Sarcasmos

Guillermo Fárber
24 enero 2021

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No manches lo que hoy tienes con el anhelo por lo que no tienes; recuerda que lo que hoy tienes, ayer era lo que anhelabas con fervor y creías nunca poder alcanzar.

Eutanasia
Mi amigo Juan Francisco González Íñigo (un poco mayor que yo) aborda un tema retiharto espinoso: la eutanasia.
“El Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa escribe en su artículo El derecho a morir (El País, 2 de enero, 2021) que tras la aprobación de la ley de eutanasia en España ‘recordemos que el derecho a vivir no se ve amenazado por el derecho a morir. No hay nada como la referencia de la muerte para apreciar las riquezas de la vida’. Suena muy bonito, como un sueño de pescadores que arrulla el mar, así es casi todo lo que escribe el peruano de 85 años nacido en Arequipa el 28 de marzo de 1936.
Entre sus argumentos contra la llamada ‘muerte natural’ Vargas Llosa cita uno de los primeros ensayos del también Nobel de Literatura Albert Camus quien escribió que el suicidio es clave para responder a la pregunta fundamental de la filosofía; quienes eligen la muerte dan una respuesta negativa a la pregunta de si la vida tal cual merece ser vivida.
Aclara Vargas Llosa que la ley aprobada, ‘no favorece ni estimula el suicidio, como lo ha explicado muy bien Edmundo Bal en su artículo Ley de eutanasia: una garantía de libertad (El Mundo, 24 de diciembre 2020); se limita a considerar el caso —terrible— de aquella minoría para la cual la vida es el infierno, según las peores descripciones que hicieron de él los textos medievales, que insistieron en este tema de manera obsesiva, y no pueden ponerle fin por sí mismos, pues una horrenda ley los obliga a vivir, es decir, a morir mil veces cada día, hasta que ese suplicio termine sólo cuando mueran de muerte natural. Es verdad que las víctimas de esa crueldad no son muy numerosas —acaso hasta centenares de miles en el mundo entero—, pero que ese derecho a morir, inseparable del derecho a vivir que defendemos los liberales, sea al fin reconocido en España es una señal de progreso y civilización’.
‘Me refiero, por supuesto, a los enfermos terminales que saben que lo son y saben también que están condenados a vivir —parece la negación misma de esa expresión— hasta que la muerte ‘natural’ ponga fin a sus atroces padecimientos. La ley aprobada toma todas las precauciones del caso. Quienes deciden pedir ayuda para poner fin a sus días deben hacerlo hasta en cuatro ocasiones —los menores de edad están excluidos—, ser examinados por facultativos que confirmen su estado de salud y su decisión. Sólo luego de estos trámites se da el visto bueno a la eutanasia. Es difícil, acaso imposible, que en estas condiciones la determinación de una persona de poner fin a sus días sea utilizada por personas ajenas para perpetrar un crimen’.
Termina así: ‘pero es sabido que, a los países más adelantados de la tierra, como Suecia y Suiza, se les atribuye un número de suicidios que supera al del resto de los países. El derecho a vivir no se ve amenazado por el derecho a morir, más bien reforzado, porque no hay nada como la referencia de la muerte para apreciar las infinitas riquezas de la vida’. Me agradaría saber qué opina Vargas Llosa del aborto.
Por lo visto, es más fácil morir que vivir. Morir es cada vez más fácil. En España --y quizá en México-- son más los jóvenes que se suicidan que aquellos que mueren en accidentes de tránsito en la ciudad y las carreteras. El aborto se legaliza en la Argentina, la tierra del Papa Francisco, y la eutanasia se legaliza en España. Los homicidios se multiplican por doquier, en México te matan para robarte un celular, y en Washington, DC, te balean y asesinan por pensar diferente que los fanáticos. La vida no vale nada”.