Reformar a la UAS: ¿es gato o es liebre?
Crecer coincidencias y reducir diferencias

Alejandro Sicairos
27 enero 2023

Se le está tronando más pirotecnia al santo que lo que merecen sus milagros, al volver a la agenda pública el tema de la reforma a la Ley Orgánica de la Universidad Autónoma de Sinaloa, ahora en combo con las instituciones también con autogobiernos como la de Occidente y la Indígena de México. Aunque lejos de concentrar el debate en determinar qué sí y qué no es transformable en estas casas de estudios, los ánimos se gastan en vaticinar guerras atroces, mediciones de poder de índole política y rasgaduras de vestiduras.

Tal vez el furor derive del poco oportuno anuncio que hizo el Diputado Feliciano Castro Meléndrez, Presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado, en el sentido de que en el paquete legislativo de 2023 viene la revisión del régimen interior de las universidades públicas, sin existir antes la debida socialización, consultas, y mucho menos las mesas de acuerdo con los actores y factores concurrentes.

Con el frío que hace en Sinaloa no se vale aventar cubetadas de agua helada. Al estar situada en la angustia colectiva la conversación sobre la seguridad pública que con los hechos del 5 de enero parece hoy más nave a la deriva, la viabilidad de la producción del campo para rescatar la economía desde lo originario, y los corolarios de hechos donde dos alcaldes utilizaron las finanzas públicas como alcancías personales, entonces cualquier otro elemento de conflicto resulta hoy inconveniente.

El reclamo de respeto a la autonomía universitaria es un asunto viejo con los mismos desenlaces inconclusos. Y todo porque en vez del análisis profundo (por qué el Congreso no trató el fondo de la litis en uno de sus parlamentos abiertos) se acude a la grandilocuencia de ocasión, se hacen arder los rescoldos de fuegos pasados, y en cuanto la lumbre les llega a los aparejos a los implicados en el disenso, proceden a apagarla con el agua de la simulación.

El actual parece ser un buen momento para abrir el análisis dentro y fuera del campus oyéndose todos y entre todos en repensar modelos cuya permanencia expele desconfianzas que son la primera indicación del fracaso. Abrirse a la inspección ciudadana que esté exenta de apetitos particulares o de camarillas bajo la regla de oro que nos dice que todo cambia y quien se resiste al cambio se aísla y autoexcluye.

En los posicionamientos expuestos a partir de que Feliciano Castro volvió a ponerle el cascabel al gato, existen puntos de encuentro. En la postura del Rector Jesús Madueña Molina el planteamiento es que el artículo tercero constitucional en su fracción VII “protege en forma categórica la autonomía universitaria, destacando el autogobierno, la libertad de cátedra, así como la libertad en el diseño de planes y programas de estudios y para administrar su patrimonio”.

En ello coincide Rubén Rocha Moya, pero advirtiéndoles a las diputadas y diputados que sean cuidadosos ya que “hay todo un procedimiento y la propia Ley General de Educación Superior en su artículo 2 hace un llamado para que se tenga mucho cuidado y no se vaya a lesionar la autonomía universitaria”. Esta normatividad fue impulsada por el Gobernador siendo integrante del Senado de la República.

A la misma actitud del Mandatario sinaloense le aporta el Director General Ejecutivo de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, Luis Armando González Placencia, al plantear en su cuenta de Twitter la solidaridad con la UAS y “el llamado respetuoso al Congreso del Estado para que honre su obligación constitucional de respetar el párrafo 3 del artículo 2 de la LGES”. Inclusive, el presidente de la Jucopo precisó en la declaración inicial a la prensa que “tratándose de reformas a las leyes orgánicas, el punto de partida es la consulta a universitarios, es la opinión de la comunidad universitaria la que está al mando en un proceso de esta naturaleza”.

En síntesis, hay coincidencias de base para avanzar al punto toral de determinar qué debe transformase, por qué y con quiénes, o en dado caso cuáles cosas deben seguir igual porque funcionan bien para la sociedad. El Rector afirma que no se opone a que se legisle en la materia siempre y cuando se haga “tomando en cuenta la opinión de las comunidades universitarias, la historia y las aportaciones de las instituciones y el papel fundamental que éstas tienen de cara al futuro del país”.

Lo que sigue es aplanar el piso y quitar los abrojos para que nadie se adelante a ponerse el huarache por miedo a espinarse. Para ello las universidades públicas disponen de la comunidad intelectual que sabe cómo despejar las rutas de evolución de las IES y están a la mano las experiencias de otros centros de enseñanza del País, y de la misma alma máter sinaloense, que son bitácora segura y sensores de peligros a la vez.

Sí puede hacerse sin causar los cataclismos de mal agüero, claro, siempre y cuando los afanes tan dispares pongan lo esencial, a la UAS y sus estudiantes, en el eje de las convicciones y voluntades para hacer más grande a la casa rosalina de lo que hoy es.

No preocupa la reforma,

Sino inquieta más el fondo;

Lo turbio que está lo hondo,

Que hasta lo bueno deforma.

En menos de tres meses el Rector Jesús Madueña implementó el nuevo programa educativo de la UAS (en octubre de 2022) con el rediseño curricular guiado por un panel de expertos, y convocó el reciente miércoles 25 de enero al Foro Universitario de Reforma Académica y Administrativa “Construyendo juntos el nuevo Modelo Educativo UAS”. ¿Esto no cuenta como reforma?