Sarcasmos

Guillermo Fárber
27 agosto 2020

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Envejecer es ser penalizado por un crimen que uno no ha cometido.

 

Honor

Proliferan los videos de políticos de todos colores recibiendo dinero. Los debates se centran en jaleos pragmáticos: si esta balconeada me puede llevar a la cárcel o no. Pero una palabra que casi nadie usa (porque al parecer a pocos le importa este valor humano-espiritual) es “honor”. ¿Con qué se come este valor ignorado? ¿Te imaginas a uno de esos sinvergüenzas cometiendo suicidio ritual por haber sido descubierto en su deshonor? Yo tampoco. Aquí algunos párrafos fundamentales del ensayo de 2013 de mi amigo Jesús Alberto Oliver sobre el tema del honor.

https://ensayosalbertooliver.blogspot.com/2011/01/castas-clases-y-estratos-sociales.html
“Todas las sociedades tienen reglas de conducta. Todas ellas sancionan sus reglas de conducta: recompensan a quienes se conforman con ellas y castigan a quienes las desobedecen. Honor y vergüenza son evaluaciones sociales. Se considera que un hombre que nunca pone en peligro la propiedad, la piel o el honor de sus conciudadanos, no puede aspirar a tener ni a ganarse la reputación de hombre de honor, mediante la mera aceptación pasiva de las regulaciones sociales.

“Honor es el valor de una persona a sus propios ojos, pero también a los ojos de la sociedad. Es la estimación de su propio valor o dignidad, su pretensión al orgullo, pero también el reconocimiento de esa pretensión, su excelencia reconocida por la sociedad, su derecho al orgullo. Los estudiosos de los finos detalles de las relaciones personales, han observado que son del mayor interés los medios por los que las personas obtienen de los demás la validación de la imagen que de sí mismos gustan formarse. En este punto Maquiavelo señala que los hombres desean ser acariciados o reprimidos y que se vengan de las ofensas cuando son ligeras.

“El conflicto entre el aristócrata y el barriobajero, los dos considerados a sí mismos como al margen o por encima de la ley. El aristócrata sintiéndose la encarnación de la ley, casta más de gobernadores que de gobernados, así como, desde su peculiar punto de vista, el barriobajero parece sentir lo mismo. Dicho conflicto solo se resuelve habitualmente dejándose oír la palabra ‘cojones’.

“El honor ocupa el vértice de la pirámide de los valores sociales temporales y condiciona el orden jerárquico de esos valores. Atravesando todas las demás clasificaciones sociales, divide a los miembros de la sociedad en dos categorías fundamentales, la de los dotados de honor y la de los privados de él.

“El que pretende honor debe conseguir ser aceptado en su autovaloración, debe concedérsele reputación, porque de otro modo su pretensión pasa a ser considerada sobrevaloración, mera vanidad, objeto de ridículo y desprecio. No se trata sólo de diferentes evaluaciones de una misma persona, ya que las cualidades que se necesitan para lograr una función de dirigente en una comunidad rural, no son las mismas que se necesitan para agradar en la corte, en la ciudad y viceversa. Un casanova campesino será considerado como un “voluptuoso”, en cambio el Don Juan, educado, no le interesara cualquier mujer, sino aquella que le pueda proporcionar honor y placer, entre otras ventajas.

“El honor como sentimiento y modo de conducta, se distingue del honor como calificación en la lista de reconocimientos, sean estas distinciones, consideraciones o nombramientos. Las dos concepciones pueden situarse en dos polos entre los cuales fluctúa el uso común: en uno de esos polos, podemos poner la noción de honor derivada de la conducta en el sentido de que ‘todo se ha perdido menos el honor’, y en el otro caso, cuando los títulos amontonados por el usurpador sobre los traidores que le ayudaron a llegar al poder, no son considerados como honorables ni bien vistos, ahí la adhesión al código de honor puede contraponerse a la posesión de honores. En estas condiciones, un primer fenómeno en aparecer es la corrupción”.