Sarcasmos
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La gente que se aterra ante la muerte suele ser la de hueca religiosidad, la que sólo observa los rituales, la gente que cree que cree.
Brexit
Tras 47 años “juntos” (fue un decir), la Unión Europea y el Reino Unido se han “separado” (es un decir); hay muchísimos matrimonios que duran más.
Totina en Garabandal
A petición expresa mía, me hace llegar Fernando Amerlinck este recuerdo:
“Totina Huerta, mi recién fallecida esposa, veraneaba en Santander a sus 13 años (1961). En la comida, la tía Curra platicó que la Virgen María se estaba apareciendo en un poblacho montañés, San Sebastián de Garabandal, a orillas del río Nansa. Hacia allá partieron Totina, madre y tías, caminando por cuatro horas en brechas y subiendo montes sin más ayuda que su juventud para llegar adonde había una pequeña muchedumbre.
El mismísimo Arcángel Miguel había anunciado grandes sucesos; pidió a cuatro muchachitas aldeanas prepararse para algo insólito, no sabían qué. Y el 2 de julio se les apareció una preciosa muchacha, luminosísima y exudando amor, como de 17 años, vestida de celeste y blanco con un escapulario en una mano y 12 estrellas rodeando su cabeza. Hubo más de 100 apariciones, hasta 1965.
Ocurría eso monte arriba, en un macizo con nueve pinos. Ni Totina ni nadie más veía lo que sólo cuatro niñas podían ver, al subir la abrupta cuesta -a veces de espaldas- mirando hacia arriba, sonrientes y felices. Recibían de la gente rosarios y medallas y los elevaban con las manos para que la Virgen los besara; sin dejar de mirar hacia arriba entregaban a su dueño cada cosa sin equivocarse ni voltear a ver quién era. Totina tenía un collar que no podía destrabar pero una vidente lo desenganchó con una mano y se lo devolvió sin mirarla. Mientras veían hacia arriba hablaban, asentían, se reían; y al cesar súbitamente su trance volvían a ser niñas aldeanas normales. Eso lo vio ella.
Conozco historias raras. Un hermano de Totina traía al cuello un collar con una de esas imágenes y al salir de nadar en Acapulco, lo había perdido. Regresó corriendo al agua, se sumergió y lo primero que tomó con la mano fue el collar.
¿Más “casualidades”? El hotel María Cristina -a metros de donde nací- hace 26 años acoge una tertulia liderada por Guillermo Fárber. El restaurante se llama Río Nansa. Sus dueños son, claro, de Garabandal. Un ahijado mío, cuyo padre no estuvo cerca de aparición alguna, encontró su vocación sacerdotal en Garabandal. Una vez en Los Pinos retraté con mi celular una imagen de la Virgen; en 2017 esa foto apareció en mi teléfono, de entre más de 5 mil.
¿Y esto, qué? “Antes, la copa se estaba llenando, ahora, está rebosando. Muchos cardenales, obispos y sacerdotes van por el camino de la perdición, y con ellos llevan a muchas más almas. A la eucaristía cada vez se le da menos importancia. Debéis evitar la ira del buen Dios sobre vosotros con vuestros esfuerzos. Si le pedís perdón con alma sincera, Él os perdonará. Yo, vuestra madre, por intercesión del Arcángel San Miguel, os quiero decir que os enmendéis. ¡Ya estáis en los últimos avisos! Os quiero mucho y no quiero vuestra condenación. Pedidnos sinceramente y nosotros os lo daremos. Debéis sacrificaros más. Pensad en la pasión de Jesús”.
Ese fue el último mensaje publicado. Habría un aviso visible a toda persona, previo a un milagro en que cada quien se mirará a sí mismo como Dios lo ve. Ni más ni menos.
¿Y ahora? ¿El Apocalipsis, el fin de estos tiempos? Como los males del mundo no se han corregido, vendrán dos cosas: ese aviso, y un castigo una semana después.
Si algo me tocase decir, diríjase ese castigo a los culpables de esclavizar y hostigar a la humanidad con impuestos y deudas y falsificaciones y explotación de toda laya durante milenios de miseria por abuso de poder, mentira y defraudación, violencia y ataques y violaciones contra niños, mujeres, débiles e inocentes”.