Sarcasmos

Guillermo Fárber
27 noviembre 2019

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Los elefantes y los nietos nunca olvidan.

West Point
Yo di una charla allá en 1999 sobre las inminentes elecciones en México (sí, dije que según nuestros análisis Labastida iba a derrotar a Fox; una raya más al tigre de mis muchas equivocaciones... ¿o ingenuidades?). Supe de la declaración del entonces Superintendent (director) de la academia militar (el actual es un Major General, el primer negro en ese puesto en los 216 años de la institución), cuando se aprobó que hubiera cadetes mujeres, lo que sonaba a sacrilegio (igual que cuando, en 1877 y en 1932, se admitió el acceso de alumnos con otros colores de piel): “A partir del siguiente curso se admitirá a cadetes del sexo femenino. A mí tampoco me gusta. Rompan filas”, dijo el entonces director. También me enteré de que los 3 mil alumnos entraban al refectorio-galerón, se sentaban, se les servía de comer y se retiraban del comedor en 40 minutos. Y otros detalles curiosos que reflejaban una eficacia y un laconismo asombrosos.

Democratizar
“Los disturbios sociales comienzan a ser percibidos por los mercados financieros y la economía como un posible desencadenante para la famosa crisis de 2020: manifestaciones, aumento de la deuda pública, crisis presupuestaria, redirección de la deuda privada a pública, austeridad, pérdida de confianza de los actores económicos y financieros, quiebras generalizadas y finalmente más manifestaciones de protesta. Las primeras víctimas serán las compañías zombie mantenidas artificialmente vivas bajo el pretexto de la preservación de los empleos y los riesgos de un contagio por el sistema financiero en su conjunto. Los mercados financieros insisten en desdeñar el trasfondo político del conflicto. Estas protestas se ven cada día más como revolucionarias, y aquí ‘revolución’ significa que se pasa de la prevalencia de la economía (como dicen los tecnócratas) a la política. Unas pocas concesiones sociales aquí y allá y menos agitprop en las oficinas controladoras de la agitación, pueden no ser suficientes para calmar toda esta ira, una ira que creemos surge de la brecha creciente entre una percepción del mundo, permitido por Internet y las nuevas tecnologías, que se abre a la humanidad (un mundo abierto, sin restricciones, informado, fluido, compartido, gratuito, democrático, ágil, ‘empoderador’, etc.) y las restricciones establecidas por los realmente poderosos en el camino hacia este futuro. Peor aún, las personas tienen la impresión bastante justificada de que están siendo privadas de la varita mágica que habían encontrado (el efecto de ‘la revolución del Internet al terror del Internet’, que a menudo hemos anticipado), donde el espacio de libertad y poder que se abrió a la humanidad en la década de 1990 se ha transformado desde entonces en un centro comercial gigante propiedad de una veintena de empresas privadas (GAFA estadounidense y china BATX). En este gigantesco centro comercial, el papel de los gobiernos parece ser garantizar, a través de sus leyes, que las cámaras y los instrumentos están instalados para evitar que los agitadores pongan en peligro las ganancias. El Internet prometió una democracia global descentralizada y electrónica, y en realidad no es más que un gigantesco centro comercial electrónico. De modo que la gente tiene suficientes razones para sentirse estafada, especialmente cuando ha escuchado durante 30 años que debemos cambiar el modelo económico para preservar la vida en la tierra.

Asfixia en todos lados
“A pesar de sus aparentes diferencias, estas expresiones de ira son, en nuestra opinión, una reminiscencia de la inmensa crisis democrática sistémica que está arrasando el mundo. Un sistema de partido único en China que excluye la democracia, el marco sofocante y la complejidad del bipartidismo estadounidense que cada vez más marca una disparidad entre los votos emitidos y el resultado de las elecciones, un fracaso en la democratización europea de la toma de decisiones, denuncias de corrupción y culto a la personalidad (líderes populistas) en los antiguos países del bloque soviético, demandas de independencia que no pueden prosperar en nuestro sistemas políticos supuestamente intransitables”.