¿Quién tiene la culpa de que el emperador ande desnudo?

Artículo 19
17 junio 2024

Un buen periodista es un ser incómodo. Es como el niño que se atreve a gritar que el emperador anda desnudo por la calle. Su honestidad es fundamental para la sociedad. En el cuento de Hans Cristian Andersen, la autoridad queda en ridículo y todo termina en risas.

En la vida real, ejercer la libertad de expresión puede traer muchos problemas.

Este derecho humano tan elemental e importante es capaz de despertar el lado autoritario de casi cualquier gobernante, todos tan poco propensos a las críticas y al disenso. Y es que, ahí donde la dejan ser, la libertad de expresión va abriendo mentes. Actúa como una onda explosiva y expansiva, bella y peligrosa. La solo transmisión de ideas nuevas es capaz de destruir un mundo y construir otro distinto.

El periodista busca verdades desnudas. Por eso pregunta, se obsesiona, se mete donde no lo llaman, cuestiona y duda. Su curiosidad confirma el dato.

El deseo de países más justos, la necedad de no ocultar la historia por muy dolorosa que resulte, la vocación de explicar, cuestionar, criticar e investigar alimentan al espíritu periodístico latinoamericano que crece y se fortalece en medio de violencia y amenazas, censura, con restricciones al acceso a la información pública, en condiciones laborales y económicas adversas. Aun así, los esfuerzos por hacer buen periodismo son vastos y resilientes en Abya Yala. Periódicos, noticieros, radios y medios alternativos crecen como hongos después de una noche de lluvia.

Pero también crecen y se diversifican las maneras en que el poder intenta acallar a quienes los muestran desnudos.

En la vida real, burlarse o desnudar las intenciones de un gobernante, un político o un empresario puede desatar toda una maquinaria de venganza digna de un cuento, pero de horror.

¿Se imaginan que la historia del traje nuevo del emperador terminara en que el niño es condenado a la cárcel, al exilio o la muerte por haber dicho la verdad?

¡Pues no! Eso sería injusto.

Hay que defender al niño y su grito sincero. Hay que defender las risas con las que termina el cuento. Incluso, hay que defender el derecho del emperador a andar desnudo y a hacer el ridículo. Por lo tanto, ¡es prioritario defender la libertad de expresión!

* La autora Lucía Escobar (@liberalucha) es periodista y colaboradora en el programa de Centroamérica y el Caribe en ARTICLE 19 MX-CA.

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