Revocación de mandato, la idea imprudente. Decisiones insólitas en los días de pandemia
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alexsicairos@hotmail.com
Ahora, hoy, sin esperar a que atenúe la emergencia sanitaria por coronavirus, el Presidente Andrés Manuel López Obrador coloca en la discusión pública el tema de la revocación de mandato, es decir si se va o se queda frente a las riendas de México, consulta que él mismo adelantó un año pues originalmente la propuso para realizarse en marzo de 2022 y ahora la plantea para julio de 2021. ¿Tiene prisa por irse o está muy seguro de que la gente lo apoyará para que continúe en el cargo?
Es muy temprano para conjeturar sobre los resultados del referéndum que lo puede remover o afianzar en el poder, aunque sí sea el momento de analizar las consecuencias que resultan de poner el tema sobre la mesa en la circunstancia presente cuando minuto a minuto el tiempo es de oro para decidir el desenlace mexicano y las cicatrices futuras, por la pandemia de Covid-19.
López Obrador parece no tenerle miedo a la eventualidad de dejar la titularidad del Ejecutivo Federal, puesto por el que luchó durante doce años, en tres campañas políticas consecutivas. Al empalmar el debate de la revocación del mandato con las decisiones desafortunadas que se le endilgan respecto a la pandemia de Covid-19, le mueve demasiado a México el piso de la gobernabilidad.
El Presidente realiza frecuentes actos de malabarismo gubernamental. El desapego al acuerdo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo para que la aportación mexicana del crudo se redujera a 100 mil barriles, así como el inaudito arreglo con Donald Trump para que Estados Unidos accediera a sacrificarse con tal de apoyar a su vecino del sur, le dan pauta a más perfección de la que estamos acostumbrados en el suelo azteca.
Y al siguiente día más píldoras de bienestar de las que desconfían los ciudadanos sensatos, aquellos a salvo del deslumbramiento irreflexivo las consideran como placebos. Por ejemplo, la extinción de los fideicomisos públicos que durante décadas sirvieron para apuntalar proyectos o programas específicos, decisión cuyas consecuencias han sido relegadas en la discusión colectiva debido a que se tomó cuando el País entero se ocupa de la actual contingencia de salud.
Otro malabar insólito, igualmente cubierto con la bruma distractora del coronavirus, es la determinación presidencial para desviar fondos de seguridad pública por el orden de los 12 mil millones de pesos para atender la emergencia sanitaria nacional, a pesar de que la escalada de violencia continúa imparable e igual que el coronavirus ocasiona la pérdida de vidas humanas. Por si alguien lo dudara, los homicidios dolosos gritan por sí mismos: en 2020, con corte a marzo, ascienden a 7 mil 313 en el país y en Sinaloa suman 195 en el mismo lapso.
Al Presidente se le percibe desesperado y no encuentra de dónde sacar dinero con tal de no acudir a deuda pública y poder presumir que México salió de la emergencia sanitaria sin ocupar de bules para flotar. Sería gran hazaña si la Patria sale por su propio ímpetu social y económico de la encrucijada de hoy a la vez que el concierto de naciones procede a darse la mano recíprocamente en la ansiedad por superar esta pesadilla.
Y como los males nunca vienen solos, López Obrador reacciona con su habitual cólera ante los críticos de su gobierno y en tal arranque de furia les ofrece que la consulta para que los mexicanos decidan si sigue o deja la Presidencia de la República se adelanta un año: originalmente la ofreció para marzo de 2022 y la aceleró para julio de 2021, sin contar con la certeza de que la pueda ganar.
Se aceleró, como siempre. De aquí a 15 meses que cumpla la palabra de someterse a la voluntad popular que resolverá si le concede los seis años que por ley debe desempeñar el cargo, o le corta la viada a medio sexenio, un halo de dubitación bañará a la patria con el consiguiente ingrediente de la incertidumbre y la maniobrabilidad de sus opositores para que el resultado del plebiscito eche a AMLO fuera de Palacio Nacional.
Es poco posible que la población mexicana decida por mayoría revocarle el mandato a López Obrador en julio de 2021, un mes después de que se realicen las elecciones intermedias en México. Aun cuando el resultado fuese el de cortar a la mitad el sexenio 2018-2024, se ve improbable que el Presidente acate un designio popular sin acusar la manipulación del proceso de consulta.
Pase lo que pase, ya es grave la secuela de la ofuscación presidencial porque el principio de autoridad renguea cuando se le necesita más firme que nunca. Agregarle a la incertidumbre de la pandemia la irresolución de si AMLO permanece o se retira del cargo en el que lo pusieron 30 millones de mexicanos no es cualquier cosa. La sola conjetura lanzada desde el pódium mañanero hace que hiervan más las redes sociales con las infinitas guerras virtuales entre amlovers y amlohates.
Reverso
Por favor calme esa fiebre,
De tomarse ya un descanso,
Y no nos dé gato por liebre,
Cuando se le canse el ganso.
Quirino: laurel o espinas
La emergencia por coronavirus pasará pronto a ser un asunto local porque Sinaloa es de las zonas del País más afectadas por Covid-19 y el Gobernador tendrá que tomar decisiones propias, le gusten o no al Presidente Andrés Manuel López Obrador, para proteger la vida y el bienestar en el estado. Todo indica que viene la mayor prueba para Quirino Ordaz Coppel en la antesala de la votación para elegir a la mujer o al hombre que lo sucederá en el cargo. Según proceda, la crisis sanitaria puede lograr que se lo reconozca la historia o que el futuro se lo reclame.