¿Se escinde el PRI?
Perder la Presidencia de la República en 2000 y nuevamente en 2018 generaron dos crisis políticas relevantes en la historia del PRI. La fractura que experimentó en 1987 con la salida de la corriente que encabezaba Cuauhtémoc Cárdenas fue otro episodio mayor, pero la actual división podría llevarlo a la tumba.
En los tres actos anteriores el tricolor conservaba, aun perdiendo las elecciones, una numerosa cuota de votos, presencia significativa en el Poder Legislativo y la posesión de varias e importantes gubernaturas, que lo sostenían como una fuerza política central, y por lo mismo se reponía y sobrevivía, aún después de su peor derrota en 2018. Sin embargo, en la presente coyuntura está partido en dos, con pocos legisladores y solo dos gubernaturas.
Pero lo más grave de todo es que el partido, hasta el momento, está sometido a la más negra dirección de toda su historia. Alejando Moreno, su presidente, es un líder patético pero a la vez emblemático de la peor generación de toda su historia. Con la excepción de algunos tecnócratas que exhiben una sólida preparación técnica, aunque pobre sensibilidad social y política, la generación de Alito, Peña Nieto, los Duarte, Alejandro Murat, Rubén Moreira, Omar Fayad y cientos más es, además de ignorante, profundamente corrupta y carente de cualquier principio. Representan, sin duda, lo más venal de la clase política mexicana donde campea rampante el peor de los pragmatismos.
De políticos de ese corte no se puede confiar en nada. Lo único seguro es que saben venderse. En un momento negocian y acuerdan con un partido, como lo hicieron con el PAN y el PRD, y en otro con Palacio Nacional y Morena. Bueno, con los blanquiazules y amarillos negociaban, con Morena se vendieron, pero que se cuide la 4T.
La fracción priista de San Lázaro, comandada por Alejandro Moreno y Rubén Moreira, es la que en este momento tiene el mando del partido. La del Senado, encabezada por Osorio Chong y Claudia Ruiz Massieu, pugna por desplazarla y hacerse de la dirección partidaria.
El grupo de San Lázaro, al aliarse con Morena para aprobar la iniciativa que permita al Ejército Mexicano mantener bajo su égida a la Guardia Nacional hasta 2029, como ellos mismos propusieron, se alió a AMLO e hizo explotar la alianza Va por México, con el único objetivo de que Moreno y Moreira se salvaran de ir a la cárcel. Es decir, el sorpresivo acuerdo camaral no fue por la coincidencia programática o compartir una visión de País, sino simplemente porque los líderes priistas de los diputados querían salvar el pellejo. Sus subordinados los apoyaron porque estos dos individuos les dieron candidaturas y tienen el control absoluto de lo que queda del aparato partidario. Pragmatismo individualista crudo y desnudo, sin más.
La fracción del Senado y de varios ex gobernadores priistas y destacados militantes de la vieja guardia, como Beatriz Paredes, que encabeza las encuestas para ser candidata presidencial del PRI, quieren aprovechar la coyuntura y el descrédito de Moreno y Moreira para desplazarlos de la dirección, lo cual está en chino porque los nuevos reglamentos del otrora partidazo le dan todo los hilos del poder a su presidente, aparte de que desde Gobernación y Palacio Nacional recibirían todo el apoyo necesario para que sigan preservando el control del instituto porque son ellos los que le garantizan a AMLO los apoyos legislativos y políticos que se necesitan de aquí al 2024.
Es decir, ahora contemplamos no tan solo un acuerdo entre Morena y el PRI en la Cámara de Diputados sino una alianza política implícita entre López Obrador y Alejandro Moreno en una nueva coyuntura.
La seguridad de que los acuerdos políticos entre el grupo priista de San Lázaro y Palacio Nacional se mantendrán es que la guillotina de la Fiscalía pende sobre la cabeza de Alito y Rubén Moreira. O, quizá también, que les permitan mantener la Gubernatura de Coahuila con un político afín a Moreira para que se vea que en México hay “pluralidad y democracia”.
Los acuerdos entre el PRI, PAN y PRD se mantienen en el Senado, pero no basta para mantener la alianza electoral para 2023 y 2024, así que Osorio Chong, Ruiz Massieu y los ex gobernadores de la vieja guardia buscarán por todos los medios desbancar a Alejandro Moreno. Tarea mayúscula porque ahora toda la fuerza del Gobierno federal estaría con los alitos. En San Lázaro el PRI podrá simular su independencia de Morena cuando se presenten otras iniciativas de ley, pero en los hechos ya le abrieron el camino a Morena para repetir con facilidad en 2024.
Es ya visible, al escuchar declaraciones de legisladores y dirigentes panistas y perredistas, que buscarán torpedear aún más la podrida imagen de Alejandro Moreno para ayudar a la otra fracción priista a sacarlo de la presidencia del partido y rehacer la alianza de Va por México, lo cual difícilmente sucederá. En tal escenario, la pregunta es si el PRI nuevamente se escindirá y la otra fracción buscará acuerdos con el PAN y el PRD. Si fuese así, los priistas no podrían poner el candidato a la presidencia e irían subordinados a los albiazules. O, quizá, también, podrán buscar una alianza, también subordinada, pero en mejores condiciones, con Movimiento Ciudadano.
Por lo pronto, la fracción priista del Senado es clave para decidir si se aprueba o no la ley que le permite al Ejército el mando de la Guardia Nacional por siete años más porque a Morena le hacen falta 11 o 12 votos, si se consideran todos los de Morena, PT, PES y Verde, mientras que los tricolores cuentan con 11, los panistas suman 13, MC 6 y los perredistas 5. ¿Quién le dará a AMLO los votos que le faltan?