Reactivar el turismo, moneda al aire. Elegir entre Covid o crisis económica
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alexsicairos@hotmail.com
Con la reapertura de la actividad turística en Sinaloa se dará mañana el principal paso de la reactivación económica que inició desde el 7 de junio y se sustenta en la estabilización, con pausada tendencia a la baja, de la curva endémica del Covid-19 en la cual los casos recuperados son más que los nuevos contagios. A la par, la población ha evidenciado el desespero por acabar con el aislamiento domiciliario y retomar las actividades laborales, de diversión y recreación.
A excepción de los picos que se dieron por los casos no reportados y que se acumularon en fechas específicas, el comportamiento de la estadística tiende a aplanarse en la parte alta con tenues movimientos de descenso, esperándose que la curva se muestre inclinada en las siguientes semanas hasta tocar el piso de cero contagios. Esto más que una posibilidad es lo deseable para Sinaloa al prefigurar el horizonte más alentador.
Cuatro meses han sido tiempo suficiente para cambiar muchos de los chips de tipo económico, político y social. Es cierto que la angustia hizo presa sin distinción a los sectores sinaloenses, pero igual se transformó para bien la concepción del estilo de vida y la mentalidad con la que deberemos ir a enfrentar otros retos de salud pública que vienen. Claro que ya nada será igual, pero los cambios podrían fortalecernos en lo individual y lo colectivo.
El coronavirus encabeza todavía el orden de las prioridades gubernamentales. Aunque la reapertura del sector turístico es señal de que Sinaloa deja la unidad de cuidados intensivos, continúa latente la advertencia médica de que cualquier descuido podría ocasionar que el enfermo retorne al estado de gravedad del que apenas va saliendo y con los peligros propios de las recaídas. Esto es todavía la moneda lanzada al aire, apostándole bastante a la suerte.
Como se expuso ayer en la reunión que encabezaron en Mazatlán los gobernadores Quirino Ordaz Coppel, de Sinaloa, y José Rosas Aispuro, de Durango, lo que empieza es la llamada nueva normalidad que no significa, ni por asomo, el estado de cosas que se tenía antes de que a finales de febrero se registrara en Culiacán el primer caso de contagio importado. El Covid-19 sigue aquí, se va a quedar mucho tiempo, solamente que ahora podemos emerger como sociedad y ser más fuertes que el virus.
El punto en que se sitúa la contingencia sanitaria constituye una especie de juego de azar porque nadie sabe con precisión, ni en Sinaloa, México o el mundo, qué es lo que sigue después de las fases de mayores estragos, no se diga de la certeza de si habrá o no rebrotes y en cuántos meses se dispondrá de la vacuna al alcance de la población en riesgo. Ser reiterativos en la viñeta de la moneda lanzada al aire, con el imparable Covid en una cara y la crisis económica en otra, ayuda a entender que resolver el dilema es complicado.
Pero es crucial que nadie intente engañarnos. Al reanudar de manera paulatina la llamada industria sin chimeneas también importa abrir líneas de confianza entre los participantes del proceso: el Gobierno garantizando infraestructura y medicamentos como si fuera a enfrentar el peor escenario, los empresarios sosteniendo la rigidez de los protocolos de reactivación y los turistas con el conocimiento de que la amenaza persiste y hay que cuidarse.
Realmente lo que empieza el miércoles en Mazatlán es el mismo experimento que ya se realizó en otros destinos de playa y que dependerá de la aplicación eficaz de los protocolos establecidos para continuarlo o dar marcha atrás. ¿Qué economía resiste tener en inactividad 532 hoteles, 22 mil habitaciones, 30 mil empleados de los establecimientos de hospedaje y 75 mil personas con actividades económicas vinculadas al turismo? He ahí el dilema de cerrar más días o abrir ya.
Sin embargo, existen responsabilidades que se pueden delimitar desde antes de que llegasen a fallar las medidas establecidas. La principal recae en los empresarios del ramo que tendrán que ser minuciosamente cuidadosos de que los modelos de prevención se cumplan al pie de la letra en el entendido de que al crecer la movilidad crece también el riesgo de propagación del virus SARS-CoV-2. Lo otro es que los visitantes relajen la autoprotección y lleguen o se vayan contaminados.
Llegaremos a julio con la pandemia preocupando y ocupando a la gente, virando el miedo a la enfermedad hacia la congoja de ver en peligro los medios de sustento. De no estar cuidándonos hoy a que nos alcance el SARS-CoV-2 y luchando por salvar la vida de los contagiados, la agenda pública estaría concentrada en la seguridad pública y el anticipado activismo político con miras a la elección del 6 de junio de 2021.
En fin, mañana la moneda será echada al aire y sin más disyuntiva que aquella que determine la suerte todo indica que le perdimos el miedo al virus de Wuhan por anteponer el temor mayor que se le tiene a la probabilidad de que colapsen los medios de subsistencia. Nos echaremos el clavado y en unas semanas se sabrá qué nos espera al fondo de la fosa de las intrepideces.
Reverso
A propósito de curaciones,
Sana el Covid y cualquier pena,
Echarse aquí unos mariscos,
Con la correspondiente “ballena”.
¡Ay, mi Mazatlán!
Tiene razón Luis Guillermo “El Químico” Benítez: Mazatlán ha padecido históricamente de pandemias y de todas ha salido airoso. Y también ha resistido con singular estoicismo la maldición de alcaldes que parecen cortados, todos, con la misma tijera que le da forma a ineptitudes, monigotes y comparsas políticas que prolongan la de por sí larga espera por gobiernos sensatos y progresistas.