Presbítero Amador Campos Serrano
23 febrero 2021

EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

San Ireneo de Lyon

Presbítero Amador Campos Serrano

San Ireneo, verdadero Padre de la Iglesia, tanto por la luminosidad de sus escritos, como por un profundo sentido de pastor, dejó una sólida cimentación en la doctrina cristiana.

Su vida transcurrió en el Siglo segundo, siendo originario de la Península de Anatolia, en Asia Menor, probablemente nació en Esmirna, en la actual Turquía, esto se puede deducir en el hecho de haber sido discípulo de san Policarpo, Obispo de esa ciudad. Se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, pero se puede decir que ocurrió entre los años del 125 al 130.

San Policarpo, su mentor, fue discípulo de San Juan Apóstol, por ello san Ireneo debe ser considerado Padre Apostólico, adquiriendo autoridad por contar con una relación directa con un maestro que convivió con un apóstol, a quien conoció y había convivido con el mismo Jesús y aparte de haber sido discípulo de San Policarpo, se presume que pudo haber sido discípulo de otros maestros, quienes también estuvieron en contacto con los apóstoles, recibiendo de ellos las enseñanzas directas del Maestro Divino.

Su preparación fue muy completa, adquiriendo amplios conocimientos en las disciplinas de filosofía, en el estudio de la lengua y, sobre todo, en Sagrada Escritura, lo cual se hace evidente en sus escritos.

Dada la importancia de Esmirna, como puerto comercial y sus relaciones con Europa, en concreto con la región Gala, en lo hoy conocido como Francia, Ireneo se sintió motivado a llevar allá el anuncio de la Buena Noticia Evangélica y en el 157 se trasladó a este territorio, partiendo al puerto de Lugdunense, hoy conocido como Lyon, siendo enviado por San Policarpo su maestro y su guía.

En esa región se había desatado una violenta persecución contra los cristianos y en esas circunstancias fue ordenado sacerdote en el año 177, ejerciendo su ministerio evangelizador en la difusión de la fe católica, procurando llevar a cabo una doctrina ortodoxa sobre la interpretación de las manifestaciones del Espíritu Santo, respondiendo, así, a las enseñanzas de lo Montanistas, para ello viajó a Roma para tener un diálogo con el Papa San Eleuterio, a fin de dar un tono pastoral sobre ese debate doctrinal, evitando los excesos.

En el año 189 sucedió en el cargo al Obispo Potino, en la sede de Lyon, y ya fungiendo como tal, acudió al ya para entonces Papa Víctor, solicitándole la no separación de las iglesias orientales, sobre el motivo de que ellos celebraban la Pascua de acuerdo con el calendario judío, cuando en occidente, al no estar compenetrados de este calendario, la celebración simplemente se celebraba los domingos.

En su lucha con la ideología doctrinal de los gnósticos, Ireneo partió de una profunda antropología, tomada de la Biblia, según la cual el ser humano es un ser unitario, creado por Dios, a diferencia de los gnósticos, para quienes el hombre es un ser dividido, en donde la carne es un elemento corruptible, del cual el hombre se debe liberar.

La antropología de Ireneo se cimienta en una íntima conexión con la concepción antropológica de Cristo, quien es Dios y hombre verdadero, por ello el ser humano es un microcosmos, encerrando una síntesis de toda la creación.

La fecha de su fallecimiento es desconocida, pero una tradición afirma que fue martirizado y sus restos fueron sepultados en una iglesia llamada de San Juan Ireneo y posteriormente esta misma iglesia fue destruida por los calvinistas, desapareciendo sus reliquias.

La proclamación de su culto como santo procede de una ancestral veneración, reconocida, además de la Iglesia católica, en varias iglesias, como las Iglesias ortodoxas, la Iglesia luterana y la Iglesia anglicana.

“San Ireneo, verdadero Padre de la Iglesia, tanto por la luminosidad de sus escritos, como por un profundo sentido de pastor, dejó una sólida cimentación en la doctrina cristiana”.