Román Rubio: lucha social quebrantada
Huérfanos de líder; solos ante el crimen
Nadie tiene derecho, aunque sí tenga el permiso que otorga la impunidad, a arrebatarle a Sinaloa la vida de liderazgos y luchadores sociales como ocurrió el miércoles con Román Rubio López, cuya inmolación nos enluta y desampara a todos. Ellos, los que van siempre al frente de las mejores causas sociales, ponen el esfuerzo, las razones y el pecho como escudo para que los demás aspiren a condiciones de justicia, paz y derechos humanos sin perder la vida en el intento.
En el último reducto de la lucha social, los sinaloenses confían en aquellos que los guían a la esperanza, a pesar de que sea ésta la que se apaga cada vez más con políticos y acciones de gobierno que ofrecen dádivas a los desposeídos, pero no proporcionan siquiera la certidumbre de estar a salvo de las hordas criminales. El sueño de la recuperación de la seguridad pública va a velocidad inmoderada hacia la pesadilla y 90 mil homicidios dolosos en México lo atestiguan.
Caen uno tras otro los ciudadanos que le sirven al pueblo en vez de servirse de él. Sinaloa es la secuencia terrible de mujeres y hombres valiosos que al menor descuido los acaban las balas. Jesús Michel Jacobo en 1987, Norma Corona en 1990, Jorge Aguirre Meza en 1999, Francisco Eduardo “El Fuco” Urrea y Atilano Román Tirado en 2015 son a grosso modo el memorial de nuestra barbarie.
Ahora Román Rubio López, que es asesinado en detrimento del activismo a favor de pueblos originales asentados en el norte del estado, específicamente la etnia tarámari, otra evidencia irrebatible de que existe la pobreza extrema en la serranía, agravada por la ausencia de instituciones y autoridades que les pongan atención a comunidades donde el trabajo al ras de la esclavitud es la única forma de sobrevivir.
En todo momento estuvo allí cuando los más pobres de los pobres lo necesitaron. Lo mismo en la romería por cerros y caminos sinuosos para hacerles llegar víveres y medicamentos, que en el desacuerdo con las cifras del Consejo Nacional para la Evaluación de las Políticas de Desarrollo Social (Coneval) que consideran a punto de desaparecer la pobreza extrema en Sinaloa al ser del 2.6 por ciento, la más baja del territorio mexicano. “Lo que yo he visto a lo largo de toda la sierra sinaloense es pobreza, pobreza y extrema pobreza”, reaccionó.
El activista social que nunca estuvo en la comodidad de los impávidos es precursor de acciones de apoyo y reconocimiento de derechos a los tarámaris, acercándoles durante una década lo que los gobiernos le negaron por siglos. Clínicas, brigadas de salud, maestros bilingües, libros en lenguas originales, alimentos y nuevas realidades empezaron a fluir a donde antes fueron vetadas. Al Colectivo Tarahumara Sinaloense le han cortado el brazo derecho; a los moradores de poblaciones como Cuitaboca, Alisos de Olguín, Cañada Verde, Jikapory y en El Cochi les ha renacido el espíritu de reivindicación a través del legado de “El profe” Rubio.
Va de nuevo el acostumbrado “investíguese hasta las últimas consecuencias, sean quienes sean los asesinos, caiga quien caiga”. El “levantón” del que fue víctima Román Rubio el 20 de julio, junto a Esteban López Beltrán, activista del Movimiento Regeneración Nacional en el Municipio de Sinaloa y quien también fue hallado muerto, podría adquirir el sesgo de reto al nuevo gobierno que encabezará Rubén Rocha Moya, si la correspondiente carpeta de investigación, transparente y expedita, tarda en clarificar el móvil.
Este hecho de violencia que podría ser el de más alto impacto que cerrará la administración pública estatal que preside Quirino Ordaz Coppel, que por cierto con el asesinato del periodista Javier Valdez tuvo en 2017 una apertura fatídica, exige que la transición de mandos en el Ejecutivo estatal no obstruya la continuidad de la investigación para que la justicia le llegue a Román Rubio y su familia, más allá del bálsamo de las palabras de “fue un hecho inesperado” que Quirino Ordaz y Rubén pronunciaron ante los cadáveres de las víctimas.
El actual Gobernador, sin ser represor de periodistas, cargará en el recuento de daños con la muerte de Javier Valdez y sin mostrar intolerancia hacia la lucha social recibe al final de su período el atentado letal contra Román Rubio. Y el Mandatario que toma el timón de Sinaloa el próximo 1 de noviembre ¿está recibiendo un aviso escrito con sangre de la delincuencia organizada que, renaciente y desafiante, se siente desplazada por otras células criminales?
Ya habrá tiempo para descifrar los códigos de este crimen que generó la indignación en Sinaloa y el País. Hoy es momento preciso para despedir a Román Rubio con los labios secos y los ojos anegados de la etnia tarámaris y con el reclamo de justicia de la sociedad en general que es el mejor tributo a los caídos. Aún en la patria de los 90 mil cenotafios en 31 meses, podría tener el Estado un destello de ley que proteja a nuestros luchadores sociales como mejor homenaje a aquellos que no supo o no quiso defender.
Harán la sangre en la tierra,
Y de lágrimas el diluvio,
Que reverdezca Román Rubio,
De la costa hasta la sierra.
Debió salir el Fiscal General Juan José Ríos Estavillo el mismo día que encontraron sin vida a Román Rubio a mandar la señal de aceleración de todos los instrumentos y personal de investigación tendientes a esclarecer el crimen. A un Sinaloa lastimado por el sacrificio de ciudadanos valiosos no se le deja así nomás, con la zozobra a flor de piel. En este tipo de circunstancias es cuando más se requiere a las autoridades dando la cara como primera activación de la confianza.