Querer lo que se tiene
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Es común que el ser humano llene su mente de ilusiones y fantasías que supuestamente le concederán bienestar y felicidad. Algunos pensarán en el éxito profesional, laboral y comercial; otros añorarán la comodidad de bienes y riqueza; tal vez, alguien más soñará con viajar y disfrutar a su familia. Si nos fijamos, todos estos pensamientos se funden en uno solo: ¡cuando tenga lo que quiero seré feliz!
Sin embargo, detrás de todo ese ficticio escenario se esconden un espíritu infantil y un corazón huérfano de amor. Si se anhela algo más es porque no se está contento con lo que se tiene. Quien aquilata lo que tiene no abriga famélicos pensamientos de quimérica felicidad.
Si eres de los que piensan que un nuevo auto, empleo, casa, fortuna, pareja o hijos colmarán la ausente felicidad de tu corazón, estás muy equivocado. Son infantiles emociones que no tienen raíz, soporte o fundamento.
En ocasiones se piensa: “si fulanita o fulanito fuera mi esposa o esposo mi vida sería muy diferente”; “de seguro ella o él serían más detallistas y románticos”; “con ella o él sí podría hacer mejor vida”.
La fórmula de la felicidad no consiste en tener lo que se quiere, sino en querer lo que se tiene. Cuando no valoramos ni amamos lo que tenemos le perdemos el respeto. Pensar en la pareja ideal y perfecta es no respetar a quien tenemos a nuestro lado, como escribió Richard Sennet:
“La falta de respeto, aunque menos agresiva que un insulto directo, puede adoptar una forma igualmente hiriente. Con la falta de respeto no se insulta a otra persona, pero tampoco se le concede reconocimiento; simplemente no se la ve como un ser humano integral cuya presencia importa”.
¿Quiero, aprecio y valoro lo que tengo?