Rubén Rocha, en caballo de hacienda

Ernesto Hernández Norzagaray
08 marzo 2020

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Rocha es un político que siempre ha tenido la suerte del lado de su tesón. Nació en un hogar humilde de la comunidad rural de Batequitas, municipio de Badiraguato, de donde salió siendo muy joven para estudiar en la Normal rural del Quinto, Sonora, donde alcanzó el grado de técnico en educación básica y su paso por aquellas aulas igualmente humildes lo acercaron al activismo de izquierda.

Regresó a Sinaloa y aquella militancia de juventud le abriría las puertas de la preparatoria de Guamúchil y llega a ser su director, desde ahí continuó su activismo, primero en la Corriente Socialista y más tarde, en la confluencia PCM-PSUM-PMS-PRD, que le llevó en 1985 a ser candidato a Gobernador por el MPS, una coalición de izquierda, y tuvo como adversarios nada menos que a Manuel Clouthier y a Francisco Labastida, quien resultó ganador de la contienda.

Quedó lejos del primer lugar, pero posicionó la marca de izquierda en el imaginario colectivo. Esas mismas fuerzas incubadas en la UAS lo llevarían a la Secretaría General del SPIUAS y luego a la rectoría en el periodo 1993-1997 y con él, haciendo un esfuerzo de extensión, cierra el llamado ciclo de los rectores “comunistas”.

En el verano de 1997 dejó la rectoría de la UAS y coincide con los preparativos de las elecciones generales de 1997. Una coalición variopinta lo postula como candidato a gobernador y obtiene el nada despreciable 18 por ciento de los votos emitidos. De aquella contienda recuperó una bomba mediática que cambiaría el rumbo de su trayectoria política. En plena campaña reveló que Juan Millán, el candidato a gobernador del PRI, que se ostentaba como egresado de la Facultad de Economía de la UAS, nunca había concluido sus estudios profesionales.

Millán tuvo que apechugar y esperar un tiempo para cobrársela. Se propuso cooptarlo para el PRI o mejor para el millanismo. Y lo logró desde el gobierno a golpe de contratos para realizar “estudios sociales”, seguramente sonrió con satisfacción cuando lo vio apoyando la candidatura a gobernador de Jesús Aguilar Padilla, quien gana una elección muy cerrada frente a Heriberto Félix Guerra y ese apoyo le permite a Rocha Moya llegar a la Coordinación de Asesores y quemar quizá la última nave que lo unía con sus antiguos camaradas.

A su manera y circunstancia siguió el camino del también ex Rector Jorge Medina Viedas, quien recordemos había abandonado a sus antiguos camaradas para abrazar al priismo.
Ya como coordinador de asesores combina sus labores profesionales con las de estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales de la UAS. Ahí tuvo como director de tesis precisamente a Medina Viedas, quien en ese entonces era funcionario del gobierno federal. Cubre el trámite y se convierte en flamante doctor sin que la UAS obtuviera a cambio un investigador que contribuyera desde la academia. Y es que en esos años se jubila en la institución Rosalina para reforzar su rol en el equipo del Gobernador Aguilar Padilla, incluido al final de su gestión, su paso por el ISSSTE en la Ciudad de México. Para volver a Sinaloa en 2017 cuando triunfa Quirino Ordaz y se convierte brevemente en coordinador de asesores.

Con la designación de Quirino Ordaz todo parecía indicar que llegaba al final de su carrera burocrática política. Estaba en la antesala de los setenta años “la última década útil” según Miguel de Unamuno. Pero, nuevamente la suerte toca a su puerta, lo busca López Obrador para invitarlo a formar parte de la fórmula de Morena al Senado de la República. Acepta para volver a la política activa después de veinte años de cuando fue candidato a gobernador por segunda vez. Ambos se habían conocido en el PRD y aquel confiaba y confía más en este tipo de perfiles conversos que en los de la vieja izquierda -un caso ejemplar, es el aislamiento político de Camilo Valenzuela- lo que le permite encabezar la fórmula.

Alcanza el Senado con Imelda Castro, un perfil sin mayores luces, que está a la espera de que le beneficie la cuota de género. Rocha, en cambio, alcanza mucha visibilidad por la elaboración, negociación y la defensa apasionada que hizo de la polémica Ley de Educación.

Eso automáticamente lo proyectó como posible candidato de Morena al gobierno de Sinaloa y es así, como aparece, a la cabeza en todas las encuestas de conocimiento e intención de voto de los aspirantes ante una “caballada” muy flaca y desacreditada. Ante este escenario que tiene una fuerte dosis de suerte, Rocha se mueve con un “equipo de izquierda” que cobra inescrupulosamente en el Senado de República sin prestarle servicio alguno. Y es que la mayoría de estos personajes, que vienen de distintas corrientes uaseñas de los años 70 y 80’s, son operadores políticos de una aspiración en marcha y están estratégicamente ubicados en Los Mochis, Culiacán y Mazatlán.

Sin embargo, no tienen influencia en el Senador y algunos hasta le causan problemas. Él está más informado y tiene mejor pulso de lo que ocurre en el estado. Sus verdaderos referentes están en otro lado. En la Ciudad de México, sin duda son AMLO y Ricardo Monreal. En Sinaloa, es el grupo que encabeza Jesús Vizcarra y Aguilar Padilla, sin Juan Millán, a la vista hasta este momento.

Esta sería la matriz política de la sucesión, la que podría definir, en caso de persistir la suerte, la candidatura de Rocha Moya.

En estas circunstancias hay un dato aparentemente suelto. Vizcarra y Aguilar Padilla presiden las fundaciones de la UAS y la UAdeO. ¿Qué hay detrás de estas designaciones? ¿Cómo se articula con el futuro proyecto político? En el caso de la UAS es clara la alianza con la mancuerna Cuén-Guerra Liera. Rocha Moya se ha olvidado de sus dichos de la campaña pasada cuando cuestionó severamente el cacicazgo y ahora lo defiende “porque cualquier reforma a la ley orgánica tendrá que venir desde dentro de la UAS”.

En la UAdeO, que lamentablemente ha dado sus primeros pasos para convertirse en una nueva Universidad partido, podría ser un adelanto sutil de la alianza con el Gobernador quien, en un acto inusual, desmesurado, fue a las instalaciones universitarias a tomarle protesta a Aguilar Padilla y hasta rendirle un reconocimiento público que seguramente no se les ha brindado a sus mejores académicos.

Entonces, si damos como buena que la precandidatura de Rocha Moya va en caballo de hacienda, aunque en política nunca hay nada seguro, estamos ante un escenario de continuismo, lo que esto signifique en un futuro enrarecido por variables que están más allá del estado. Y es que los actores decisivos, salvo excepciones en el terreno político y empresarial, no son nuevos, hay quienes han detentado el poder tras bambalinas y, eso, paradójicamente, lo ven algunos como que a Rocha Moya no se le acaba todavía la suerte desde que salió de la normal rural. Vamos, que la tiene hoy más que nunca, aunque AMLO esté cayendo en las encuestas.
Al tiempo.