#Quédateencasa
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pabloayala2070@gmail.com
Hace cuatro días un grupo de médicos españoles puso a circular en Twitter el #Quédateencasa, invitando a la ciudadanía a asumir “el reto de quedarse en casa”, y con ello evitar el colapso del sistema sanitario.
El llamado de enfermeras, internistas, radiólogos, neumólogos, paramédicos y epidemiólogos es a la cordura, responsabilidad, conciencia cívica, al interés por el bien común, a la prudencia. El mensaje tiene un tono de súplica cálida, de complicidad solidaria, en suma, es un llamado ciudadano a evitar un desastre similar al vivido en Italia, donde hoy faltan camas y equipo de cuidados intensivos, medicamentos, personal médico y artículos de higiene para tratar a los enfermos diagnosticados, atender a quienes sospechan que están incubándolo y prevenir nuevos contagios.
La alerta global hecha por la Organización Mundial de la Salud no deja lugar a dudas: la pandemia puede detenerse si, y solo si, instituciones públicas y privadas y la ciudadanía hacemos lo que nos corresponde. Desde nuestro respectivo radio de acción está en nuestras manos evitar que el Covid19 se convierta en la peor pesadilla de la presente década. Me explico.
El coronavirus que hasta hace poco habíamos conocido, ha mutado de tal manera que hoy nos pone frente a riesgos graves por tres razones simples de entender: su vector de contagio es geométrico (es decir, un infectado contagia a dos, cuatro, ocho, 16, 32, 64 y así hasta alcanzar a millones de personas), la morbilidad es muy alta (o sea, el virus es muy contagioso aunque su portador no muestre síntomas y lo lleve incubado en su organismo listo para estallar en algún momento) y la mortalidad continúa al alza, afectando a personas de edad avanzada, a quienes padecen una enfermedad crónica (diabetes, cáncer, etc.) o tienen comprometido su sistema inmunológico.
Si a lo anterior sumamos el hecho de que al momento no existe un tratamiento probado que pueda darle el garrote fatal al virus, quiere decir que lo más probable es que los países que no tengan la infraestructura sanitaria, ni los recursos económicos disponibles enfrentarán un desafío mayor que el encarado por China, Italia, Alemania o España, quienes, sobra decir, poseen más recursos que nosotros para atender con rapidez y eficacia la pandemia.
Así, sin pretender sonar alarmista, el coronavirus, por la manera en que se contagia (asintomáticamente y en periodo de incubación), irá propagándose por el mundo causando efectos peores o menores a los vistos en función de las medidas de prevención institucionales y personales que se tomen.
En lo que respecta a las medidas institucionales, específicamente en el caso de México, el gobierno, además de informar y educar con campañas de prevención para el lavado de manos (sea tarareando algunas estrofas de las mañanitas o las de el muñeco Pinpón), en todos los espacios públicos debe abastecer (y colocar cuando no lo haya) de geles antibacteriales, cloro, y cuando sea posible de cubrebocas, para evitar los contagios.
Asimismo, debieran restringirse los horarios de atención al público, y pedir que las actividades de oficina que sea posible realizarlas a distancia se hagan desde casa o espacios donde no haya aglomeraciones. Y, justamente, establecer condiciones para evitar aglomeraciones, es algo que está al alcance de la mano del gobierno y de muchas empresas. Van dos ejemplos para ilustrar lo que no debe hacerse y lo que razonablemente hay que llevar a cabo para evitar el desastre.
Poniendo a prueba el sistema inmunológico de la banda chilanga, este fin de semana el Foro Sol abrió sus puertas al “Vive latino”, y al que se espera acudan alrededor de 70 mil personas. De no ser que artistas como All Them Witches, Ambar Lucid, Black Pumas, Biznaga, Enrique Bunbury, Fangoria, Gustavo Santaolalla y Vetusta Morla, entre otros más, cancelaron su participación, el número de asistentes habría sido más elevado.
No solo los asistentes al Foro corren un grave riesgo, sino las personas que acudieron desde otras ciudades. El Vive Latino importará el virus, lo exportará y expandirá porque las condiciones están dadas para ello: baba salpicante, sudor, tocamientos conscientes e inconscientes, baños públicos masivos y todo lo que usted se imagine.
Con este telón de fondo, el festival “Pa’l Norte” se suspendió la tarde del sábado evitando con ello que el coronavirus prendiera no solo en Monterrey, Nuevo León, sino a lo largo del noreste del país. Es de celebrar que la prudencia se haya impuesto, debido a que a este evento se esperaba la afluencia de alrededor de 200 mil personas.
¿Y los ciudadanos qué papel tenemos en la prevención? Al momento, creo yo, el más relevante, porque hay muchas cosas que están en nuestras manos hacer, y nos mantendrían a salvo del contagio. Por ejemplo, nadie nos obliga a acudir a sitios concurridos como cines, restaurantes, eventos deportivos, conciertos, iglesias, centros comerciales, etcétera; también podríamos evitar asistir a reuniones de amigos que convoquen a más de diez personas, acordar en nuestros centros de trabajo la posibilidad de realizar algunas actividades vía remota, salir al supermercado, la farmacia o cualquier otro establecimiento para lo estrictamente necesario durante el menor tiempo posible.
Véalo por el lado bueno. Estoy seguro que si usted, como sugiere el personal sanitario en España, se-queda-en-casa, podrá hacer muchas cosas que desde hace tiempo quería hacer y, por andar de la seca a la meca, no había podido hacerlo: leer un buen libro, ver una película, una serie, escuchar música, descansar, conversar, acomodar el clóset y un largo y reconfortante etcétera.
Quedarse estos días en casa representa en sí mismo un acto responsable, solidario, empático y generoso. No lo dude, por el bien de usted, y de todos, por favor, quédese-en-casa.