¿Quién defenderá a Quirino?

Jesús Rojas Rivera
07 febrero 2020

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jesusrojasriver@gmail.com

 

Tuvo que salir la Fiscalía aclarando que no era con ellos el pacto de impunidad que pretendía convenir el gobierno actual y los malovistas llevados a juicio por diversos delitos contra el erario sinaloense. Tuvo que demostrar, por vías poco ortodoxas, que por el “desempeño irregular de la función pública” se pidieron para los acusados una pena de 16 años de prisión, inhabilitación para ejercer cargos públicos por 20 años y multa de 800 días en la unidad de medida, más la reparación del daño.

El 1 de febrero el periodista sinaloense Marcos Vizcarra, eleva un tema local a medios nacionales. Atractivo título: “Desautoriza jueza tranza en Sinaloa”, Grupo Reforma clavando un dardo venenoso en el gobierno de uno de los políticos “mejor” evaluados de México. El tufo a corrupción cunde por la redacción y diversos medios nacionales como El mañana, el Norte, El Diario de Chihuahua, El Vallartense, Zócalo entre otros comienzan a replicar las acciones que la jueza Sara Quiñonez ventiló tachando de “tratos inmorales” entre el Secretario de Gobierno Gonzalo Gómez Flores y los abogados defensores de los malovistas en proceso penal.

Hasta entonces el Gobernador no aparece en esta historia, es un asunto que se discute entre la Fiscalía, la juzgadora, el representante del gobierno y la parte demandada. Pero decide hablar y no le va nada bien, se sale del guión y defiende la postura velando las cartas. Millones de dólares ha pagado el gobierno en asesoría para la “imagen pública” y “contención de crisis”, para que en una sola declaración el titular del Ejecutivo tropezara. “No hay daño patrimonial como tal, es claro que los recursos no se los llevaron al bolsillo”, fue la respuesta del Gobernador que provocó todo tipo de reacciones, la mayoría de ellas negativas. Días después, en tempranero sacrificio recibe por “asuntos personales”, la renuncia del Secretario de Administración y Finanzas Carlos Ortega Carricarte.

Por años se ha dicho que uno de los valores más nobles en la política es la defensa del que dejó el poder. Sobre todo cuando se viene de donde mismo, cuando conocen las tripas y las entrañas del Leviatán. Quirino sabe perfectamente lo que es desviar sin robar, tomar de una partida para apagar fuegos financieros, cuentas o nóminas cuando el cinturón presupuestal se aprieta. Muchos años trabajó en áreas contables y financieras de los gobiernos, es uso y costumbre en toda administración hacer lo que los acusados hicieron. Nadie se va a dar golpes de pecho, en la carbonera todos traen tizne en las uñas porque todo se ha visto.

Pero lo que nunca, es que el Gobernador salga a exponer la defensa, para esos están los secretarios, los peones, los arfiles, los caballos o las torres. A Quirino lo dejaron solo y tuvo que poner “pecho” ante la embestida mediática nacional. Le falló Gonzalo, le falló Carricarte y le fallaron varios, no cuidaron a su jefe y lo expusieron al escrutinio nacional como el corrupto que no es. Lo metieron a lodos que no debía pisar y lo rebajaron a la confrontación mediática en un tema que le debía ser completamente ajeno.

La salida de Ortega es un golpe a la mesa, una sacudida necesaria para llamar la atención de los colaboradores cercanos. Cayó como los de antes, de un periodicazo, solo uno en Reforma aguantó. “A ver señores, de qué se trata...”. Quirino tiene que preparar la salida que cada vez está más próxima, va a entregar la estafeta y no se la va a entregar al PRI. La salida se debe dar en un proceso pulcro, de bajo perfil y muy poca confrontación.

Quirino defendió lo público conforme a los cánones de la vieja escuela, pero nadie está pensando defenderlo a él. Cada uno de sus colaboradores está preocupado por lo suyo, planeando sus propios cierres y sus propias rutas de escape, no es lo mismo jefe que líder. El escenario futuro es incierto y la incertidumbre es la peor enemiga en la toma de decisiones racionales. Si el Gobernador no alcanza a poner orden en el tablero, quedará a merced de las circunstancias futuras. Más vale un grito a tiempo, que un sermón mal deletreado. Luego le seguimos...