días y los venideros, antes de que la atrocidad regrese a atropellarnos de nuevo y nos halle desprevenidos.
El silencio, pesada lápida
que encripta los ‘Culiacanazos’,
Precisa de la verdad rápida
sin que la espanten los balazos.
En el primer “Culiacanazo” pasó desapercibida la propuesta de establecer protocolos en las escuelas que permitieran el manejo de psicosis que surgen en circunstancias donde la vida humana está en vilo. Esta vez, acertadamente, la Secretaría de Educación Pública y Cultura, Graciela Domínguez Nava, mostró apertura a crear manuales de seguridad específicos para maestros, alumnos y padres de familia ante posibles eventos de violencia. Esto significa afrontar la realidad y anticiparse a las consecuencias.