Quesos que no son quesos
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La decisión de la Secretaría de Economía de ordenar el retiro del mercado de productos de ciertas marcas por no cumplir con la norma mexicana respecto a quesos y yogurt es un hecho trascendente. Se va más allá de publicar quién es quién en la industria. Generalmente, las investigaciones de la Procuraduría Federal del Consumidor no llegaban a la acción pública para establecer orden en el mercado.
Los estudios no llevaban a medidas de corrección, y estaban sujetas a la buena voluntad; también podían ser base para actos de corrupción. Esta vez no, la disposición de retiro de productos de los supermercados obliga a las empresas afectadas a tomar acciones para solventar los requerimientos de las autoridades lo más rápidamente posible. Aunque la disposición de la Secretaría de Economía se refiere a quesos y yogurt, otras empresas en la industria de alimentos tendrán en mente la posibilidad de hacer frente a una medida similar.
A causa de los procesos de concentración presentes en la industria, existe un desequilibrio básico entre consumidores, que son muy numerosos, y empresas, que funcionan como monopolios, y que son parte de mercados de unas pocas empresas.
El desequilibrio se ve reflejado en precios y también en las características de los productos. En el país no existe control de precios, lo cual sería inconveniente, pero sí normas estandarizadas mínimas, que buscan proteger a los consumidores y establecer orden en la competencia entre las empresas.
En general, las normas se refieren a calidad intrínseca, es decir, los ingredientes empleados en la elaboración, y la información que debe proveerse a los consumidores en cuanto a contenido, su constitución y forma de elaboración, a fin de que estos realicen la elección que consideren mejor. En la industria alimentaria es muy importante garantizar que el producto sea inocuo, es decir, que no sea fuente de contaminación, de transmisión de enfermedades o dañino a la salud.
Con la normatividad se busca evitar que los consumidores sean sujetos a engaños o a fraudes, y que tengan la posibilidad de hacer la defensa de sus intereses en los juzgados. Sin embargo, en este aspecto, que se relaciona con el estado de derecho, todavía se tiene un gran atraso, de ahí que se ponga la atención a la intervención de las dependencias responsables.
Los consumidores frecuentemente pagan por kilos que no son kilos, litros que no son litros, leche que no es leche, quesos que no son quesos, contenidos de productos que no son ciertos, calidades que no son tales.
Los engaños al consumidor, en un marco en que éste no tiene posibilidad de demandar por fraude, debido a que no sabe que está siendo engañado o porque sabe que perderá el tiempo si abre un procedimiento de demanda, restringen el avance hacia una mejor sociedad, no sólo hacia un buen funcionamiento de los mercados. Más allá de negarse a comprar, y alterar su patrón de consumo, el consumidor mexicano en realidad no tiene escapatoria.
A estos problemas se añade otro más, la segmentación del mercado según el ingreso de las personas, lo cual hace difícil el orden en el mercado, debido a que hay consumidores que prefieren bajos precios, sobre cualquier otro criterio, se cumpla o no con normas fijadas para todos. Ni están en capacidad de informarse respecto a los productos que consumen, ni les preocupa. En cambio, sí están dispuestos a tolerar daños a su salud si pueden resolver sus necesidades de consumo en lo inmediato con poco gasto.
En particular, los productores de la cuenca lechera del sur de Sinaloa han visto con buenos ojos la decisión de la Secretaría de Comercio, pues desde hace tiempo venían reclamando de las autoridades que tomaran medidas respecto a la venta de quesos en el mercado regional que no eran propiamente de leche, al recurrir a fórmulas. Sus mercados, para la venta de leche y de queso, se han visto reducidos, lo cual los tiene en una situación de crisis. Ya antes habían considerado como un gran cambio el que se prohibirá en la legislación la utilización de la denominación de leche a líquidos que eran propiamente imitaciones de leche.
Los consumidores sinaloenses actualmente están comprando quesos que imitan ser quesos, pero que no lo son. Y solamente quienes están en la actividad o son consumidores muy informados lo saben. Desgraciadamente, a fin de reducir costos y mantenerse competitivos frente a productos de las grandes empresas, existen productores que ofrecen al mercado quesos regionales que recurren a tales fórmulas. La falsificación está muy extendida, y no es cosa solamente de grandes marcas.
La medida respecto a quesos y yogurt no resuelve la problemática de los productores del sur del estado, pero sí hace visible el problema. El número de consumidores que se preocuparán respecto a los productos que compran puede verse incrementado, y expresarse en la búsqueda de quesos auténticos.
La ética empresarial, se reconoce actualmente, tiene un valor en el mercado, así como la responsabilidad social de la empresa. Sin embargo, en el país aún estamos lejos de que se exprese como conducta colectiva. Esta narrativa todavía no sale de la publicidad y las relaciones públicas.