Reflexiones sobre PISA 2022 desde México y Sinaloa
Esta semana se dieron a conocer los resultados de la última aplicación del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) 2022. Con ello, se abre la posibilidad de volver a dar sentido de urgencia a la discusión pública respecto a cómo mejorar el aprendizaje que el sistema educativo nacional permite alcanzar a sus estudiantes.
El informe PISA, reconocido por un riguroso enfoque en matemáticas, lectura y ciencias, proporciona una visión valiosa sobre el estado de la educación en decenas de países. En ese concierto, la perspectiva es clara. Los resultados de los estudiantes mexicanos, aún aquellos de mayor privilegio socioeconómico, se encuentran muy por debajo de los países de mejores rendimientos, como Singapur en Asia o Estonia en Europa.
Estas pruebas también brindan al País la única oportunidad de evaluar los niveles de aprendizaje actuales con el pasado. En concreto, sólo gracias a PISA México puede contar con una retrospectiva hasta el año 2003. Con los ojos puestos hacia atrás, es claro que las llamaradas de mejora que se han dado desde la primera aplicación hoy se encuentran apagadas.
Estadísticamente, la caída en los puntajes no alcanza a ser considerada significativa. Es decir, en general el País se mantiene en un nivel similar al de 2018. Pero en el caso particular de matemática, México vuelve a tener un resultado nacional promedio inferior a los 400 puntos, tal como hiciera en la primera aplicación de pruebas PISA el 2003.
A nivel mundial, los resultados también sugieren una tendencia similar. Sobre todo en sistemas educativos de los resultados más altos, se ha experimentado un descenso generalizado en los niveles de logro obtenido por los estudiantes. Situación que se vuelve más notoria en la asignatura de matemática.
El impulso de echar la culpa de esto a la pandemia de Covid-19 debe ser contenido. El efecto de los cierres de clases no fue igual en todas partes. Aunque algunos países en efecto cayeron, otros como los de Asia Oriental y Estonia, han mantenido o incluso mejorado su rendimiento. Esto permite iniciar una nueva era de análisis y discusión educativa, en torno a la capacidad de los sistemas educativos de demostrar resiliencia para adaptarse y superar adversidades.
¿Es el sistema educativo resiliente? ¿Cómo puede construir mayor resiliencia? Estas preguntas debieran ser el centro de la discusión pública sobre educación en el País. Algunos reconocerán este rasgo en el hecho de haber superado la pandemia sólo con disminuciones moderadas en los puntajes. Otros verán su ausencia en la incapacidad de revertir tendencias al descenso o al estancamiento en los aprendizajes. Un buen punto de partida sería salir a buscar las historias detrás de ese 12 por ciento de estudiantes del menor nivel socioeconómico que llega al primer cuartil de más alto nivel de aprendizaje.
Como sea, estos resultados deben ser un llamado a la acción para los responsables de la formulación de políticas educativas en México. La gran distancia con los aprendizajes que obtienen estudiantes en otras latitudes debe infundir un genuino ánimo de exigencia y cuestionamiento. ¿Qué hay que seguir haciendo? ¿Qué se debe dejar de hacer? ¿Qué se debe comenzar a hacer? Estas preguntas deben ser respondidas para poder apostar a ser un sistema más resiliente.
Hace semanas, Mexicanos Primero Sinaloa revelaba datos que confirman la existencia de una crisis de aprendizaje en la educación básica en el estado (https://mexicanosprimerosinaloa.org/wp-content/uploads/2023/11/Crisis-de-aprendizaje.pdf). Los datos recientemente revelados por PISA 2022 lo confirman. En México y en Sinaloa, asistir a la escuela no es sinónimo de aprender lo necesario no sólo para salir bien en un examen, sino para superar los retos y desafíos propios de la vida en el Siglo 21.
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El autor es director general de Mexicanos Primero Sinaloa
@Mexicanos1oSin
www.mexicanosprimerosinaloa.org